: Hannah Arendt
: Poemas
: Herder Editorial
: 9788425439810
: 1
: CHF 6.10
:
: Biographien, Autobiographien
: Spanish
: 176
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En este volumen se reúnen por primera vez todos los poemas de Hannah Arendt y se muestra que su obra, sin una estrecha relación con la poesía, sería inconcebible. Hannah Arendt es reconocida como una de las pensadoras más importantes del siglo XX. Sin embargo, muy pocos saben que durante décadas escribió poesía. Los poemas de Hannah Arendt son una expresión del sufrimiento causado por la pérdida: ya sea la pérdida de la 'edad dorada' que es la infancia, la añoranza de la patria desde el exilio o el dolor por la muerte de los seres queridos. Pero si la pérdida causa sufrimiento es porque, a pesar de la ruptura, el amor persiste. Es cierto que Arendt a veces expresa el anhelo de aplacar el dolor a través del desvanecimiento de la conciencia (el sueño, la noche) o una evasión mental (el baile), pero sabiendo que son lapsos, pausas o descansos provisionales de los que luego se regresa. Es posible insensibilizar al dolor mitigando el amor, pero es más irrenunciable el amor que insoportable el sufrimiento.

Hannah Arendt (Hannover, 1906 - Nueva York, 1975), pensadora alemana de origen judío, estudió filosofía y teología con Heidegger, Jaspers y Bultmann. Emigró a París en 1933, y en 1941 fijó su residencia en Estados Unidos, donde se dedicó al periodismo y la docencia. Figura clave de la filosofía política del siglo XX, entre su producción ensayística destacan 'Los orígenes del totalitarismo', 'La condición humana', 'Sobre la revolución' y 'Eichmann en Jerusalén'.

Poemas 1923-1926

[1] [SIN TÍTULO]

No hay palabras que irrumpan en la oscuridad

ni dioses que alcen la mano.

Adonde quiera que mire…

tierra amontonándose.

No hay formas que se desprendan

ni sombras que se ciernan.

Y sigo oyendo todavía:

«Demasiado tarde, demasiado tarde».

[2] EN TONO DE COPLA POPULAR

Cuando volvamos a vernos

florecerá la blanca lila

y yo te envolveré en almohadas

para alejar de ti las nostalgias.

Alegrémonos entonces

de que el vino seco

y los fragantes tilos

nos encuentren todavía juntos.

Pero cuando caigan las hojas,

entonces separémonos.

¿Exasperarse para qué?

Habrá que arrostrar ese sufrimiento.

[3] CONSUELO

Llegarán las horas

en que las viejas heridas,

esas que olvidamos hace tiempo,

amenazarán con consumirnos.

Llegarán los días

en que ninguna balanza

de la vida y los pesares

podrá inclinarse hacia uno u otro plato.

Trascurrirán las horas

y pasarán los días.

Pero una ganancia sí nos quedará:

la mera persistencia.

[4] SUEÑO

Pies levitando con patético fulgor.

Yo misma,

también yo bailo

liberada de la gravedad

hacia la oscuridad y el vacío.

Espacios comprimidos y proscritos de tiempos pasados,

lejanías recorridas,

soledades perdidas

comienzan a bailar, a bailar.

Yo misma,

también yo bailo.

Con irónica temeridad

nada he olvidado:

conozco el vacío

y conozco la gravedad.

Con irónico fulgor

bailo y bailo.

[5] CANSANCIO

Crepúsculo vespertino:

quedamente quejumbrosa

suena aún la llamada de los pájaros

que yo creé.

Grises paredes

se derrumban

mientras mis manos

se reencuentran.

Lo que llegué a amar

no puedo asirlo.

Lo que me rodea

no puedo dejarlo.

Todo se hunde.

El crepúsculo se cierne.

Nada puede someterme:

así viene a ser el curso de la vida.

[6] SUBURBANO

Emergiendo de la oscuridad

y serpenteando hacia la claridad,

veloz y altanera,

esbelta y frenéticamente rebosante

de fuerzas humanas,

urdiendo atenta

caminos ya trazados,

por encima de las prisas

con olímpica indolencia,

veloz, esbelta y frenéticamente henchida

de unas fuerzas humanas

de las que se desentiende,

escurriéndose hacia la oscuridad,

sabedora de las cosas de arriba:

así vuela sinuosa

una bestia amarilla.

[7] DESPEDIDA

Dejad que ahora os estreche la mano, días etéreos.

No huiréis de mí: no hay escapatoria

a lo vacío y atemporal.

Pero el signo más arcano de un viento ardiente

me rodea con su soplo: no quiero escabullirme

al vacío de tiempos de cohibición.

Ay, conocisteis la sonrisa con la que me entregaba.

Sabíais cuántas cosas ocultaba yo en silencio

para yacer tendida en prados y hacerme vuestra.

Pero ahora la sangre, que nunca ha reprimido,

me llama para que acuda a barcos que jamás mariné.

