: Luis Vélez de Guevara
: Ángel R. Fernández, Ignacio Arellano
: El diablo cojuelo (CC 170)
: Castalia
: 9788497409179
: 1
: CHF 4.50
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 256
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Según cuenta la leyenda, un pobre diablo fue de los primeros en alzarse en la rebelión celestial y caer a los infiernos. Fue entonces cuando el resto de los diablos le cayeron encima... y de ahí quedó cojo. Son muchas las referencias en la tradición popular española al diablo cojuelo, figura que, gracias a su pintoresca forma de andar por el mundo, se aleja de la concepción para acercarse a la risa y a la picaresca. Pero fue, sin duda, la obra de Luis Vélez de Guevara, escrita en 1641, la que mayor fama le ha dado a lo largo de la historia. Un estudiante que huye de la justicia entra en la buhardilla de un astrólogo. Allí se encuentra con un diablo encerrado en una redoma y lo libera. En agradecimiento, éste levanta los tejados de Madrid y le enseña las miserias, trapacerías y engaños de sus habitantes. De este modo, a través de tal singular persona, Guervara refleja , a modo de sátira ingeniosa, las costumbres, la cultura y los usos literarios de la época barroca. EDICIÓN REVISADA

LUIS VÉLEZ DE GUEVARA ( 01-08-1579 / 10-11-1644 ) Dramaturgo y novelista español de Siglo de Oro, autor de El diablo Cojuelo, su obra más popular. Encajaría en la corriente del conceptismo dentro del Barroco. Como autor dramático es un continuador de la comedia nueva de Félix Lope de Vega. Como él, insertó romances populares y canciones de la lírica popular en sus piezas y adaptó temas heroicos de la historia nacional. entre sus obras destacan comedias de tema histórico como Atila, azote de Dios, Tamerlán de Persia y El príncipe esclavo, aunque su obra maestra en esta temática es Reinar después de morir, donde adapta con gran finura y altura poética los trágicos amores de Inés de Castro. También destacan: Más pesa el rey que la sangre dramatiza la leyenda de Guzmán el Bueno, La restauración de España, El diablo está en Cantillana. Tambien se inspiró en leyendas folclóricas de romances y cancioncillas populares en La serrana de la Vera y La niña de Gómez Arias. También compuso Vélez comedias bíblicas como La hermosura de Raquel, Santa Susana y La Magdalena, así como no pocas piezas pertenecientes al género del auto sacramental. Como narrador su obra cumbre es El diablo Cojuelo, publicada en 1641 cuyo fin es ofrecer una panorámica de la sociedad en todos sus niveles, lo que logra tomando además un gran valor documental agregado para la imaginería de la época. Ataca en especial el vicio de la hipocresía y especialmente a la nobleza de Madrid, donde estaba entonces la Corte, y de Andalucía. La obra fue pronto traducida a las lenguas europeas y suscitó imitaciones, como Le diable boiteux (París, 1707), de Alain-René Lesage.

INTRODUCCIÓN BIOGRÁFICA Y CRÍTICA

1.El hombre.Vida y perfil de personalidad

Luis Vélez de Guevara nació en Écija el 26 de agosto de 1578 (si nos atenemos al testimonio de su hijo Juan Vélez)1 o en 1579 (según consta en su partida de bautismo).2 Sus padres fueron Diego Vélez de Dueñas y Francisca Negrete de Santander, el uno oriundo de Jerez de la Frontera, la otra, de Écija.3 Por tanto, los apellidos de nuestro autor fueron Vélez de Dueñas hasta 1608; en este año cambia de Dueñas por de Guevara, que pertenecía a un lejano e ilustre antepasado, el caballero don Llorente Vélez de Guevara.

Estudió en Osuna, y se graduó de Bachiller en Artes en 1596.4 Interrumpe los estudios, y ese mismo año entra al servicio del cardenal de Sevilla, Rodrigo de Castro,5 con quien permaneció cuatro años. Con el cardenal asistió, en la corte, a la boda proyectada de Felipe III y Margarita de Austria, que hubo de demorarse a causa de la muerte de Felipe II.

