: José Martín Félix de Arrate
: Llave del Nuevo Mundo
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: 9788499534916
: Historia
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: Geschichte
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José Martín Félix de Arrate Acosta; nació en la Habana en 1701, fue historiador y político. Vinculado por lazos de consanguinidad a las más prestigiosas familias de la oligarquía habanera de la etapa. Se le considera como el primer historiador de Cuba por muchos ilustrados cubanos. Fue Regidor perpetuo del ayuntamiento de la Habana. Es el autor de Llave del Nuevo Mundo que constituye una muestra acabada de criollismo y modernidad, de la cual no se ha encontrado el manuscrito original y que refleja el modo de percibir Cuba, sus poblaciones y recursos sintetizando casi dos siglos de colonización española. Llave del Nuevo Mundo es una descripción completa de la sociedad cubana del siglo XVIII. La obra abarca cinco puntos: geografía y naturaleza, economía, unciones de las autoridades y magistraturas, cronología civil y eclesiástica, y una crónica cultural. «Por ser resguardo y conservación de los dilatados dominios en la vasta jurisdicción de la América [decidiose...] distinguir y conceder a La Habana, llamándola Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales.» José Martín Félix de Arrate

José Martín Félix de Arrate

Capítulo II. Prosigue la materia antecedente con algunas noticias de otras particularidades de la Isla


Sobre las apreciables excelencias de esta isla de Cuba, que dejo diseñadas en el capítulo antecedente, y que la hacen tan digna de ser reputada por una de las Hespérides en que fingió la antigüedad aquellos huertos y árboles que producían manzanas de oro, añadiré otras no menos considerables, sin tocarlas con aquella individuación que merecen, por no extenderme más de lo que juzgo conveniente al método de esta obra y fuerzas de mi pluma; siendo la primera tratar de la multitud y bondad de sus puertos, en que no solo excede esta Isla a otras de barlovento, pero a todas las del orbe.21 Pues sin contar algunas ensenadas y surgideros cómodos de menos nombre, y que en otras partes se estimarían por puertos, tiene innumerables en una y otra costa, las insignes bahías de Cuba, Guantánamo, Nipe, Jagua, Bahíahonda, Cabañas, Mariel, La Habana, Sagua y las Nuevitas; de las cuales las más no tienen semejanza en ambos mundos, y de cada una se pudieran escribir muchas particularidades, expresando su extensión, seguridad y fondo. Pero lo omito por excusar prolijidad, y no por el recelo de que puedan excitar curiosidades extranjeras, como lo explicó cierto grave autor, para no hacerlo, porque si en aquella edad fue prudente la precaución, ya en nuestros tiempos parece ociosa y aún ridícula, pues son más notorias sus circunstancias a los extraños o enemigos que a los naturales, como se evidencia en sus mapas, diseños y cuarterones.22


A consecuencia de la copia admirable de puertos que goza la Isla, daré con brevedad alguna noticia de las buenas y abundantes salinas que también tiene, de cuyo beneficio, como escribe don Francisco Orejón, le ha tocado bastante parte, proveyéndola la naturaleza sin auxilios del arte de un género tan preciso y precioso para la vida humana, y con tanta prodigalidad que, sin motivar falta al abastecimiento necesario de sus poblaciones, puede comunicarlo a otras del continente americano: como lo hace en ocasiones al reino de la Nueva España, en donde es más apreciable nuestra sal que la de las provincias de Campeche o Yucatán, por ser más blanca, más pura y de mejor grano.

Las salinas más principales de la Isla son las de Guantánamo, en la costa del sur, y la de la Punta de Hicacos en la del norte, que distará veinticuatro leguas de esta ciudad a barlovento, correspondiendo en ellas la abundancia y la calidad del grano, no siendo inferior la que se coge en el cayo llamado de Sal; pero éste, aunque muy cercano a nuestra costa, está separado del continente de la Isla, en que se diferencia de las expresadas.

No debo omitir entre las demás circunstancias de ella que ya he referido, y he de continuar en este capítulo, hacer alguna memoria de la naturaleza y costumbres de los indios en ella, sobre que hablan con uniformidad nuestros cronistas, asentando, sin discrepancia sustancial, eran de humor pacífico, dóciles y vergonzosos, muy reverentes con los superiores, de grande habilidad y aptitud para las instrucciones de la fe, bien dispuestos y personados, y de graciosa forma y hermosura, y que en la labor y construcción de sus casas y poblaciones gastaban curiosidad y policía.

El Padre Torquemada los favorece tanto, que habiendo celebrado su policía civil y otras generosas propiedades, no dudo decir parecía en su trato y sincerid