: Tyson Yunkaporta
: Escrito en la arena Cómo el pensamiento indígena puede salvar al mundo
: Herder Editorial
: 9788425449840
: Salto de Fondo
: 1
: CHF 14.10
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: Philosophie
: Spanish
: 264
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Los occidentales queremos que el mundo sea simple, pero nos relacionamos con él de manera complicada. El pensamiento indígena, por el contrario, entiende que el mundo es complejo y que simplificarlo sería, de hecho, destruirlo. Por este motivo, encuentra formas profundas para comunicar este conocimiento, que se despegan de la lógica neoliberal: a través de imágenes y tallas en lugar de palabras, marcan el terreno y cuentan sus propias historias. Como miembro del clan apalach, Tyson Yunkaporta mira los sistemas globales desde una perspectiva única, ligada al mundo natural y espiritual, y considera que la vida contemporánea se aparta del patrón de la creación. Con tono reflexivo busca alternativas que reviertan este proceso. Honrando las tradiciones aborígenes australianas, se vale de la escritura en la arena, costumbre ancestral de dibujar imágenes en el suelo para transmitir conocimientos, y se pregunta qué ocurriría si aplicamos esa forma de pensar al estudio de la historia, a la educación, la economía o el poder, para crear una visión del mundo que pueda hacer frente a la situación social, política y ecológica actual y ensayar nuevas posibilidades para una vida más sostenible.

Tyson Yunkaporta pertenece al clan de los Apalech, arraigado en la península de Cape York, en el extremo noreste de Australia. Leemos en su libro que es miembro del clan por adopción, acto ?que puso fin a un camino de búsqueda de sus origines indígenas, después de una juventud confusa y violenta. Desde entonces viaja por Australia y profundiza su conocimiento del pensamiento y la cultura de los pueblos indígenas de Australia. Es artista y poeta y, además, docente de pensamiento indígena en Deakin University Melbourne.

UN CHICO ALBINO


Dos-nosotros caminamos por las líneas de canción con Clancy McKellar, el hombre-canción del pueblo wanggumara. Las líneas de canción son sendas antiguas del Tiempo del Sueño grabadas en el paisaje de canciones e historias y cartografiadas en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra relación con todo lo que nos rodea: es un conocimiento almacenado en cada cauce de agua y cada piedra. Ahora caminamos por el terreno fronterizo donde se dan cita Queensland, Australia Meridional y Nueva Gales del Sur. Él identifica mis líneas ancestrales y me enseña dónde conectan esas historias con la suya.

Ninguno de nosotros tenemos la piel particularmente oscura, y quizá sea esa la razón por la que él destaca los rasgos albinos de su acervo tradicional. Una mujer búho blanca con la tez blanca y el pelo rubio que se vuelveGubbiwarlga, o sabia, y finalmente se convierte en una piedra de cuarzo. Un chico albino al que algunos miembros irritantes de su comunidad condenan al ostracismo y finalmente expulsan. Cuando llegamos al emplazamiento de roca construido por el chico albino me quedo sin palabras. Mientras estuvo expulsado no anduvo por ahí cabizbajo y apesadumbrado; trabajó duro y no se saltó ningún día de esfuerzo.

Por todo aquel lugar hay unas rocas enormes talladas y pulidas, levantadas por el chico para que mantengan el equilibrio con otras rocas erguidas, apiladas u ordenadas formando filas. En este inmenso lugar hay más de las que dos-nosotros podamos contar, entre ellas un reloj y calendario solar que marca las estaciones y los movimientos de los cuerpos celestes. No entiendo por qué nunca he oído hablar de este lugar, por qué no es tan famoso como Stonehenge. Pongo la mano sobre una de las rocas y se percibe unduum profundo que asciende desde el suelo a través de la roca y que cuando me atraviesa el hombro reverbera y desciende hasta mis tripas, momento en que creo que acabo de recibir la respuesta a mi pregunta.

Este no es un yacimiento arqueológico que haya que excavar y analizar. Sigue habitado. El chico todavía está aquí y seguramente no quiere recibir la visita de nadie que no haya sido invitado. Esto no es ningún monumento. Este lugar está vivo. Cada piedra está animada y es sentiente; según nuestra visión del mundo esto vale para todas las piedras. A lo lejos hay una cueva secreta con una réplica en miniatura de este lugar, construida en el suelo de la cueva. Se dice que las personas que saben entender a las piedras son capaces de viajar entre estos emplazamientos en un abrir y cerrar de ojos. Y estos lugares están conectados con otras disposiciones de piedras de todo el continente.

Más adelante, durante el equinoccio, estoy de pie en Wurdi Youang, en Victoria, junto a una disposición de piedras con forma de C que señala el movimiento del sol a lo largo del año. Miro ladera abajo desde la piedra señalada como lugar de observación mientras el sol se pone tras otra piedra indicadora en lo alto del conjunto, al tiempo que la luna se alza directamente detrás de mí y Venus, Júpiter, Saturno y Marte se alinean siguiendo ese mismo trazado. Este momento no es solo un instante en que los cuerpos celestes forman una hilera ordenada; también remite a un millar de historias diferentes que convergen y al patrón que crean en un diálogo entre la tierra, el cielo y yo. La forma en que cada persona conoce estas historias es subjetiva; cómo esa persona la conoce en su momento y en ese lugar constituye un punto de vista único que es sagrado, una comunicación entre el bando de la tierra y el bando del cielo, entre la gente y el cosmos sentiente. Dos-nosotros estamos allí, pero cada uno ve historias diferentes.

En ese momento las aves que nos sobrevuelan forman parte de la canción de la creación. Un satélite. Un avión. Dos nubes en el norte trazando curiosas espirales con forma de serpiente. A eso lo llamamos un «algo», una señal o un mensaje de los Ancestros. Pienso en la historia de las Dos Serpientes y dónde la escuché por primera vez, viajando desde Gundabooka, en el noroeste de Nueva Gales del Sur, hacia la