La muerte está en la vida. Lo sé, lo sé.

Por eso dejadme que os estreche la mano, días etéreos.

No me perderéis. Como señal os dejo aquí

esta hoja y la llama.

[8] [SIN TÍTULO]

Paso los días desorientada.

Pronuncio palabras sin peso.

Vivo en una oscuridad sin visión.

Carezco de timón en la vida.

Sobre mí se cierne monstruoso,

como un nuevo pájaro enorme y negro,

el rostro de la noche.

[9] A…

Toma la pesada carga de mis deseos.

La vida es amplia y no tiene prisa.

Restan aún muchos países en el mundo

y abundantes noches al descampado.

¿Pues quién conoce la balanza

de la vida y los pesares?

Quizá en los días de senectud

todo esto se dirima.

[10] [SIN TÍTULO]

La dicha no es esto,

como se figuran

quienes mendigan y lloran

y acuden a los templos

para asistir desde el atrio a misa

y a una consagración que no comprenden,

mirándola con malos ojos, para luego darse la vuelta

y lamentar una vida malograda.

¿Qué es la dicha para aquel

que está avenido consigo mismo,

cuyo pie solo huella

lo que está destinado para él,

para aquel que no conoce otra frontera ni otro derecho que el conocerse,

ni otro signo que lo marque en su estirpe que el nombrarse?

[11] CREPÚSCULO

Crepúsculo que te hundes,

que aguardas, que haces señas:

Gris es la marea.

Crepúsculo que guardas silencio,

que sin hacer ruido declinas,

que exhortas y te lamentas,

que dices cosas silentes:

Gris es la marea.

Crepúsculo que consuelas,

que mitigas y sanas,

que señalas lo oscuro

y rondas lo nuevo:

Gris es la marea.

[12] ENSIMISMAMIENTO

Cuando contemplo mi mano

—una cosa ajena pero emparentada conmigo—

de pronto no estoy en ningún país,

no quedo sujeta a ningún aquí ni a ningún ahora,

ni quedo ligada a ningún qué.

Entonces me siento como si tuviera que despreciar el mundo:

pues bien, por mí que transcurra el tiempo

con tal de que no sucedan más señales.

Contemplo mi mano,

que guarda un parentesco conmigo inquietantemente cercano,

siendo no obstante una cosa distinta.

¿Es más de lo que yo soy?

¿Tendrá un sentido superior?

[13] CANCIÓN ESTIVAL

Dejo que mis manos se deslicen

por la dorada plenitud del verano,

mientras mis miembros se estiran dolorosamente

hasta la oscura y pesada tierra.

Campos que declinan sonoros,

senderos que el bosque sepulta,

todo nos fuerza a guardar riguroso silencio:

que si sufrimos es porque amamos;

que la mano sacerdotal no marchite

el sacrificio ni la plenitud,

y que en medio de una noble y diáfana quietud

no se nos extinga laalegría,

pues las aguas se desbordan,

la fatiga quiere destruirnos

y nosotros nos dejamos la vida

cuando amamos, cuando vivimos.

[14] [SIN TÍTULO]

¿Por qué me das la mano

con timidez y como a escondidas?

¿Tan lejano es el país del que vienes?

¿No conoces nuestro vino?

¿En tamaña soledad vives

que no conoces nuestra hermosísima fogosidad

cuando estamos uno en otro

con el corazón y con la sangre?

¿No conoces las alegrías diurnas

cuando uno va con el amado?

¿Ni conoces la despedida vespertina

cuando uno va aquejado de pesadumbre?

Vente conmigo y quiéreme,

no pienses en tus miedos.

¿Acaso no puedes sincerarte?

Ven y toma y da.

Vayamos luego por los campos dorados

—amapola y trébol silvestre—,

y más tarde, en el ancho mundo,

nos llegará a doler

cuando sintamos que el recuerdo

sopla con fuerza en el viento,

cuando, estremeciéndose, suspire nuestra alma

con una ternura de ensueño.

[15] DESPEDIDA

Tú nos provocas el duelo de que nada perdura para nosotros

y nos brindas esperanza cuando tantas cosas se apresuran,

eres para nosotros señal de alegría y dolores,

nos muestras los caminos y abres los corazones.

Tú ensamblas como jamás lo harían nuestras manos.

Creemos en la fidelidad y sentimos el cambio.

No podemos decir hasta qué punto nos unimos.

Lo único que podemos hacer es llorar.

[16] FINALES DE VERANO

El anochecer me ha arropado

tan suave como el terciopelo, tan pesaroso como el sufrimiento.

Ya no recuerdo a qué sabe el amor,

ya no recuerdo la incandescencia de los campos,

y todo busca desvanecerse

para solo a mí darme reposo.

Pienso en él y le quiero,

pero el venir y el dar me resultan extraños,

como si vinieran de un país lejano,

y apenas sé qué es lo que me cautiva.

El anochecer me ha arropado

tan...