LA HISTORIA HUMANA HA ENTRADO EN UN CAMBIO SIN PRECEDENTES
¿LAS TECNOLOGÍAS de la información y de la comunicación (TIC) aumentan o disminuyen las posibilidades de una educación para la solidaridad? ¿La conectividad de la era de las redes ayuda a crear condiciones favorables para una sensibilidad solidaria? Preguntas como éstas no se pueden contestar con un simple sí o no. Sólo tienen sentido si definimos un poco mejor lo que entendemos por era de las redes, cómo interfiere en la situación de empleo y en la exclusión social, y si cambia algo o no en la frágil predisposición humana para una convivencia solidaria.
La transición desde organizaciones sociales relativamente pequeñas a sociedades amplias y complejas se produjo en menos de tres siglos. En menos de un siglo se invirtió totalmente la proporción entre lo rural y lo urbano como “nicho vital” de la especie humana (desde el inicio del siglo XX, lo rural pasó a ser de más del 80% a menos del 20%, y en algunos países, a menos del 10%; lo urbano, de menos del 20% a más del 80%). Y ahora, en pocos decenios nos sumergimos en la sociedad de la información (SI) que ha venido para quedarse e intensificarse. No espera a nadie.
La profundidad y rapidez de la penetración de las TIC está transformando muchos aspectos de la vida cotidiana. Constituye una de las principales señas del actual período histórico. A lo largo de la evolución de la especie humana, nunca hubo mutaciones tan profundas y rápidas.
La revolución tecnológica en marcha es irreversible en sus aspectos básicos. Únicamente no es irreversible —y debemos luchar para que no lo sea— el sistema económico-político en donde está inscrita actualmente. La cuestión es, por tanto, si la lógica de exclusión y la Sociedad de la información (SI) son inseparables o si su coincidencia se debe sólo al predominio actual de la lógica del mercado.
Es innegable que la Sociedad de la información (SI) procede de las grandes transformaciones en marcha resultantes de las TIC. Pero la forma que está adoptando no es un mero hecho separable de las formas políticas y económicas de organización de las sociedades. Suponer eso significaría caer en el enfoque tecnicista. Precisamente por estar inscrita en una determinada opción económico-política —la de la globalización del mercado— la sociedad del conocimiento, además de ser un fenómeno tecnológico, se presenta como consustancial con un determinado proyecto político. Encierra inmensas potencialidades positivas, pero contiene igualmente una serie de riesgos. Es revelador que varios documentos oficiales de la Unión Europea1 vengan señalando la urgencia creciente de políticas públicas para afrontar las nuevas tendencias de exclusión: el fenómeno de la infoexclusión y de la “ausencia de empleo”.
Por eso es importante señalar que esa rápida transformación se produce en un período histórico marcado, a escala mundial, por una estremecedora lógica de exclusión, acompañada de una disminución significativa de la sensibilidad solidaria. En la perspectiva del aumento de los índices de crecimiento económico, gran parte de la población mundial ha pasado a desempeñar la función de “masa sobrante”.
LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO, UNASOCIEDAD APRENDIENTE*
Los abundantes documentos oficiales de la Unión Europea sobre las mutaciones en el mundo actual resaltan tres choques básicos: el de la sociedad de la información, el de la mundialización y el de la civilización científica y técnica. A ese fenómeno complejo se refieren los diversos nombres utilizados: sociedad de la información (SI), sociedad del conocimiento (knowledge society), sociedad aprendiente o discente (learning society; en francés,société cognitive). Los distintos nombres indican el énfasis en el enfoque analítico y en la propuesta sociopedagógica.
SI es la sigla aún predominante en los documentos de la Unión Europea, pero denota un cierto rango de apego tecnicista al código binario (bits).Sociedad del conocimiento es una terminología más rica. El conocimiento —y no los simples datos digitalizados— es y será el recurso humano, económico y socio-cultural más determinante en la nueva fase de la historia humana que ya ha comenzado. Con la expresiónsociedad aprendiente, sociedad que aprende osociedad discente, se pretende expresar que la sociedad entera debe entrar en un estado de aprendizaje y transformarse en una inmensa red de ecologías cognitivas.
