Antes de entrar en materia, cabe señalar que esta es la tercera versión del presente libro, editado por vez primera en Buenos Aires, en 1985. En el año 2007 se publicó en dicha ciudad una segunda versión, que elimina un par de textos de la anterior por coyunturales, y añade otros, por lo que pasó ya de las 200 páginas. Esa segunda versión fue editada asimismo en México por CONACULTA en 2007, sin mayores cambios. La presente versión, sin quitar ningún texto de la anterior, añade cinco, dos de ellos capitales, por su actualidad y anclaje civilizatorio. Si bien la mayor parte de los ensayos versan sobre la cultura, la literatura y el arte popular, con las dialécticas en las que ellos se ven inmersos, la temática se fue extendiendo a otros aspectos muy vinculados, como los relacionados al desarrollo cultural y las causas históricas de la Patria Grande, que, de soslayarse, se dejará a los otros desconectados de una perspectiva civilizatoria y transformadora, pues detrás de todo esto se agita la bandera, o la necesidad irrecusable, de salvar a nuestros países y al planeta de la nueva barbarie capitalista que ha venido dispuesta a arrasar toda la belleza del mundo.
No es casual que la versión más avanzada, y probablemente definitiva, de esta obra, se edite en Cuba, pues otro tanto ocurrió con mi libro anterior, La descolonización de la mirada. Una introducción a la antropología visual, cuya tercera versión casi duplicó a la segunda en número de páginas, y la considero también definitiva. El interés del ICAIC de publicar esta compilación, es conformar con el antes citado y mi ensayo Teoría transcultural de las artes visuales(del que salió aquí su segunda versión ampliada, mucho antes de que apareciera en Argentina), un tríptico vasto (porque excede las mil páginas) que gira alrededor de una serie de temas capitales para una teoría crítica de la cultura y el arte. Claro que mis puntos de vista, que avanzan a menudo por zonas poco exploradas, pueden no ser aceptados, pues no son más que puntos de vista, aunque no carezcan de anclajes en la historia del pensamiento libertario de América Latina y otras partes del mundo. Nunca me creí dueño de la verdad, empezando porque «la» verdad no existe: existen verdades, que cada cual trata de articular en un sistema de cierta coherencia. Me congratula entonces que esta nueva versión se edite por primera vez en este país querido, donde no hay que convencer a nadie de la importancia de la causa de Nuestra América, gracias a la prédica temprana de José Martí y a los esfuerzos conceptuales de la Revolución. Esta isla es el único país de la región en el que nunca me sentí una voz que clama en el desierto o, para decirlo en términos menos dramáticos (y más graciosos), un yanqui en la corte del rey Arturo. Quiero agradecer especialmente a mi hermano cubano Pablo Pacheco López, quien a lo largo de muchos años me prodigó su afecto y su confianza plena, convirtiéndose en el principal editor de mi obra en este país. Hago público este reconocimiento en un momento en que, aquejado por problemas de salud, trabaja en su casa como si estuviera en su oficina del ICAIC, sin tregua. Este libro va expresamente dedicado a él, aunque bien sabe que también lo están todos los que me editó en Cuba.
Se podría decir que la cultura, en un sentido antropológico, es el producto de la actividad desarrollada por una sociedad humana a lo largo del tiempo, a través de un proceso acumulativo y selectivo. Aunque el concepto de cultura habría nacido con Tylor, quien lo elaboró a partir de la noción de raza humana, lo cierto es que para el pensamiento occidental viene a ser algo que se relaciona en forma dialéctica con la naturaleza, es decir, en términos de oposición y no de complementación, como se da en las cosmovisiones indígenas de América. Lévi-Strauss, en El pensamiento salvaje, decía que el arte es la toma de posesión de la naturaleza por parte de la cultura, especie de definición que patentiza dicho sentimiento de dominio. Pero este libro no habla de la cultura y el arte en general, sino principalmente de la cultura y el arte popular, es decir, los creados por el pueblo, por las clases bajas o subalternas. Por extensión, suele llamarse también arte popular al desarrollado por miembros de otros estratos sociales que adoptan, consolidan y reelaboran los puntos de vista del pueblo, deseando servir a sus intereses de clase y al desarrollo de su co