En plena Segunda Guerra Mundial, época que Irlanda vivió de manera bien diferente al resto de Europa, dada su neutralidad y su ombliguismo por entonces (en doble sentido, ya que acababa de nacer como país independiente tras siglos de dominio británico y aún trataba de cortar definitivamente el cordón umbilical con Inglaterra); en tiempos, digo, que en la isla se denominaron no «The War», sino «The Emergency», como gusta de recalcar cómicamente Ronnie Drew, cantante de The Dubliners, un joven escritor de Strabane, condado de Tyrone, publicó una novela en irlandés,An béal bocht. Era 1941, y ese hombre de treinta años se llamaba Brian O’Nolan. El libro lo firmó no obstante como Myles na gCopaleen, en guiño a un personaje de una obra de teatro de Dion Lardner Boucicault estrenada en Nueva York en 1860, en la que alguien con ese nombre encarnaba a ojos de la era victoriana la imagen estereotipada del palurdo irlandés, tan grata al regocijo de propios y extraños. Como por su condición de funcionario no podía utilizar su propio nombre en las colaboraciones en prensa, este seudónimo lo emplearía también en una columna memorable deTheIrish Times, comenzada en 1940 con el títuloCruiskeen Lawn y antologada tras su muerte en varios volúmenes desopilantes y de relativamente exitosa andadura comercial. Ese escritor, sin embargo, alcanzaría cierta fama en todo el mundo bajo otra de sus adscripciones, Flann O’Brien, con la que firmó algunas novelas memorables en inglés, comoEn Nadan-Dos-Pájaros, o, más recientemente,El tercer policía yCrónica de Dalkey (estas dos últimas, también publicadas en la editorial Nórdica, a la que hay que felicitar por ello).
O’Brien (convengamos en llamarlo por el nombre que le ha dado más celebridad, aunque sea seudónimo con el que, ya lo hemos dicho, en realidad no firmó el libro que hoy presentamos) quiso hacer una sátira de todo un género que había arraigado recientemente en Irlanda, el de los libros memorialísticos sobre la áspera vida en las zonas de habla gaélica del oeste, con la autobiografía de Tomás Ó Criomthain a la cabeza: la pioneraAn tOileánach (El isleño, 1929). Robin Flower, un estudioso de Oxford que llegó a trabajar en el Departamento de Manuscritos del Museo Británico, la puso poco después en inglés. Tomás era natural de la Gran Blasket, una inhóspita isla frente a la península de Dingle, en el condado de Kerry, que fue definitivamente abandonada en 1953 dadas las pésimas condiciones de vida que soportaban sus habitantes. Debemos a W. B. Yeats una remembranza de cómo surgió aquella moda: «Hace algunos años, el Gobierno Irlandés, a causa de la falta de textos en irlandés moderno que tenían los estudiantes, pidió a Mr. Robin Flower que persuadiera a uno de sus habitantes de más edad (de la Gran Blasket) para que escribiera su vida. Después de mucho esfuerzo consiguió que los hechos principales de esta quedaran reflejados en la página de un cuaderno, y pensó que con eso había terminado su tarea. Entonces Mr. Flower le leyó algunos capítulos de las memorias de Gorki». Y Ó Criomthain, que vio que el libro del ruso estaba escrito sin afectación, como una pieza de narrativa oral, a la que él estaba tan acostumbrado, desgranó los episodios de su vida en un libro que Yeats recuerda fue muy comentado. Fue el mismo poeta quien presidió aquella comisión del Senado para la publicación de libros en irlandés. Ahora bien, se equivoca en algún dato en este ejercicio propio de memorialismo: no fue Flower quien instó al isleño a narrar su vida, sino otro señor llamado Brian Kelly, que a su vez confió la edición del libro (su corrección de estilo, ordenación de materiales,etc.) a un tercero apodado An Seabhac. Hubo además otro libro que Kelly leyó a Ó Criomthain en improvisada traducción gaélica: el célebrePescador de Islandia de Pierre Loti. Así pues, las memorias de Gorki (Reminiscences of My Youth apareció en 1924) y el libro de L