: Adriana Valerio
: Heréticas Mujeres que reflexionan, se atreven y resisten
: Gedisa Editorial
: 9788419406446
: 1
: CHF 9.60
:
: Regional- und Ländergeschichte
: Spanish
: 144
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Con erudición y amenidad, Adriana Valerio explora las radicales y conmovedoras vidas de mujeres disidentes que, a lo largo de dos milenios, se rebelaron contra el statu quo en su incansable búsqueda de la verdad. Desde profetisas y místicas hasta reformadoras y librepensadoras, estas mujeres pusieron en jaque el orden establecido y cambiaron el curso de su tiempo, a menudo a costa de severas persecuciones y condenas. A través de este libro, Valerio busca darle a la herejía su verdadero significado: el de la elección. Este es un tributo a aquellas que, a pesar de la persecución y el silencio impuesto, se atrevieron a luchar, aprender, predicar y ejercer ministerios, desafiando las barreras de su tiempo.

Adriana Valerio ha enseñado Historia del cristianismo y de las Iglesias en la Universidad Federico II de Nápoles. Dirige el proyecto internacional e interconfesional «La Biblia y las mujeres». Entre sus últimas publicaciones destacan Mujeres e Iglesia (Versus, 2017), Il potere delle donne nella Chiesa (Laterza, 2017), Maria di Nazaret (Il Mulino, 2017) y Maria Maddalena (Il Mulino, 2020).

Introducción

Mujeres y herejías: una cuestión compleja

El 1 de junio de 1310, una joven filósofa, la beguina de Valenciennes Margarita Porete, fue quemada en la hoguera; en 1524, la mística Isabel de la Cruz fue procesada y posteriormente condenada a cadena perpetua por la Inquisición en Toledo; a mediados del siglo XVII, las cultas monjas jansenistas de Port Royal fueron deportadas por el arzobispo de París; en 1912, la obra de lateóloga inquieta Antonietta Giacomelli (Adveniat Regnum Tuum), que quería reclamar una reforma litúrgica en la Iglesia, fue considerada peligrosa e incluida en elÍndice de Libros Prohibidos. Estas son algunas de las protagonistas de este libro: mujeres audaces que se atrevieron a plantar cara a los tribunales eclesiásticos, que fueron juzgadas por no estar en consonancia con las directrices de la ortodoxia católica y que, en razón de ello, fueron consideradas «herejes». Ellas, sin embargo, no se consideraban a sí mismas «herejes»: ¿quién, de hecho, establece los criterios de ortodoxia? ¿Quién juzga al otro «hereje» y qué es, a fin de cuentas, la herejía?

La palabra griegaherejía, que se corresponde con la latinaelectio, «elección», indica que el hereje elige según su propia voluntad la idea que quiere apoyar o aceptar (Isidoro de Sevilla,Etimologías, 8, 3).

Todavía en el siglo VII, el teólogo y obispo Isidoro de Sevilla, al compilar la entrada sobre la herejía para su obra enciclopédica, señalaba la derivación etimológica del término, que, del griegoháiresis, alude a «elección», es decir, a la decisión de seguir una opinión o doctrina entre varias posibilidades.

Esta acepción amplia de la palabra ya se utilizaba en el siglo I para indicar una escuela filosófica o un grupo religioso. La encontramos en los escritos del historiador Flavio Josefo, que hablaba de la coexistencia —más o menos pacífica, a pesar de sus diferentes posiciones— entre fariseos, saduceos y esenios, como si representaran «tres escuelas de pensamiento (hairésis) de los judíos».1 Y también en los Hechos de los Apóstoles se utiliza el término para referirse al grupo de los saduceos (Hch 5, 17), los fariseos (15, 5; 26, 5) o los propios seguidores del Nazareno (24, 5).

Sin embargo, las «libres elecciones» no siempre se permitieron ni pudieron circular abiertamente. Desde el momento en que en el cristianismo primitivo se impuso una orientación que se hizo hegemónica en tanto que depositaria de la fe, el término adquirió el significado negativo desecta o de unerror que había que condenar, lo que provocó no pocas discordias. Las opiniones que diferían de las de la Iglesia protocatólica, que se impuso como «ortodoxa» a través de un complejo y enrevesado mecanismo de mediaciones culturales, fueron consideradas censurables y prohibidas.

El concepto de «hereje», en su acepción negativa de «enemigo de la fe», se desarrolló, por lo tanto, en una época posterior al Jesús histórico, de modo que sigue abierta hoy en día la cuestión de la relación entre el mensa