Apreciad@s lector@s:

Confieso que todo lo escrito aquí se basa en cómo concibo yo la vida. Creo que es un regalo. Un regalo magnífico, lleno de sorpresas, desafíos y oportunidades. Casi nunca solemos apreciar la vida lo suficiente, hasta que nos topamos con el miedo de perderla. De nosotros depende qué es lo que hacemos con este regalo. Podemos vivirla sintiéndonos víctimas de las circunstancias. Éste es un camino. Un camino pobre, sin luz, lleno de sufrimiento, ira acumulada, amargura y resentimiento. A mí, personalmente, este camino ya no me tienta. He descubierto otro. Un camino que vivo desde mi conciencia y desde mi corazón. Tomándome tiempo para sentir, para escuchar y reflexionar sobre quién soy y qué es lo que quiero, para explorarme a mí misma y a mi mundo, atreviéndome con lo nuevo y desconocido. Un camino en cuyo transcurso me he dado cuenta de que nuestra vida está llena de elecciones. Elecciones que tomamos de forma consciente o inconsciente. Cuando empecé a responsabilizarme de estas elecciones, descubrí que puedo elegir un pensamiento positivo en vez de un pensamiento negativo, una perspectiva diferente, una palabra amable, una actitud positiva, un estado de ánimo distinto.

Este segundo camino es un proceso de transformación interior. Creo firmemente que cada uno de nosotros es capaz de cambiar, de dejar atrás las heridas del pasado, el peso de cargas y cadenas con las que nos inmovilizamos, la autocrítica, la culpa y la desconfianza. Desde que me embarqué en el sendero de la transformación, voy adentrándome en un nuevo estado de conciencia, intentando dejar atrás el autoengaño, las máscaras sociales, el ego, la rigidez y el control. Procuro ser respetuosa y honesta conmigo misma y con los demás, abierta a la vida y a las personas, aunque signifique ser auténtica, mostrarse expuesta y vulnerable. Al recorrer este camino, me he encontrado con mis resistencias y mis miedos. Doy unos pasos hacia adelante y otros atrás. Me paro. Dudo. Necesito mi tiempo. Pero conforme he seguido avanzando, ha nacido la certeza de que éste es mi camino a casa. El sendero hacia quien soy en realidad. Creo que todos somos, en última instancia, amor, luz y conciencia. Es nuestra esencia. Que nuestra presencia aquí en el planeta haga brillar nuestra luz, depende de si estamos dispuestos a sostener más de quienes, en realidad, somos.

Nuestra vida, cada vida, es un camino de evolución. Cada uno está donde está, en su momento y punto. No importa que unos estén o parezcan más avanzados y otros atrasados. Lo importante es el camino. Las experiencias que nos da, el jugo que le sacamos. De todas formas, tarde o temprano, todos llegamos a casa. Volvemos a fundirnos con el abrazo eterno del amor infinito. Creo que la vida, cada vida, es un viaje del alma. Creo que cada uno de nosotros es una resonancia encarnada de una frecuencia de luz y vibración. Una nota musical en la partitura del Universo. Cuando morimos, nuestra alma, vuelve a fundirse con la frecuencia original de la que, en realidad, nunca hemos est