: Costa Alcalá
: El lamento del hielo
: NOCTURNA
: 9788419680150
: 1
: CHF 6.30
:
: Jugendbücher ab 12 Jahre
: Spanish
: 408
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
La magia existe. Aunque nadie la llama así: la llaman prodigios. Para que suceda un prodigio alguien tiene que pedirlo y esperar a que los dioses, sean cuales sean, respondan. Desde que se prohibieron en Europa, pasaron a convertirse en meras leyendas. Pero en un lejano pueblo del norte, los prodigios viven entre los humanos como si nunca hubieran desaparecido... A comienzos del siglo XVIII, durante el Midsommar, el príncipe Ulf Eriksson y sus amigos reciben en el asentamiento más importante de los fiordos a los emisarios odinianos que llegan desde todos los confines del mundo. Uno de ellos, Bjørn Jostad, no parece inclinado a mostrarles clemencia. Sin embargo, sus caminos se entrelazarán inevitablemente cuando se embarquen en un viaje que cambiará el mundo para siempre.

Costa Alcalá es el tándem que forman la historiadora Geòrgia Costa (Tarragona) y el profesor Fernando Alcalá (Cáceres, 1980), autores de la trilogía La Segunda Revolución (2017-2019) y el libro Buenas hermanas (2019). Con La música de los prodigios (Nocturna, 2020) desarrollaron una historia fantástica ambientada en un siglo XVIII alternativo donde existe la magia, y en ese mismo mundo enmarcaron la trama independiente de El canto de las ruinas (Nocturna, 2021) y la de El lamento del hielo (Nocturna, 2023).

I

Ahora

Verano de 1726

Ulf Eriksson, príncipe caído en desgracia, mercenario y experto cazador de monstruos (en este orden), no le teme a nada salvo al mar.

Es decir: sí que le teme a otras cosas, porque no tener miedo es privilegio de idiotas o de dioses; pero él no es ni una cosa ni la otra y el océano con sus oscuras profundidades le inquieta más que nada. Por eso, en este mismo instante, Ulf Eriksson trata de convencerse de que si el maldito barco en el que van, elScandia, no se ha hundido en su larga travesía desde Liverpool, ya sería mala suerte que lo hiciera ahora, que están llegando a casa. 

—No vamos a naufragar, ¿verdad?

—Espero que no —dice una voz tranquila a su lado. El rostro que la acompaña es más que calmo, es impasible. Los ojos de un azul tormentoso fijos en el horizonte, la mandíbula apretada. 

Bjørn.

Ambos son odinianos. La palabra tiene tantos significados según el tono con que se pronuncie que Ulf no es capaz de abarcarla por completo: «odinianos» en América suena a trabajo, a comida en el estómago y a dinero en el morral. «Odinianos» en el sur del viejo continente suele decirse con un deje de desprecio en la voz; dicha así, la palabra suena ajena. En casa, sin embargo, la palabra suena orgullosa.

 Una nueva sacudida del barco le hace chocar contra Bjørn y Ulf cierra los ojos un segundo. A medida que se han ido acercando al norte, se han topado cada vez con más bloques de hielo flotando entre las olas. Al principio podían sortearlos o bien embestirlos con la proa metálica delScandia, pero ahora ya son los fragmentos de hielo a la deriva los que arremeten contra ellos. 

—Era de esperar que nos encontráramos con un poco de mal tiempo llegando a la costa. —Ulf, al abrir los ojos de nuevo, cree ver algo entre las olas. Un latigazo oscuro. Pero entonces la manaza de Bjørn se le posa en el hombro, y no puede hacer más que apartar la vista de un mar cada vez más embravecido y mirarlo a él. La expresión de Bjørn cambia ligeramente, como si un hábil artista le hubiera añadido unas pocas líneas de preocupación alrededor de los ojos—. En realidad, morirse ahora no tendría ningún sentido —continúa Ulf—. Si fuéramos a morir hoy, todo el tiempo que hemos pasado persiguiendo nuestros destinos habría sido en vano.