CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN A LOS LIBROS SAPIENCIALES BÍBLICOS
Francisco Nieto Rentería
I. EL PUNTO DE PARTIDA
1. UBICACIÓN DE LOS LIBROS SAPIENCIALES
La Biblia hebrea está organizada en tres grandes bloques, cada uno de los cuales reúne diversos libros: la Ley, los Profetas y los Escritos. De esos tres bloques, los dos primeros manifiestan ciertos elementos de homogeneidad; el tercero, en cambio, contiene material más variado: poesía, historia, profecía y sabiduría. En este tercer bloque se encuentran los libros bíblicos identificados como «sapienciales». La Biblia griega (LXX) organiza de modo parecido los grandes bloques, aunque introduce algunos cambios; en ella, los libros sapienciales están en el bloque de poetas y profetas, y su número aumenta respecto a los textos hebreos.
Entre los textos hebreos identificados en su conjunto como «de sabiduría» encontramos tres: Proverbios, Job y Qohélet (Eclesiastés). A estos tres libros sapienciales canónicos se añaden después otros dos, considerados como deuterocanónicos y conocidos en griego: Sirácida (Eclesiástico) y Sabiduría. Hay quienes incluyen en el conjunto de los sapienciales al libro de los Salmos, al Cantar de los Cantares y al libro de las Lamentaciones; pero estos libros, aunque contienen elementos sapienciales, pueden más bien ser incluidos bajo la categoría de libros poéticos. Otros más consideran los libros de Rut y Tobías como sapienciales, pero parece mejor contarlos entre la literatura edificante. Identificamos, pues, como «sapienciales» del Antiguo Testamento los cinco libros antes mencionados: Proverbios, Job, Qohélet, Sirácida y Sabiduría.
Surgen inmediatamente algunas preguntas: ¿Qué es la sabiduría? ¿Con qué se relaciona la sabiduría de modo inmediato en la vida y la literatura de Israel? ¿Para qué sirve la sabiduría? ¿Quién despliega la actividad sapiencial en Israel? ¿Quién representa mejor las tradiciones sapienciales israelitas?
2. LA EXPERIENCIA EN LA ACTIVIDAD SAPIENCIAL
Antes de cualquier ensayo de definición, habrá que notar que los textos bíblicos relacionan de forma inmediata la sabiduría con la experiencia, de modo que bien podría pensarse en la sabiduría como la capacidad, obtenida a partir de la experiencia, propia o ajena, de conducir la vida de modo conveniente; la sabiduría tiene que ver, entonces, con el arte de vivir, es decir, con la posibilidad de enfrentar con éxito los retos que plantea la vida, tanto en el ámbito personal como en el interpersonal, en el contexto del mundo creado y en el modo de relacionarse con el creador.
Los textos bíblicos manifiestan una clara conciencia de la capacidad del ser humano para adquirir conocimientos a partir de lo que experimenta. Las variadas experiencias, atesoradas a lo largo de la vida, personal y colectiva, actual y de generaciones pasadas, ayudan a percibir y formular principios generales que sirven para entender y enfrentar con éxito la vida. Llegar a percibir rasgos reiterados en la propia persona, en la convivencia humana, en