SNÆFELLSJÖKULL
— oel volcán que esconde los secretos del universo
No haynadie en dirección a Hellnar. Una hora de camino conla absoluta tranquilidad de ser el único que pisa elestrecho sendero con vistas a los arcos de roca. Ala derecha, más allá de una cortina de concreción delava, una hilera de montañas afiladas como la aleta deun enorme tiburón dormido; a la izquierda, el precipicio, conquitamiedos solo en algún tramo. Las casas de turba deArnarstapi, depositadas en la ladera como si acabaran de caerrodando por ella, se pierden entre el musgo un parde minutos después de haberlas pasado. Aquí fue donde elprofesor Lidenbrock, su sobrino Axel y el ingenioso Bjelke pernoctaronpor última vez antes de que Jules Verne los empujasehacia las entrañas del mundo: el cráter del volcán másliterario de Islandia, venerado portal hacia un reino de insectosgigantes y mamuts, espera al viajero al final de unbrazo de tierra escabrosa.
En Islandia no es raro experimentarla ausencia, pero en las regiones como la península deSnæfellsnes es la norma. Snæfellsnes es un aguijón de escollosaferrado a unas playas precarias. Fragmentos de farallones sujetan consus garras toda una serie de cráteres solitarios y aldeasabandonadas, infatigables olas azotan los faros.
La vigilancia de todoestá a cargo del Snæfell, que es un volcán ytambién un glaciar, y por eso los islandeses han añadidoal nombre de Snæfell, que significa«montaña de nieve», lapalabrajökull, que significa«glaciar». El«glaciar de la montañade nieve»aparece al fondo de toda foto tomada enla península o de toda pintura que la represente, ysiempre con ese aire solemne, aparentemente protector. Sin embargo, elSnæfellsjökull de protector tiene muy poco.
En el otoño de1993 dos ingleses predijeron que una flota de ovnis aterrizaríaen el glaciar. Ese 5 de noviembre, además, quinientosentusiastas se dieron cita en las laderas septentrionales, preguntándose cuálde las nuevas tipologías de alienígenas reconocidos por la comunidadparanormal llegaría a la tierra, y con qué intenciones. Confiados, cantaron y se cogieron las manos en la espera; dispararonfuegos artificiales. Sin embargo, la imprevista aglomeración en el Snæfell—sumada, según los bien informados, a la presencia delas televisiones— cohibió a los extraterrestres, que no aparecieron.Algunos de los presentes juraron de todas formas que habíanpercibido extrañas fuerzas durant