SOCIEDAD APRENDIENTE Y EMPLEO
La propuesta de una sociedad aprendiente, una sociedad que aprende —enfáticamente asumida por varios documentos de la Unión Europea— parece apostar todo a la ecuación entre educación y calidad de empleo como la vía para la superación de las exclusiones. Es innegable que esto implica, en cierto modo, una adecuación al predominio de la lógica del mercado. Los documentos a que aludimos sitúan la cuestión de la transformación del mundo del trabajo y la funcionalización de la educación pensando en un nuevo concepto de “empleabilidad”, dentro de la mundialización marcada por un “pensamiento único”. Sin salir de este marco, producen un discurso extenso sobre la importancia de la dimensión social, que caracterizaría el “modelo europeo”. Este es idealizado en esos documentos como “imbuido de una fuerte ética de solidaridad”.
La insistencia en las políticas públicas corre el riesgo de desempeñar sólo una función complementaria. En este punto me parece necesario lanzar una advertencia de alerta crítica. Prácticamente todo lo que se dice, a veces con lenguaje enfático y “preocupado”, sobre la amenaza de nuevas exclusiones (infoexclusión, infopobres…) parece tender principalmente a destacar las dosis de infoalfabetización necesarias para que la lógica predominante del mercado pueda seguir vigente. Es bueno no olvidarse de ello para valorar numerosas alusiones a la importancia de las políticas públicas (en la sociedad de la información, se afirma, no todo puede quedar a merced de los mecanismos del mercado, etc.) y el esfuerzo —”conveniente”— de superar el tono neoliberal presente en documentos desde el comienzo de los años noventa (algunos documentos oficiales desde 1995 en adelante polemizan discretamente contra documentos anteriores).
Sería absurdo negar la relevancia de la educación para conseguir trabajo en el mundo actual. No se trata de cuestionar si la educación es una condición imprescindible para trabajar. Por tanto, tampoco se trata de cuestionar la urgencia de nuevos escenarios y nuevas formas pedagógicas para hacer que surjan experiencias de aprendizaje donde estén integradas las nuevas tecnologías, no como meros instrumentos sino como elementos coestructurantes.
Lo que hay que cuestionar es si esta condición necesaria es suficiente para la empleabilidad dentro de la lógica del mercado, tal como existe y opera actualmente (ya que son perfectamente imaginables otras formas de coexistencia entre mecanismos de mercado y políticas sociales públicas). La ecuacióneducación/calidad de empleo/superación de la exclusión, de hecho, simplista, se vuelve claramente ideológica cuando no viene acompañada de propuestas de implantación de políticas públicas para garantizar que la dinámica del mercado obedezca a prioridades sociales.
ERA DE LAS REDES Y SENSIBILIDAD SOLIDARIA
Los seres humanos no son “de modo natural” tan solidarios como parecen suponer nuestros sueños de una sociedad justa y fraternal. Por eso no conviene poner en segundo plano o en función de los supuestos tácitos el complicado problema de la educación —mejor dicho, ¡de la conversión!— individual y colectiva, imprescindible para que existan predisposiciones para una solidaridad efectiva, ya que ésta no cuenta con “instintos naturales” adecuados.
No es que los seres humanos sean “naturalmente” perversos o insolidarios, aunque ciertas tradiciones culturales y religiosas se hayan acercado a esa visión radicalmente negativa. Se pretende sólo recuperar el aspecto sabio y realista de los mitos (son muchos, en las distintas culturas) acerca de la “caída” o “corrupción”. La cuestión del pecado original es una especie de clave interpretativa acerca de lo que se puede esperar de los seres humanos en la...