Capítulo 1: Viaje al país vecino
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A la mañana siguiente, después de despedirse de Celia en la Academia Real de Beltrum, Rio paseaba por el mercado que estaba más allá de las murallas de la ciudad con la idea de reunir todo lo que precisaba para iniciar su viaje.
Comida, agua, utensilios de cocina, ropa, medicinas, armas… Sin lugar a duda, una persona necesitaba muchas cosas para poder sobrevivir. Dada la limitada capacidad de transporte de Rio, se vio obligado a pensar con detenimiento en cuáles eran sus prioridades y así comprar lo mínimo e imprescindible para el viaje.
En ese momento, tan solo disponía de la típica ropa informal que llevan los nobles y una espada ligera, para que se sintiera cómodo viajando con ella.
Desde que Rio ingresó en la Academia, pasó todo su tiempo dentro de las murallas de la ciudad y, aunque era cierto que más de una vez Celia lo había llevado a los mercados del extrarradio, esta era la primera vez que se aventuraba solo.
Estaba perdido por completo.
«No sé por dónde comenzar…», pensó.
A pesar de que ya buscaba por algunos puestos, había demasiada oferta. Muchas tiendas vendían productos tan toscos que le era imposible disimular su desagrado. Dado que su objetivo era adquirir artículos de calidad que le duraran lo máximo posible, no quería aventurarse a comprar en cualquier tienda al azar.
Tras deambular durante un tiempo mientras recordaba todo lo que necesitaba, acabó cansándose y se metió en un callejón con la intención de descansar un poco.
Fue entonces cuando le llegó un delicioso aroma, que provenía de una de las tiendas de comestibles que había en el callejón y que le abrió el apetito de inmediato.
En ese momento, el puesto no tenía muchos clientes, probablemente se deba a que era tarde para desayunar y temprano para almorzar. Aunque quizás, la falta de clientes también se debía a la desfavorable ubicación en la que el puesto se encontraba. Pero a pesar de todo, el olor que desprendía era delicioso.
«Ahora que caigo, todavía no he desayunado. Compraré algo en este puesto y aprovecharé para pedir recomendación de alguna tienda», pensó Rio.
Arrastrado por el hambre que sentía, los pies de Rio le llevaron hacia donde se encontraba el puesto. Al llegar allí, detrás del mostrador, había una niña pequeña con pinta de estar aburrida por la falta de clientela. Junto a ella, cocinaba una mujer que parecía ser su madre.
—¡Oh! ¡Bi