Sharon A. Bong*
ENCONTRAR A LOS FORASTEROS/EXTRAÑOS EN LA VERJA
Hacia una teología feminista-poscolonial de la hospitalidad
Este artículo pregunta: ¿Quién es el forastero/extraño? ¿Quién lo define y para quién? ¿Cómo lo encontramos? Comienzo estudiando el modo en el que se trata a los refugiados en Malasia, como paradigma de los marginados, en el tiempo del coronavirus cuando el gobierno, impuso un cierre parcial desde marzo hasta septiembre de 2020. Un rápido vistazo a los titulares de este período no solo responde a esas preguntas, sino que también revela los cambios en la mentalidad y el tratamiento de los refugiados en Malasia, desde el civismo a la hostilidad. Contrasto esto con mi encuentro personal con mujeres que son líderes de los refugiados. Y ofrezco una teología de la hospitalidad desde una lente feminista-poscolonial nacida de este encuentro de diferencia, mutualidad y reciprocidad.
Quién es el forastero/extraño? ¿Quién lo define y para quién? ¿Cómo lo encontramos? Comienzo con el tratamiento de los refugiados en tiempos de coronavirus en Malasia y lo contrasto con mi encuentro personal con refugiadas líderes. Ofrezco una teología de la hospitalidad desde una perspectiva feminista-poscolonial surgida de este encuentro de diferencia, mutualidad y reciprocidad.
Un rápido vistazo a las noticias sobre el tratamiento que da Malasia a los refugiados en este tiempo de pandemia, como paradigma de marginación, revela los cambios de mentalidad y tratamiento al respecto. El Gobierno de Malasia fue el primero en recibir elogios de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Malasia, ya que aseguró a los refugiados que se presentaron a las pruebas que no serían arrestados o deportados (hay aproximadamente 180 000 refugiados registrados en ACNUR-Malasia)1. Pero, con el pretexto de controlar el aumento de las infecciones durante la primera fase del MCO (Movement Control Order), la Policía hizo una redada en las viviendas principalmente inhóspitas de los trabajadores migrantes, muchos de los cuales están indocumentados, y los detuvo. Con el aumento de las infecciones en los centros de detención de inmigrantes, muchos malayos, asustados por los informes diarios de las cifras en ascenso y sus grupos, dirigieron sus ansiedades contra los «extranjeros (pobres)» como vectores de la enfermedad de un virus que amenaza la vida y fueron chivos expiatorios de los discursos de odio a través de las plataformas de los medios sociales con los ciudadanos divididos sobre su percepción y el tratamiento de los no ciudadanos2. En la gestión de la pandemia, las fronteras nacionales se vigilaron más estrictamente y el Gobierno de Malasia mantuvo su postura, a pesar de las críticas de los defensores de los derechos humanos locales y mundiales, de hacer retroceder a los solicitantes de asilo rohingya que llegaban en barcos huyendo de la persecución religiosa. Aproximadamente 101 000 refugiados rohingya han encontrado refugio en Malasia.
Como malaya, me entristece a veces la virulencia dirigida contra los marginados, que se ven triplemente apesadumbrados por carecer de