Este libro es un fragmento de intensa historia, tal como yo la veo. No pretende ser más que el relato detallado de la Revolución de Noviembre, cuando los bolcheviques, al frente de los trabajadores y soldados, tomaron el poder estatal ruso y lo pusieron en manos de los sóviets.
Naturalmente, trata en gran parte del «Petrogrado Rojo», la capital y el corazón de la insurrección. No obstante, el lector debe comprender que lo que ocurrió en Petrogrado se produjo casi por duplicado, con mayor o menor exactitud y a diferentes intervalos de tiempo, en toda Rusia.
En este libro, el primero de una serie que estoy escribiendo, me limitaré a hacer una crónica de los acontecimientos que observé y viví en persona, y de los avalados por pruebas fiables, precedida por dos capítulos que resumen los antecedentes y las causas de la Revolución de Noviembre. Soy consciente de que estos dos capítulos son de difícil lectura, pero resultan esenciales para entender lo que sigue.
Muchas preguntas asaltarán al lector. ¿Qué es el bolchevismo? ¿Qué clase de estructura gubernamental montaron los bolcheviques? Si los bolcheviques defendieron la Asamblea Constituyente antes de la Revolución de Noviembre, ¿por qué luego la derrocaron mediante las armas? Y si la burguesía se opuso a la Asamblea Constituyente hasta que el peligro del bolchevismo se hizo visible, ¿por qué la defendieron después?
Estas y muchas otras preguntas no pueden responderse aquí. En otro volumen,De Kornílov a Brest-Litovsk, trazo el curso de la revolución hasta, e incluyendo, la paz alemana. Allí explico el origen y las funciones de las organizaciones revolucionarias, la evolución del sentimiento popular, la disolución de la Asamblea Constituyente, la estructura del Estado soviético, y el transcurso y resultado de las negociaciones de Brest-Litovsk…
Al considerar el surgimiento de los bolcheviques, es necesario comprender que la vida económica rusa y el Ejército ruso eran el resultado lógico de un proceso que empezó allá por 1915. Los corruptos reaccionarios que controlaban la corte del zar se propusieron destruir Rusia con el fin de concertar una paz por separado con Alemania. La falta de armas en el frente, que había causado la gran retirada en el verano de 1915, la escasez de víveres en el Ejército y en las grandes ciudades, el colapso de las manufacturas y el transporte en 1916, todo ello, como sabemos ahora, formaba parte de una gigantesca campaña de sabotaje, que fue frenada a tiempo por la Revolución de Marzo.
Durante los primeros meses del nuevo régimen, a pesar del caos inherente a una gran revolución en la que ciento sesenta millones de personas, entre las más oprimidas del mundo, alcanzaron de pronto la libertad, tanto la situación interna como el poder combativo del Ejército, de hecho, mejoraron.
Pero la «luna de miel» fue corta. Las clases pudientes querían una mera revolución política, que quitaría el poder al zar y se lo daría a ellas. Querían que Rusia fuera una república constitucional, como Francia o Estados Unidos, o una monarquía constitucional, como Inglaterra. Las masas populares, por su parte, querían una verdadera democracia industrial y agraria.
William English Walling, en su libroEl mensaje de Rusia, un relato de la revolución de 1905, describe muy bien el estado de ánimo de los trabajadores rusos, que después apoyarían el bolchevismo casi unánimemente:
[Los trabajadores] Compren