: Alberto Menéndez Enríquez
: Cuentos de mal humor
: RUTH
: 9789590908484
: 1
: CHF 4.40
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 236
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Es un libro de minicuentos que aborda, con ironía y fino humor, las contrariedades de la vida, los conflictos resultantes de la naturaleza humana... La mayoría de las historias se desarrollan en la Cuba contemporánea. El autor se apoya en breves fábulas de las que se sirve para desenmascarar al hombre en su verdadera naturaleza.

Alberto Menéndez Enríquez (La Habana, 1960). Doctor en Ciencias Médicas. Ha publicado bajo el sello Extramuros, los títulos La casa de los Fernández (2006), Los excluidos del reino (2010) y El ojo del otro (2014). Más allá del papel (2019), vio la luz por la Casa Editora Abril. Obtuvo el primer premio en el certamen Miniatura de España (2005), así como en el Manuel Cofiño (2005), La media cuartilla (2011), Farraluque (2015), y primera mención en el concurso de humor Aquelarre (2013), entre otros. Varias de sus narraciones aparecen recogidas en antologías nacionales y extranjeras.

 

 

 

La mueca en la risa

 

 

 

¿¿Y por qué no?, pues hasta mi polvo ríe
al pensar en esa divertida cosa que llamamos vida.?

Edgar Lee Masters

Currículo

 

V aya usted a saber, si yo apenas tengo alguno. Pero la gente dice: «Compadre, no te atrevas a participar en ninguna competencia, porque esos personajes del jurado primero premian tus antecedentes y después la obra». Lo que puedo mostrar son dos menciones y un finalista. Así no consigo nada ni en los encuentros municipales. Hasta me han asegurado que algunos subrayan: «Solo se reseñan los premios más importantes». Si los especifican, el jurado se demora más leyendo el «C» —ya les aburre la palabreja, ¿verdad? — que el resto del trabajo. Entiendo la modestia de los famosos y, salvando las distancias, se me ocurrió explicar los sinsabores que uno engulle para conquistar esos laureles.

Mi amigo del taller está enfermo de letras y me señala: «Lo que hace falta es que vean muchas hojas… apenas las leen. Nada más se fijan en el nombre del autor. Si el concurso es por seudónimo, ellos saben quién es El Cojo de los Tres Pasos o El Bizco de las Gafas Oscuras». Es su modo de expresarse. Quiere dar a entender que, si en el barrio todo el mundo se conoce, esa gente de la Uneac es algo muy parecido: hacen fiestas, toman whisky, tienen sus jevitas... Si pertenezco al jurado y el carnicero que me resuelve el pollo envía un cuaderno de prosa poética y me susurra por debajo del mostrador: «Broder, el mío se llamaEl vuelo de la pechuga»; no puedo revolver la basura y privarlo de una mención, porque después... Sin embargo, conociendo más de cercaLa rueda dentada, puedo asegurar que no es cierto. Mi amigo exagera con perversas intenciones adobadas con veneno de cascabel: muchos brillan con luz propia. Del grupo restante, en los tiempos por venir quedarán solo piezas arqueológicas: una pata del buró, el guardafangos del Lada o un bolsillo de guayabera relleno de papeles acuñados.

Una tarde, conversando en el bar, les expliqué a los socios el asunto del «C». Pichy descargaba sobre su mujer: le pega los tarros con los mismos que escuchan su trova; Chipojo, con el sueño de robar en una Cadeca, pero con los policías de fusil recortado similar a un batallón deLa guerrade las galaxias, no se decide; y así todo el mundo con sus aspiraciones. De pronto les digo: «Mi problema es el currículo». Y salta El Nene:«¿Todavía tú estás puesto pa’ la negra Curry? Desmaya eso campeón. Esa hembra volvió loco a un gallego, y con e