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Había sido sencillo llegar a la cumbre de la más alta cima de Alanar y, aunque hubiera sido difícil, habría merecido la pena. Ahora un viento furioso sacudía su melena pelirroja, haciendo que la trenza que recogía todo el cabello en uno de los lados de su cabeza azotase su espalda de tanto en tanto. Ante ella, el paisaje quitaba el aliento; podía ver la tierra de todo el País de los Elfos extenderse hasta llegar al mar brumoso del norte. Giró para observar el panorama y desde allí pudo reconocer aún más lugares: las Montañas de los Enanos, el Bosque de los Feéricos, las Tierras de los Ríos donde vivían los humanos. Y las Estepas Heladas, el lugar en el que vivía la raza de orgullosos bárbaros a la que ella pertenecía.
Trataba de distinguir las ruinas del templo que sabía que se hallaba en una isla en medio del lago que separaba las estepas de las montañas, pero la distancia lo hacía complicado. Entonces un mensaje emergió en el chat, resaltado en la esquina izquierda de la pantalla.
Efarin Hoy, a las 23:41¿Has llegado ya arriba?
Sandalveth Hoy, a las 23:41Hace un rato. Escalas muy lento.
Efarin Hoy, a las 23:41Mi personaje ha agotado sus fuerzas, me ha tocado parar a descansar.
Sandalveth Hoy, a las 23:42Es verdad, a los feéricos no os sienta muy bien el frío. Tranqui, te espero.
Vera aprovechó el momento para acomodarse en la silla del escritorio. Soltó el ratón para alcanzar la botella de agua que tenía en la mesa junto al monitor y darle u