INTRODUCCIÓN
LA BRECHA EN LA SOCIEDAD
¿Las sensaciones son asuntos puramente personales? ¿Cuándo un contacto empieza a ser molesto? ¿Cuánta proximidad resulta agradable y está, por tanto, permitida? ¿Y dónde está el límite de lo que está permitido decir? ¿Qué expresiones vulneran la dignidad del hombre y qué expresiones la respetan? ¿Hay que eliminar el masculino genérico? ¿Hay derecho a emplear laN-Word o «palabra que empieza por ene», aunque sea como cita? En caso de duda, ¿quién lo decide? ¿Están las víctimas más cerca de la verdad que las no-víctimas porque han sufrido la violencia —verbal o física— en sus propias carnes? ¿Es la vulnerabilidad la nueva fortaleza?
Ya hablemos deMe Too o deBlack Lives Matter, de los debates sobre el lenguaje inclusivo, de los avisos de contenidos que pueden herir la sensibilidad o de la libertad de expresión, de la lucha por el reconocimiento de grupos discriminados o de las sensibilidades de quienes temen perder sus privilegios: evidentemente nunca habíamos estado tan ocupados con reajustar el límite de lo tolerable. Y sin embargo, parece que en el discurso sobre estos temas las posturas se vuelven cada vez más inamovibles: se enfrentan irreconciliablemente liberales contra igualitarios, gente de derechas contra gente de izquierdas, viejos contra jóvenes, afectados contra no afectados. Mientras que unos dicen «¡Tampoco es para tanto, sois unos “copos de nieve” hipersensibles!», los otros responden: «¡Injuriáis e insultáis, vuestro lenguaje está manchado de sangre!». El efecto de este choque frontal es una erosión progresiva de la cultura democrática del discurso y la apertura de una brecha en mitad de la sociedad que apenas se puede cerrar ya.
Tanto más acuciante será entonces preguntar dónde se puede hallar una vía de salida. Propongo dar un paso atrás y, sin entrar en polémicas, esclarecer un desarrollo que está indisolublemente asociado con la génesis del sujeto moderno: la progresiva sensibilización del yo y de la sociedad.
SENSIBILIDAD ACTIVA Y SENSIBILIDAD PASIVA
«Sensible» significa susceptible, percipiente, receptivo. En su sentido positivo, el término se emplea casi siempre para definir una capacidad muy marcada de empatizar con otros, mientras que, en su sentido negativo, designa la hipersensibilidad de un sujeto que no está preparado para la vida. Un vistazo a la historia de la filosofía muestra que esta tensión tiene una larga tradición.
Ya en la Edad Media se distinguía entre una sensibilidad activa, que en un sentido moral se orienta empáticamente hacia el mundo, y una sensibilidad pasiva, que es receptiva y reacciona a estímulos externos.1 La sensibilidad activa significa algo así como «estar dotado de sensibilidad»:2 generalizando, es la sensibilidad virtuosa, noble, buena, receptiva para la verdad divina. En el sigloXVIII se reelaboró sistemáticamente como sentimiento moral: simplificando, es el instinto natural del hombre de hacer espontáneamente el bien.
Por el contrario, la sensibilidad pasiva designa en general «lo que puede sentirse».3 En su sentido positivo, este aspecto pasivo (sobre todo durante la época de la sentimentalidad) se equiparaba con las emociones. Pero esta sensibilidad se tomaba predominantemente en su sentido negativo, como lo propio de quien es muyllorica o enseguida se exaspera, y también (por ejemplo, en Tomás de Aquino) para designar la complacencia sexual. Los materialistas del sigloXVIII denominaban la sensibilidad pasivasensibilité physique, refiriéndose a la irritabilidad nerviosa.
Un vistazo al presente muestra claramente que la sensibilidad activa y la pasiva a menudo van emparejadas: casi siempre se considera reprobable y falso lo que irrita los ánimos, y a la inversa; y este fenómeno se da en todas las posturas políticas, aunque de diversas maneras. Mientras que las fuerzas de la dere