2.Sumergirse en el bosque
¿Qué escritor francés ha descrito mejor la sensación de plenitud que ofrece un paseo por el bosque? Sin duda Jean-Jacques Rousseau, cuya afición por el aire libre lo conducía con frecuencia al bosque de Montmorency, cercano a París, de donde regresaba con herbarios. En sus numerosos escritos, Rousseau evocaba el bienestar y el sentimiento de conexión suscitados por una caminata por los bosques, pero su arte de la descripción alcanza su apogeo en lasRêveries du promeneur solitaire (Las ensoñaciones del paseante solitario). Allí revela:
Cuanto más sensible tiene el alma un contemplador, más se entrega a los éxtasis que en él excita ese equilibrio. Una ensoñación dulce y profunda se apodera entonces de sus sentidos, y él se pierde con una deliciosa embriaguez en la inmensidad de ese hermoso sistema con el que se siente identificado.19
Probablemente Rousseau no habría podido escribir su alegato si hubiese vivido en la Edad Media. El bosque de entonces daba miedo. Era una zona sin ley, es decir, un lugar que no pertenecía a nadie, en el que uno vacilaba en aventurarse, por temor a perderse o a encontrar bestias salvajes. Sobre todo, el bosque era por excelencia, independientemente de los peligros reales que allí se encontraban, un lugar de historias que se cuentan, en el que se proyectaban miedos, leyendas, tradiciones o, por decirlo de otro modo, lo imaginario. Por todas estas razones, una representación del bosque, a la par mística e histórica, se constituyó desde los albores de los tiempos.20
Hoy en día, el bosque apenas asusta y ya no es ese ogro que devoraba a los descarriados. Por otra parte, nuestras relaciones con él han cambiado mucho en el transcurso de los últimos siglos. La mayor parte de los bosques calificados de «salvajes» son a menudo construidos o incluso totalmente inventados por los humanos (como el bosque de Brocéliande de la leyenda artúrica, que jamás existió sino a través de la literatura). Prácticamente, ya no existen bosques en el mundo en los que el hombre no haya puesto nunca el pie, que no haya ordenado y explotado. Lejos de las leyendas, los silvicultores hablan hoy de un espacio de «multifuncionalidad forestal». Esta expresión bárbara subraya las diversas expectativas de los «usuarios» del bosque, dependiendo de que sean propietarios, agricultores, cazadores, excursionistas, ornitólogos o deportistas.
Convertido en un territorio inofensivo y familiar, el bosque conserva no obstante a mis ojos una parte de misterio. Las caminatas por las profundidades del bosque preservan algo único. Es sobre todo una experiencia sensorial, una inmersión en un universo de olores, de sonidos e incluso de estímulos táctiles. Uno está inmerso en el perfume del humus, el crujido de las hojas y la caricia del viento. Con acierto, los japoneses evocan los paseos por los bosques hablando deshinrin-yoku, literalmente «b