Hubo un tiempo en el que para nosotras, para nosotros, no existía el juego educativo, ni el juego escrito, existía jugar.
Jugábamos y el juego nos ocupaba, nos poseía: era la carrera y el salto llenándolo todo, era la emoción, el riesgo, el vértigo. No era difícil, era tan sencillo como meter la mano en la arena, levantarla y sentir cómo va resbalando por los dedos…
No podemos volver a s