LILY
Tom mantiene la mirada fija en la ventanilla del avión, pese a que no se ve nada más que oscuridad y nubes. Todavía no ha amanecido y calculo que aún deben de faltar un par de horas para que salga el sol, como mínimo. Aun así, no ha despegado los ojos del horizonte.
Ni siquiera ha tratado de conciliar el sueño, aunque sé que necesita un descanso, porque de vez en cuando los párpados se le entornan con pesadez. Entre las manos juguetea con su móvil. Es consciente de que está apagado y no hay nada que pueda hacer para contactar con el exterior hasta que lleguemos a Londres, pero lo sigue manteniendo cerca de él como si fuera a sonar en cualquier momento con noticias de su hermana. Veo que desvía la vista del horizonte para observarlo durante unos segundos. Le da la vuelta, le quita la funda y lo limpia por la parte trasera con aire distraído.
La decisión de dejar a Nate atrás ha sido demasiado complicada para él, pero no teníamos más alternativa. Desapareció en cuestión de segundos, como si se lo hubiera tragado la tierra. ¿Dónde estará ahora? ¿Vagando por las calles de Las Vegas? ¿Escondido en algún callejón? ¿Rodeado de desconocidos? ¿Habrá ido Jordan a buscarlo? ¿Lo habrá encontrado? Y lo más importante…, ¿estaráa salvo?
Sé que esas son las preguntas que impiden dormir a Tom. Por más que hayamos dado vueltas por el Museo del Neón e intentado seguir la pista de Nate, no hemos conseguido encontrarlo. Y no hay ninguna otra manera de contactar con él. Al avisar a Alice de lo ocurrido, al menos nos ha dado una noticia tranquilizadora: Ximena está bien, se encuentra con sus padres y ellos se están encargando de todo.
Pero nadie sabe nada de Nate.
Ahora que no hay nada que Patrick pueda hacer desde Londres, Nate tendría que hallarse a salvo. Sin embargo, la sensación es la contraria porque, si le ha pasado algo, no hemos podido hacer nada. Pero ¿y sipodíamos haberlo hecho? Sé que eso es lo que más carcome a Tom. Llamar a la policía solo habría empeorado las cosas.
Me habría gustado quedarme en Las Vegas con Connor y ayudar en la búsqueda, pero ¿de verdad habría servido de algo que caminara a ciegas por una ciudad llena de gente en busca de un chico al que podría considerar un desconocido? Además, había algo que tenía que hacer.
Mi amiga Ava, compañera de clase en la Universidad de South Kensington, se marchó antes de Las Vegas sin más explicaciones que un escueto mensaje sobre que regresaba a Copenhague. Sin embargo, tendrá que pasar antes por Londres. Lo más probable, dado que su vuelo salió hace ya varias horas, es que esté a punto de aterrizar.
Puesto que en el hotel Ellesmere siguen todas sus pertenencias, mi única esperanza es que haya ido a recogerlas antes de dejarlo todo atrás. No puedo decir que esté segura de ello, pero no tendré que esperar mucho para averiguarlo: solo las horas de vuelo que nos separan de la ciudad que ha sido mi casa durante estos meses.
Dada la situación, Connor ha vuelto en coche a su casa en California, de manera que casi estamos cada uno en una punta del mapa. Y Tom y yo mirando el reloj, encerrados en este avión, como si eso fuese a acelerar por arte de magia el paso del tiempo.
Me revuelvo en la manta que nos han dado las azafatas. El tejido es más suave que las que reparten en clase turista, y al pensarlo me planteo cuánto dinero se habrá gastado la agencia de