: Santiago Díaz Morlán
: Lloverá tierra seca sobre Annual
: Ediciones Pàmies
: 9788419301659
: 1
: CHF 8.00
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 420
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Annual, verano de 1921. Un lugar y una fecha grabados a fuego en la memoria de España. El comienzo de uno de los mayores desastres militares de la historia de nuestro país. El germen de muchos males que aún hoy conforman el imaginario colectivo. Desenlace trágico de una aventura colonial plagada de irresponsabilidad, desidia y corrupción, pero también de ejemplos de heroísmo, entrega y sacrificio. Ángel, el humilde soldado castellano que abandona su Soria natal por primera vez. Manuel, el escéptico militar, expolicía desubicado, encargado de una investigación ministerial. Diego, oficial soñador y enamorado que trata de cumplir su deber desde la valentía y el honor. Las vidas de los tres protagonistas, de orígenes todos ellos tan diferentes, transcurren separadas en un escenario bélico que acabará finalmente envolviéndolos y conduciendo sus caminos hacia un final en el que la tragedia vivida dejará en ellos una huella imborrable.

Santiago Díaz Morlán es un abogado bilbaíno nacido en 1965. Compagina el ejercicio profesional con sus verdaderas pasiones: la historia y la escritura. Publicó en 2022 su primera novela, Cuando el hielo deje de crujir, ambientada en el año 407 d. C., al comienzo de la caída del Imperio romano de Occidente. Convencido de la importancia del conocimiento de la Historia para comprender la conformación de lo que entendemos hoy por Europa y en especial el actual devenir de nuestro país, da el salto a la edad contemporánea con su nueva novela, Lloverá tierra seca sobre Annual, en los turbulentos años de comienzos del siglo XX. Articulista ocasional, motero veterano, vive hoy a caballo entre las tierras que le aportan la felicidad que todos en algún momento buscamos y que en su caso se resumen en el Cantábrico profundo de las costas de Vizcaya y el alma eterna de Castilla.

Prólogo


Estamos solos

Posición Intermedia A, 22 de julio de 1921

Amanece sobre Peña Tahuarda y las primeras luces que recortan la crestería sobre la que se asienta anuncian ya la crueldad de un nuevo e inmisericorde día de fuego abrasador sobre la áspera tierra del Rif.

Amanece y los rayos del sol que nace colorean de un ocre refulgente aquel desordenado montón de rocas, aquella cumbre sobre la que, como un centinela desafiante, se asienta la posición denominada con frialdad militar «Intermedia A».

Amanece y regresa con la mañana la pesada monotonía de un silencio que va a ser roto en breve por el cornetín que anunciará, un día más, que en aquel lugar desolado hay hombres que en nombre de España ofrecen sus días entre el tedio, la incuria y el ansia por un relevo que siempre se antoja demasiado lejano.

La posición es una más de las que, al modo de una antigua y obsoleta forma de hacer la guerra, se encaraman en alturas distantes, aisladas, vigilantes de un terreno que solamente dominan hasta donde alcanzan sus armas. En concreto, Intermedia A es la primera que jalona la cadena montañosa que amuralla una llanura extensa sobre la que en ese sector discurre la pista que une, en largo camino que comienza en Melilla, las bases de Dar Drius, al sur, y Ben Tieb, al norte de la planicie. Esta última es la base de aprovisionamiento del gran campamento general del Ejército español en Annual, ubicada hacia el noroeste, al otro lado de la gran masa pétrea de Izzumar y punta de lanza del avance español en dirección hacia la bahía de Alhucemas, el corazón del Rif. Intermedia A se alza a la altura de la citada Ben Tieb, y en dirección norte y a lo largo de las diferentes elevaciones que dominan el llano, como pequeños reductos apenas visibles, se ubican la de Yebel Uddia, a apenas kilómetro y medio, Intermedia B, y ya junto a los inaccesibles roquedales de Izzumar, controlando su paso, Intermedia C. En todas ellas la vida transcurre monótona y vigilante para un puñado de soldados que precisan ser abastecidos de todo para vivir y así, con su presencia, mostrar al rifeño, rebelde y hosco, que España avanza incontenible por sus tierras. Un avance prematuro e inconsciente, temerario, como el propio general Silvestre, orgulloso de exhibir un poderío militar que reivindica antiguas glorias.

Pero nada de eso le importa hoy a Ángel Eslava Gallardo, soldado de primera encuadrado en una de las dos secciones de la 3ª Compañía del Tercer Batallón del Regimiento de San Fernando destacadas en aquella posición. Acompañan a los infantes en su vigilia dos ametralladoras y una batería de artillería con dos pequeñas piezas Schneider de montaña a cargo de un joven teniente. Poca cosa, como también lo son cada una de las endebles fortificaciones que a toda prisa decidió ubicar en aquellas cumbres el mando, con la tarea de proteger su avance hacia el noroeste, desde su flanco izquierdo.

Oriundo de la provincia de Soria, a Ángel Eslava no le importan hoy ni las razones de la guerra, ni la táctica, ni el calor, al que está acostumbrado, ni la aspereza de un terreno que por otra parte le resulta familiar. Él proviene de Rello, un podio de piedra que se eleva desafiante sobre el horizonte, como la peña en la que ahora transcurren sus días. Un lugar aislado a medio camino entre Berlanga de Duero y Medinaceli, y sabe bien lo que es la soledad y dureza de un campo poco generoso. Más alto que bajo para la media de sus paisanos, Ángel mira desde unos ojos desde los cuales la dulzura de su tonalidad parda contrasta con un cuerpo recio, como de niño grande, porque los contornos de su rostro son suaves y limpios, no castigados aún por una barba que apenas pugna por crecer tímidamente. El tosco uniforme verde caqui reglamentario no le queda holgado y los correajes de cuero ya decolorado que viste con cierto desaliño le dan un aire desangelado que, no obstante, se asemeja y mimetiza con el del resto de la tropa allí destacada.

Hoy solamente le interesa abrir cuanto antes el sobre que con un guiño cómplice le ha entregado Paco, el soldado que reparte el correo desde Dar D