: Joe Hill
: A tumba abierta
: NOCTURNA
: 9788418440113
: 2
: CHF 6.80
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 616
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
En estos magistrales relatos (dos coescritos con Stephen King), Joe Hill disecciona conflictos muy humanos en escenarios fantasmagóricos. Una puerta que da a un mundo prodigioso y lleno de maravillas se torna sangrienta cuando la atraviesa un grupo de cazadores. Dos hermanos se adentran en un laberíntico campo de hierba alta para ayudar a un niño que pide auxilio entre la maleza. Un camionero se ve envuelto en una sofocante persecución por el desierto de Nevada. Cuatro adolescentes suben a un antiguo carrusel donde cada vuelta tiene consecuencias espeluznantes. Un bibliotecario se pone al volante para llevar lecturas a los muertos. Dos amigos descubren el cadáver de un plesiosaurio en la orilla de un lago, un hallazgo que les fuerza a enfrentarse a la idea de su propia mortalidad... y a otros horrores que acechan en las profundidades acuáticas. A tumba abierta es una odisea oscura por las complejidades de la condición humana, una danza macabra a la que se ven arrastrados varios personajes muy diferentes y en la que, de manera hipnótica e inquietante, acaban revelando atormentados secretos, fantasías y, sobre todo, sus miedos más profundos. En 2019, Netflix estrenó una película basada en «En la hierba alta» y HBO está preparando la adaptación de «Acelera». Cita de reseña crítica: «A tumba abierta es una gran antología y otra prueba más de que Hill es uno de los grandes narradores del siglo XXI». SFF World «El poeta laureado de los horrores cotidianos regresa con una docena de cuentos deliciosamente siniestros (...). Obras maestras en miniatura del terror moderno que demuestran que la vida es dura, extraña y siempre fatal». Kirkus «En esta nueva colección de relatos, Joe Hill demuestra lo increíblemente bien que se le dan los finales impactantes». New York Times Book Review «Hill consigue que el lector disfrute mucho incluso cuando el horror aguarda a la vuelta de la esquina». Library Journal «Estos cuentos consolidan la reputación que tiene Hill de maestro polifacético en el arte de asustar de forma sutil y sorprendente». Publishers Weekly «Joe Hill es uno de los mejores escritores norteamericanos de terror». Time

Joe Hill es autor de novelas superventas y premiadas como Cuernos (2010), NOS4A2: Nosferatu (2013; Nocturna, 2020) -adaptada a la televisión por AMC- y Fuego (2016; Nocturna, 2017) -próximamente llevada al cine por la 20th Century Fox-. Además, ha cultivado el género del relato con Fantasmas (2005) y A tumba abierta (2019; Nocturna, 2021), el de la novela corta con Tiempo extraño (2017; Nocturna, 2018) y el del cómic con Locke& Key (2009-2013).

INTRODUCCIÓN

¿Quién es tu padre?

Todas las noches tocaba un monstruo distinto.

Tenía un libro que me encantaba:Es la hora de los malos. Era una recopilación de historietas en tapa blanda, uno de esos tochos que son de todo menos manejables, y como se puede deducir por el título, en sus páginas salían muy pocos héroes. Al contrario, los cómics que componían la antología estaban protagonizados por lo peor de lo peor, psicópatas despreciables con nombres como la Abominación y caretos a juego.

Obligaba a mi padre a leerme ese libro a diario. No tenía elección. Era un pacto de esos, como el de Sherezade enLas mil y una noches. Si él no lo hacía, yo me negaba a quedarme en la cama. Salía de debajo del edredón deEl imperio contraataca y me paseaba por toda la casa con mi pijama de Spider-Man, con un pulgar chorreante metido en la boca y mi sucia pero reconfortante mantita colgada del hombro. Era capaz de pasarme toda la noche en vela si me empeñaba. Mi padre debía seguir leyendo hasta que a mí se me empezaban a caer los ojos de sueño, e incluso así sólo podía escapar diciendo que salía un momento a fumar y que enseguida volvía.

(Mi madre insiste en que yo sufría de insomnio infantil porque estaba traumatizado. Cuando tenía cinco años, me llevé un golpe en la cara con una pala para la nieve y pasé una noche entera ingresado. En aquella época de lámparas de lava, alfombras de lana y cigarrillos encendidos dentro de los aviones, a los padres no se les permitía pernoctar con sus hijos convalecientes en el hospital. Cuenta la leyenda que me desperté a solas y a oscuras y, al no encontrarlos por ninguna parte, intenté darme a la fuga. Las enfermeras me pillaron vagando por los pasillos con el culo al aire, me metieron en una cuna y me echaron una red por encima para retenerme. Grité hasta quedarme sin voz. La historia es tan deliciosamente trágica y gótica que a uno no le queda más remedio que creérsela. Sólo espero que la cuna fuera de color negro y estuviera oxidada, y que a alguna de las enfermeras le diera por susurrarme al oído: «¡Mírame, Damien! ¡Lo hago por ti!»).

Me encantaban los infrahumanos deEs la hora de los malos: criaturas delirantes que se desgañitaban exigiendo todo tipo de condiciones absurdas, se enfurecían cuando no se podían salir con la suya, comían con los dedos y soñaban con vengarse a bocados de sus enemigos. Por supuesto que me encantaban. Tenía seis años. Éramos prácticamente almas gemelas.

Mi padre me leía esas historias moviendo el dedo de una viñeta a otra para que mi adormilada mirada no se perdiera la acción. Si me preguntarais cómo era la voz del Capitán América, os diría que sonaba igual que la de mi padre. Lo mismo con el temible Dormammu. Y con Sue Richards, la Mujer Invisible, que sonaba como cuando mi padre imitaba la voz de una chica.

Todos eran mi padre, hasta el último de ellos.

Casi todos los niños encajan en alguna de estas dos categorías.

Está el que mira a su padre y piensa: «Odio a este hijo de puta y juro por lo más sagrado que no me voy a parecer a él en la vida».

Y después están los que aspiran a ser como él: igual de libres, igual de cariñosos e igual de cómodos en su propio pellejo. A un niño así no le asusta la posibilidad de acabar imitando a su padre en pensamiento, palabra, obra y omisión. Lo que le da miedo es no estar a la altura.

Sospecho que los hijos que encajan en la primera categoría son los que más perdidos se sienten a la sombra de su padre. A primera vista, diría que es algo contraintuitivo. Al fin y al cabo, lo que tenemos aquí es a un tío que miró a su viejo y decidió alejarse corriendo para interponer la mayor distancia posible entre ambos. Pero ¿cuánta tierra de por medio deberá poner antes de sentirse realmente libre?

Y sin embargo, en cada nueva encrucijada que le salga al paso a lo largo de su vida, ese hijo sólo tendrá que darse la vuelta para encontrar a su padre justo detrás de él: en su primera cita, en su boda, en sus entrevistas de trabajo… Todas las decisiones que tome deberán medirse con los malos ejemplos sentados por su progenitor, por lo que hará justo lo contrario, perpetuando así su tóxica relación aunque padre e hijo lleven años sin dirigirse la palabra. Siempre corriendo para, al final, no llegar a ninguna parte.

El hijo que pertenezca a la segunda categoría, por su parte, probablemente se tropiece algún día con estos versos de John Donne («Somos apenas la sombra / que nues