: Carlos Rosales
: Criterios para una evaluación formativa Objetivos. Contenido. Profesor. Aprendizaje. Recursos
: Narcea Ediciones
: 9788427728516
: 1
: CHF 11.70
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: Allgemeines, Lexika
: Spanish
: 192
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: ePUB
La obra forma parte de una toma de postura en favor de la evaluación formativa -continua- frente a la sumativa -final-. Pone el énfasis en los componentes que inciden sobre el aprendizaje y sobre los cuales debe extenderse la actividad evaluadora si se quiere aplicar medidas de recuperación y perfeccionamiento. Se ofrecen criterios generales de evaluación de los objetivos y contenidos de la enseñanza, la actuación del profesor, los diversos tipos de aprendizaje y los fundamentales recursos didácticos. Se aportan también ejemplos de las técnicas y procedimientos específicos.

Carlos ROSALES une su experiencia directa en el Ejercicio como profesor de Enseñanza General Básica, la docencia a nivel universitario como catedrático de Didáctica General y Especial en la Universidad de Santiago de Compostela.

1. SIGNIFICADO Y TIPOS DE EYALUACIÓN

La evaluación, como función docente, puede constituir un importantísimo factor de perfeccionamiento didáctico cuando en ella se den una serie de condiciones y circunstancias.

Al comenzar este tema, eminentemente pedagógico, nos hacemos dos tipos de preguntas:

¿Qué significa la evaluación?

¿Qué debería significar?

Qué significa evaluación

En la contestación a la primera nos encontramos con que desde la perspectiva del sistema tradicional de enseñanza, el más conocido para nosotros, la evaluación venía a constituir un elemento del proceso didáctico: la última etapa del mismo, en la que se trataría de determinar la naturaleza de sus resultados mediante la comparación de los mismos con los objetivos que en principio se habían fijado. El producto de tal comparación podía ser positivo o negativo según que lo obtenido superara o no lo previsto.

Desde la perspectiva del profesor, se podría asegurar que en muchas ocasiones la evaluación constituye una función profesional diferente a las demás. Por una parte enseña, demuestra, critica; por otra parte evalúa. Parece como si mientras el resto de las funciones docentes mantuvieran entre sí como una cierta relación, a veces impalpable, la evaluación, sin embargo, se mantuviera aislada, al final, con carácter accidental y no siempre deseable, pues con frecuencia constituye para el profesor origen de decepciones y tensión psíquica. En estos casos parece hasta probable que el profesor se sintiera liberado si no tuviera que evaluar.

Otras veces la evaluación se convierte para el profesor en un objetivo, en un supremo objetivo ordenador del curso y la docencia. Ocurre así cuando se subordina toda actividad docente y discente, toda interacción, al logro de determinadas calificaciones. Hay profesores eminentemente obsesionados para que sus alumnos consigan determinados niveles de puntuación. En estos casos suele darse un ritmo forzado de trabajo, una excesiva intelectualización de los estudios, y esta excesiva preocupación docente se suele transmitir a los alumnos, hipotecando uno y otros toda la interacción didáctica al logro de determinadas metas expresadas en una escala de calificación.

No pocas veces la evaluación ha sido utilizada y lo es aún, como instrumento de represión, de amenaza en los sistemas predominantemente autoritarios de enseñanza. Se esgrime el examen como una amenaza, a modo de pobre recurso motivacional para hacer que el alumno estudie, cuando no tenemos a mano mejores recursos estimuladores de su actividad. A veces no sólo es utilizada por los profesores con este fin, sino también por la familia del alumno y por la sociedad en general.

En gran cantidad de ocasiones la evaluación constituye un instrumento al servicio d