: Gema Bonnín
: El jardín de hierro
: NOCTURNA
: 9788417834418
: 1
: CHF 8.10
:
: Kinderbücher bis 11 Jahre
: Spanish
: 656
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Durante siglos, humanos y fee?ricos convivieron en armoni?a hasta que la maldicio?n de un hada lo cambio? todo. Sin embargo, los an?os han enfriado la rivalidad de ambos bandos y hay quienes esta?n dispuestos a luchar por la paz. Parece que la clave reside en Elvia, una joven mitad hada y mitad humana que acude a la corte de los humanos para resolver el conflicto. No obstante, alli? el pri?ncipe maldito, obligado a convertirse en una bestia con la llegada de cada luna llena, tiene una opinio?n muy diferente. Tal vez no sea posible una reconciliacio?n. Y si lo es, ¿cua?l sera? el precio?

Gema Bonnín nació en Valencia en 1994, pero se crio en Mallorca. En 2012 publicó su primera novela, La dama y el dragón (Destino), y unos meses después se fue a vivir a Qatar. Desde entonces, ha viajado por muchos países de Asia, entre ellos China, Sri Lanka, Singapur y Japón. Actualmente compagina la escritura con traducciones de libros de Star Wars y de Marvel. Cuenta con estudios de filología inglesa por la Universidad Complutense de Madrid y formación complementaria tanto en historia como en literatura por las universidades británicas de Exeter y Oxford. Ha publicado libros como la bilogía Legado de reyes (Escarlata, 2016-2017), la de Arena roja (Nocturna, 2016-2017) y Lo que el bosque esconde (Destino, 2018). El jardín de hierro (Nocturna, 2019) es su nueva novela, una historia independiente ambientada en un mundo fantástico.

1

¿Te has vuelto loco?

El rey se moría.

Al menos eso era lo que muchos pensaban. Llevaba enfermo varias semanas, presa de terribles dolores de estómago y desfallecimientos puntuales. Los médicos aseguraban que se trataba de algo que había comido, tal vez carne en mal estado. El jefe de las cocinas ya estaba en los calabozos, como era de esperar.

La reina no podía cuidar de su esposo ni prestarle su apoyo, pues ella estaba peor. Hacía más de una década que se había vuelto loca. No era una locura enérgica ni caótica, sino sosegada. Genoveva pasaba los días y las noches en lo alto de un torreón del castillo, sentada frente a una ventana, contemplando la nada y sin hablar con nadie. Su hermana menor,lady Constanza Lagos, era quien se hacía cargo de ella y quien se ocupaba de sus tareas.

Aquella mañana, la mujer estaba junto a su cuñado, vigilándole, procurando que no le faltara de nada. Tejía tranquilamente mientras ponía en orden los pensamientos y las preocupaciones que se agolpaban en su mente.

Entonces, oyó la voz febril de su rey:

—Constanza —dijo él con un hilo de voz—, estás aquí.

Después de una larga noche de delirios y tos, el rey había recuperado el control de su propio cuerpo.

La mujer lo miró. Si la lucidez de su rey le alivió, nada en su rostro lo indicaba. Su expresión era, como de costumbre, hierática y comedida.

—Estoy aquí.

El rey sonrió tenuemente y recordó una vieja etapa de su vida, cuando él apenas tenía diecisiete años y le prometieron con la hija mayor de un poderoso conde. La pequeña no era tan hermosa y despampanante, pero tenía una forma de moverse, una forma de llenar el ambiente y mirar todo lo que la rodeaba, que resultaba cautivadora. Y allí estaba ahora, con esos mismos ojos inquisitivos, ese porte regio, esa voluntad inquebrantable. El rey nunca la había visto derrumbarse ante nada.

—Creo que no me queda mucho —musitó.

—Tonterías. Os recuperaréis. Habéis pasado por cosas peores.

Saveiro asintió casi imperceptiblemente.

—Mi hijo será un gran rey. Mejor que yo. Aunque eso no es difícil.

La mujer bajó los párpados y contempló a su soberano con una mezcla de interés y reticencia.

—¿Por qué pensáis eso, majestad?

—Mi padre siempre decía que un hombre sabio no es el que no yerra nunca, sino el que es capaz de rectificar cuando sabe que lo ha hecho. Y a mí no me va a dar tiempo.

—Sean cuales sean los errores que creéis haber cometido, Saveiro, tendréis tiempo de solucionarlos más adelante, cuando sanéis.

—Querida, por favor, seamos realistas. No voy a salir de esta —murmuró antes de que un ataque de tos le