: Ilsa J. Bick
: Cenizas
: NOCTURNA
: 9788494335457
: Cenizas
: 1
: CHF 7.60
:
: Kinderbücher bis 11 Jahre
: Spanish
: 512
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Alex entra en el bosque con una pistola. Cuando sale, el mundo ha cambiado. Primero fue el zumbido. Después, los dispositivos electrónicos dejaron de funcionar. Y entonces... Para seguidores de LOS JUEGOS DEL HAMBRE y THE WALKING DEAD 'Podría pasar mañana. ¿Sobrevivirías?'. SINOPSIS: Cuando Alex se adentra en el bosque tiene diecisiete años, un tumor cerebral, una pistola... y una única idea en mente. Entonces se topa con un anciano y su nieta Ellie, una niña que acaba de perder a su padre en la guerra de Iraq. Justo cuando están a punto de separarse, un zumbido comienza a extenderse por el lugar y un fuerte dolor se apodera de Alex. Después, todo se vuelve extraño: pájaros muertos llueven del cielo, los aparatos electrónicos dejan de funcionar... Cuando por fin el dolor cesa, el abuelo ha muerto y Alex está sola con Ellie. Y en el bosque se oyen disparos.

'Ilsa J. Bick antes era psiquiatra infantil y forense, si bien ahora se dedica por completo a su carrera de escritora. Licenciada en Literatura y Estudios Cinematográficos, vive en Wisconsin y ha publicado más de quince novelas tanto de adultos como juveniles, muchas de ellas best sellers y galardonadas con premios. Cenizas es el primer tomo de una trilogía que continúa en Sombras (Nocturna, 2015) y Monstruos (Nocturna, 2016). Meses antes de salir a la venta el primer libro, sus derechos ya se habían vendido a siete idiomas.'

—¿Dónde estás? —preguntó tía Hannah en cuanto Alex descolgó el teléfono—. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Acabo de entrar en Michigan —dijo Alex, contestando primero a la pregunta más fácil. Cuando divisó el cartel deBIENVENIDOS A MICHIGAN (¡GRANDES LAGOS! ¡GRANDES MOMENTOS!), tuvo la sensación de que las cosas se despejaban, se expandían, como si hubiera estado viajando durante una noche perpetua por una carretera solitaria bordeada de un bosque frondoso y oscuro y ahora empezara a vislumbrar los primeros rayos de sol—. Tenía que echar gasolina. —Lo cual, en realidad, no venía al caso.

—¿Michigan? ¿Y qué puñetas hay en Michigan?

El segundo marido de tía Hannah era inglés. Ella no. Ella había nacido en Wisconsin, en Sheboygan, que Alex no creyó que fuese un sitio real hasta que los Everly Brothers lo mencionaron en su canción, y decía quepuñetas era mucho mejor que otras palabrotas porque todos sus amigos, la mayoría de los cuales eran luteranos, creían que, simplemente, estaba haciendo una gracia: «Ah, esa Hannah». De modo que tía Hannah decíapuñetas muy a menudo, sobre todo en la iglesia.

—Muchas cosas —contestó Alex. Estaba de pie a unos pasos de los baños de la estación de servicio, disfrutando del rescoldo salmón del crepúsculo. Al otro lado de la calle, una valla publicitaria que recomendaba una visita a Oren en territorio amish competía con otra que exhortaba a las familias a llevar a sus mayores a un asilo llamado Aurora Boreal (La luz de Dios en tiempos oscuros) y con otra que invitaba a visitar el Museo de las Minas de Hierro del norte de la ciudad—. Sólo necesitaba un poco de tiempo.

—¿Tiempo? ¿Tiempo para qué? —La voz de tía Hannah sonaba tensa—. ¿Crees que esto es un puñetero juego? Estamos hablando de tu vida, Alexandra.

—Ya lo sé. Es que… —Estaba jugueteando con un silbato de plata que llevaba colgado del cuello en una cadenita. Su padre se lo había regalado cuando cumplió seis años durante la primera acampada que hicieron juntos de noche: «Cielo, si alguna vez te metes en líos ahí fuera, toca esto y acudiré como un rayo». Ese era uno de los escasos recuerdos nítidos que conservaba de él—. Necesito hacer esto mientras pueda.

—Entiendo. De modo que van contigo, ¿no?

Alex sabía a qué —a quiénes— se refería.

—Sí.

—Me he dado cuenta de que falta también la pistola de tu padre.

—La tengo yo.

—Entiendo —volvió a decir tía Hannah, aunque su tono sugería todo lo contrario—. ¿Crees sinceramente que el suicidio es la respuesta?

—¿Es eso lo que piensas? —Alex oyó abrirse la puerta del baño por encima del hombro y, un momento después, dos chicas, una rubia y otra morena,