En 1600 pasa a Italia con el ejército del conde de Fuentes.6 Dos años de estancia allí, en el Milanesado y Nápoles, y regresa a España. Se constata su presencia en Valladolid en 1603, en Sevilla en 1604. Por fin se instala en Madrid al servicio del conde de Saldaña. Por esas fechas debió de contraer su primer matrimonio y comienza a darse a conocer como poeta; colabora en lasFlores de poetas ilustres de España de Pedro de Espinosa y hace amigos entre los escritores, como Lope. La actividad literaria va cimentando su buena fama de poeta y dramaturgo,7 actividades sobre las que no nos detendremos aquí; pero su economía es mala y las estrecheces lo agobian.8

Sus relaciones con el conde de Saldaña no fueron satisfactorias, y el mismo Lope hubo de terciar en alguna ocasión. Pasó luego al servicio del marqués de Peñafiel, primogénito del duque de Osuna, y algo mejoró su suerte,9 aunque también ahora anduvo en mano de prestamistas por estar apremiado por deudas anteriores. Lo que revela que Luis Vélez era hombre que gastaba, que presumía (en vestidos, en ajuar –tal como revelan los documentos de Pérez Pastor–), que anduvo muchas veces, si no siempre, entrampado, que hubo de pedir ayuda reiteradamente y que llegó a tener fama de pedigüeño en aquella corte ostentosa y aduladora.10

En 1625 se lo nombró ujier del Palacio Real, pero tampoco esto sirvió de remedio a su penuria, ya que sólo tuvo efectividad en 1635.

Esta situación condicionó toda su vida, y los memoriales poéticos dirigidos a los nobles mendigando ayuda «componen un doloroso cuadro de época», según Alborg. Cuadro que se agrava por el contraste con su condición de hombre orgulloso y de gesto altivo; todo unido a las vicisitudes familiares: viudo dos veces; su primera esposa muere en 1615 y le deja dos hijos; cuatro años después, en 1619, casa por segunda vez y su esposa muere en ese mismo año; en 1626 contrajo el tercer matrimonio.11 Mas no obsta todo ello para que, español de su tiempo y andaluz típico, estuviera abierto a la simpatía y la amistad, no sin que alguna vez las relaciones sociales originaran conflictos y pendencias. Sus anécdotas y donaires andaban de boca en boca.12

Todo lo que venimos reseñando no entorpece para que admitamos también aspectos serios de su personalidad, relacionados, acaso, con su origen judío y revelados sobre todo en su quehacer dramático.

Nos parece más discutible verlos enEl diablo cojuelo, tras la sátira y el ingenio, ya que no hay en él un tono verdaderamente didáctico y mucho menos moralizador, a no ser que llevemos el «desengaño», tópico dé la época, a una categoría moral que no parece tener aquí. Por encima de todoEl diablo cojuelo es un libro ingenioso y divertido.13

Luis Vélez de Guevara administra sabiamente su risa íntima y su condición de cortesano, entre una alabanza oportuna y un distanciamiento crítico. «El secreto desprecio hacia una nobleza frívola y superficial», que señala Reichenberger,14 fue compatible con el elogio interesado.

No son pocos, algunos ya citados, los elogios que le tributaron sus contemporáneos. Rodríguez Marín15 recoge los de Lope de Vega, buen amigo y valedor; de Claramonte, Tamayo de Vargas, Pérez de Montalbán y Salas Barbadillo. Menos pomposos son los citados de Cervantes, elogiando su natural alegre y su discreción cortesana.

Parte de la crítica actual anda empeñada en rebajar los tonos de una personalidad entrevista sólo como festiva, apicarada, ingeniosa y cortesana. Y trata de dar relieve a su seriedad y hasta a su amargura reprimida, puesta de relieve en su creación literaria.16 Esta es la tesis de G. Peale, que le sirve para justificar el cambio de apellido y el