I. Disposición de los dones sobre la mesa
Los relatos de la última cena nos transmiten las palabras y los gestos de Jesús en esa cena de despedida. Una cena que, según refieren los sinópticos, fue pascual. Pero no solo conocemos, a través de los relatos, lo que dijo e hizo Jesús en esa cena; conocemos también el comportamiento de la comunidad cristiana al celebrar la fracción del pan. Ese es el resultado de las investigaciones del eminente teólogo Joachim Jeremias1. Esta apreciación del exégeta alemán va a servirme de base para diseñar la estructura de este libro.
Por eso voy a seguir el desarrollo que aparece en los relatos (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,15-20; 1 Cor 11,23-26).
1º. «Tomó el pan», «tomó el cáliz». Son los gestos iniciales; uno referido al pan, y el otro, referido a la copa de vino.
2º. «Pronunció la bendición». Es el segundo gesto; algunos relatos, en cambio, dicen que Jesús «dio gracias». Es lo mismo. «Dar gracias», «bendecir», «alabar», «glorificar»: todos estos términos hacen referencia al mismo tipo de plegaria. Pero esto lo comentaré más ampliamente en otro momento.
3º. «Lo partió [el pan]». Es un gesto paradigmático, cargado de simbolismo. Hasta el punto de servir para designar el conjunto de la eucaristía, llamada en los primeros tiempos «fracción del pan» (Hch 2,42; 20,7).
4º. «Se lo dio diciendo». De ese modo, tan simple, se describe la distribución del pan y del vino.
Habría que anotar también que, según los relatos de Lucas y Pablo, que reflejan el estrato más arcaico de la celebración eucarística, seguramente antes de unificar los ritos del pan y de la copa, existiría en el marco mismo de la liturgia eucarística la celebración de una cena de fraternidad.
Es esta una estructura piramidal en cuyo vértice hay que colocar la plegaria de acción de gracias: se toman los dones del pan y del vino, se pronuncia sobre ellos la plegaria de bendición o de acción de gracias y, después de haber partido el pan, se ofrecen estos dones a los asistentes para que sean compartidos por toda la comunidad. Hace ya algunos años, el liturgista alemán Theodor Schnitzler desarrolló esta idea en un precioso librito2. En él, al analizar el canon de la misa, diseñó la estructura de esta plegaria interpretándola en clave piramidal y colocando la consagración en la cúspide. Ahí culmina no solo el canon o plegaria de acción de gracias, pues es toda la liturgia de la eucaristía la que encuentra su punto álgido, su momento culminante, al pronunciar el sacerdote la plegaria de bendición, la acción de gracias, la anáfora.
Esta es la clave que explica el montaje de este libro. Mi intención principal, la prioritaria, es analizar y esclarecer la riqueza de esa plegaria que los or