Crítica, mentiras y cintas de video...son páginas del diario de un enamorado: relatos del diálogo, las conversaciones, el enfrentamiento sostenido, durante varios años ya, entre Antonio Enrique González Rojas y sus amantes, las películas.
Quizás debería comenzar con la enumeración de las virtudes analíticas garantes del peso cultural del libro; sin embargo, una de las cualidades esenciales del volumen —que constituye una cualidad del autor— es la sutileza con que se diluye en la espesura de su tejido escritural la carga de erudición y el instrumental metodológico racional, para dar paso a las emociones y subjetividad del enamorado de las películas.
Transitar las páginas deCrítica, mentiras y cintas de video...es conocer los humores, las pasiones, los demonios, las obsesiones... de Antonio Enrique. Su singular involucramiento con el texto es responsable de la fibra y el nervio de su escritura. La continua asunción del yo en los ejercicios críticos emprendidos porélno atenta contra la racionalidad, esmás bienel detonante de su lucidez cultural; abre paso a la complejidad de las ideas al tiempo que enriquece el estilo. El pensamiento de Antonio Enrique está intrínsecamente anudado a la naturaleza vehemente y arbórea de su escritura.
Cuando se mira en plano general al campo audiovisual contemporáneo, no solo cubano, se contempla de inmediato una contundente institucionalización académica de los estudios sobre cine. Esoes una conquista, no solo por el conocimiento que ha estado generando alrededor del hecho audiovisual, sino por su contribución a la legitimación cultural del cine, un producto que todavía, o tal vez hoy más que nunca, experimenta las garras del mercado y su atentado continuo contra la artisticidad, contra la libertad creativa y la invención... A la par de esa proliferación de los films studies, con el desarrollo de la tecnología digital, se diseminan los espacios, formatos y soportes para el ejercicio del criterio. O sea, justo cuando empezaba a gozar de una considerable autoridad/legitimidad cultural y artística, la crítica de cine enfrenta la problemática aparición masiva de opinólogos del audiovisual. Visto así, parece evidente entonces que la crítica de cine ha ido perdiendo distinción.
En un panorama intelectual como el cubano, donde la crítica cinematográfica abraza una profusa tradición, la publicación de Crítica, mentiras y cintas de video...supone mucho más que un empeño por sistematizar el trabajo consumado por Antonio Enrique González Rojas, uno de los analistas del cinemás activos, constantesy agudos de cuantos han ejercido este oficio en las últimas décadas en Cuba. Es también la oportunidad para reflexionar sobre la trascendencia, la auténtica naturaleza y el alcance cultural de la crítica de cine.
Aunque a ratos coquetea con las coordenadas y los códigos propios del sector académico, la vocación de este autor por mantenerse en los predios de la crítica estrictamente, le garantiza desplegar, a sus anchas, ese tipo de escritura febril, irónica a veces, abrasante, deudora quizás del camino abierto por el fantasioso Guillermo Cabrera Infante. Antonio Enrique también apuesta por una literatura sobre cine. Su prosa no renuncia jamás a la comunicación —disimiles índices de su escritura convocan e involucran a sus potenciales lectores en la reflexión, una habilidad que ha ganado con la práctica del periodismo—, mas evidencia una elaboración enriquecida. ¿Qué significa? Al leer a Antonio Enrique se aprecia una urgente necesidad de compartir ideas, pero esas ideas tienen que pasar primero por el laboratorio de la escritura. Siempre es reflexivo, su lenguaje convoca todo el tiempo al análisis, pero la rectitud de su mirada crítica encarna en la creatividad e imaginación características de sus argumentaciones; responsables de que la lectura resulte una experiencia estética autosuficiente, u