: Gonzalo Velasco Arias
: Pensar la polarización
: Gedisa Editorial
: 9788419406170
: 1
: CHF 8.70
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: Politisches System
: Spanish
: 160
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Yo no estoy polarizado. Polarizados están los políticos, las redes sociales y los medios de comunicación. Nadie se considera partícipe de un fenómeno sobre el que, sin embargo, existe un enorme acuerdo social: la polarización es un riesgo para la salud de la esfera pública democrática. Un cierto propósito de enmienda puede parecer aconsejable (¿hice bien al compartir ese chiste sobre el político que más detesto?, ¿cuándo fue la última vez que intercambié ideas con alguien en mis antípodas ideológicas?). Pero, al mismo tiempo, ¿no resultan sospechosos esos discursos equidistantes que reparten la culpa en todos por igual? Apelar a que actuemos con más responsabilidad cuando participamos en el debate público, ¿no es como pedir al náufrago que se salve nadando, o al desahuciado que conserve su casa ahorrando más dinero? El propósito de este libro es delimitar la responsabilidad y el margen de acción de la ciudadanía ante el problema de la polarización. Con este fin, trata de aclarar qué tipos de polarización existen, cuáles son los factores que la explican, qué consecuencias tiene para nuestro ideal de espacio público, y qué procesos psicológicos, éticos, epistemológicos e ideológicos condicionan su propagación.

Gonzalo Velasco Arias es profesor de Filosofía en la Universidad Carlos III de Madrid. Especializado en filosofía social, sus principales campos de interés son el estudio de las emociones políticas y el análisis de la responsabilidad moral en contextos de injusticia estructural. Forma parte de los proyectos de investigación «Los desacuerdos morales en la esfera digital» (Fundación BBVA) y «El vínculo y su contrario. Desafección, mediaciones y su representación política» (Ministerio de Ciencia e Innovación). Ha realizado estancias en las universidades de Tufts y Cornell. Además de su labor académica, colabora como analista político en el programa de radio Hoy por Hoy (Cadena SER).

Polarizado lo estarás tú

Tú no estás polarizado. Polarizados están los políticos, tan dramáticos y exagerados, con sus alocuciones efectistas e incendiarias en parlamentos y platós de televisión, su tono de contienda bélica y de desprecio callejero hacia el adversario. Polarizadas están las redes sociales, donde tanto abundan el insulto y la sorna, donde discrepar equivale a militar y opinar implica exponerse a los calificativos y las etiquetas de los demás. Polarizados están los medios de comunicación, previsibles los periódicos en sus editoriales, previsibles los tertulianos televisivos en su comedia costumbrista de izquierdas y derechas, no menos que los presentadores en sus no siempre bien disimuladas afinidades electivas hacia tal o cual político. Y polarizado está, desde luego, el partido del otro extremo de tu espectro ideológico, sus portavoces, y esa pequeña muestra de convencidos a quienes la contingencia o el destinote impide evitar: el portero lenguaraz del edificio donde vives o trabajas, cierto pariente de asistencia invariable a las reuniones familiares, el desinhibido conductor del taxi que azarosamente tomaste para aquel trayecto.

Y sin embargo, si lo piensas con un poco de sinceridad y detenimiento, repararás en que hace tiempo que no estás de acuerdo con ninguna propuesta o intervención del principal partido político del espectro ideológico contrario. Reconocerás que, incluso, en más de una ocasión has derrochado epítetos descalificativos hacia sus líderes. Aceptarás, también, que has expresado públicamente firmeza y convicción por leyes y medidas relativas a materias sobre las que no tienes demasiada competencia ni, por tanto, capacidad para justificar tu opinión (quizás en relación con los impuestos, con políticas energéticas o con procesos judiciales polémicos). Convendrás, del mismo modo, que presumes explícita o implícitamente de conocer bien cómo razona y cuáles son las motivaciones ocultas de quien piensa de manera distinta, que hace tiempo que ningún desacuerdo te lleva a cambiar radicalmente de opinión, o que tus intervenciones en redes sociales suelen ser apoyadas y arengadas por usuarios (siempre los mismos) muy parecidos a ti en sus manifestaciones ideológicas, en sus opciones estéticas e, incluso, en sus formas de vida.

Si en efectoesto es así, si no es raro que identifiques como propia alguna de estas experiencias, puede que tampoco sea descabellado dudar de que, quizás, estás contribuyendo en algo a eso que, de forma a veces difusa, llamamos polarización. Cuando manifiestas tus convicciones, ¿demonizas también a quienes piensan distinto?, ¿priorizas tus afinidades identitarias (partidos políticos, generadores de opinión) a la rigurosa deliberación sobre lo que acontece?, ¿has dejado de escuchar al diferente, al que consideras sin concesiones un contrincante competitivo? Sin lugar a dudas, estas y otras muchas son preguntas que resulta urgente que nos planteemos hoy, sobre todo si aceptamos —y sobre este diagnóstico sí parece haber un consenso— que vivimos tiempos en los que la discusión pública se ha degradado hasta el punto de minar las condiciones de posibilidad de nuestras democracias. Empezar por evaluar si cada uno de nosotros está contribuyendo a ese deterioro del espacio público puede ser una iniciativa de compromiso cívico y prudencia epistémica. De compromiso cívico porque, como analizaré más adelante, la deliberación respetuosa entre iguales es el ideal comunicativo de nuestro modelo de democracia. Y es una cuestión de prudencia también, porque nadie que viva en sociedad es inmune a un estado de «falsa conciencia», es decir, a una representación tergiversada del orden social que dificulte la comprensión de nuestro papel en los fenómenos sociales e impida tanto que asumamos una correcta responsabilidad ante las cosas que pasan como que actuemos en la dirección adecuada para cambiarlas. Hacer una revisión crítica de nuestras creencias y actitudes para valorar nuestra relación con ellas (preguntarnos, por ejemplo, si hemos aceptado tácitamente ciertas creencias que no mantendríamos tras un examen pausado) parece un ejercicio saludable desde muchos puntos de vista