Iniciado el sigloxxi, la producción azucarera parece hallarse al borde de la desaparición en las islas del Caribe. El cultivo de la caña prácticamente se ha extinguido en Puerto Rico, en Cuba y República Dominicana la industria acusa una patente decadencia, mientras que en Jamaica, Guyana y algunos pequeños estados insulares la fabricación del dulce es apenas un vestigio, sostenida gracias a raquíticos privilegios comerciales. Para las que un día se conocieran comosugar islands, la declinante tendencia posee un trascendental significado, pues representa el trance postrero de la plantación, complejo socioeconómico de importancia capital en la historia del “Mediterráneo americano”.
Considerada por muchos como el sustrato de la identidad caribeña, la plantación constituyó por casi cuatro siglos el eje económico de las islas; con la esclavitud, la trata y otras formas de explotación laboral e inmigración que se le asociaron, esa institución delineó el perfil de las sociedades y dejó su distintiva impronta en las más sobresalientes manifestaciones culturales. Las plantaciones producían café, cacao, índigo y otros “frutos tropicales”, pero fue el azúcar —predominante en la cuantía y en el tiempo— quien enlazó al Caribe con los circuitos inaugurales de la globalización. Dúctil y persistente, el sistema de plantaciones fue capaz de sobrevivir a la abolición de la esclavitud que se le creía consustancial, desarrollarse como industria y recrearse sobre bases capitalistas, hasta alcanzar el pináculo de sus posibilidades económicas. Después, a partirde la cuarta década del sigloxx, experimenta una prolongada crisis cuyos altibajos atestiguan el declive de la producción sacarífera en la economía regional.
Las páginas que siguen se ocupan de las últimas etapas de esa larga historia, las del máximo esplendor y el ocaso del azúcar en la vida económica de las Antillas. Nuestra indagación, sin embargo,no abarca todo el archipiélago sino solamente a las naciones hispanas —Cuba, República Dominicana y Puerto Rico (ver mapas 1, 2 y 3, respecivamente—, pues ellas constituyen el escenario primordial de tales procesos. Durante los siglosxvii yxviii la elaboración del dulce en el Caribe había tenido su asiento principal en las colonias inglesas y francesas, pero aquellas islas, por sus dimensiones y por las circunstancias que allí sucedieron a la abolición de la esclavitud, perdieron toda importancia en el comercio azucarero mundial y en la mayor parte de los casos ese renglón productivo quedó relegado a un papel secundario. La economía caribeña del azúcar alcanza así su mayor desarrollo en las antiguas colonias de España y bajo circunstancias comunes: hegemonía política de los Estados Unidos, influencia determinante del comercio y los capitales norteamericanos, organización productiva y esquemas tecnológicos afines, etcétera; sin perder de vista que las condicionantes del mercado internacional engendraron en dichos países coyunturas y tendencias similares. Por supuesto que son igualmente apreciables las diferencias entre ellos, desde las impuestas por una muy distinta geografía, hasta las que se derivan de procesos tan complejos y diversos como los que dieron lugar a un peculiar estatus colonialen Puerto Rico, a una precaria y azarosa institucionalidad democrática en la República Dominicana y a un Estado socialista en Cuba.
Al analizar de conjunto la evolución de la economía azucarera en tres países de afinidad evidente, pero también de muy notables desigualdades, el presente estudio pretende aprehender las características de un fenómeno cuya naturaleza trasciende las fronteras nacionales, a la vez que se expresa de manera específica dentro de estas. Nos proponemos identificar rasgos compartidos y evaluar sus variaciones, determinar la relevancia de factores distintos y mostrar cómo se combinan para producir resultados a menudo sorprendentes, desentrañar, en fin, actitudes, sentidos y desarrollos solo perceptibles mediante el contraste. Esperamos alcanzar así unacomprensión más amplia, no solo del desenvolvimiento de la industria azucarera, sino también de las conexiones entre dicho proceso y otros fenómenos de singular relevancia histórica tanto para los países estudiados como para la región en su totalidad.
Las peculiares condiciones del Caribe, donde procesos comunes o coincidentes transcurren en medio de realidades étnicas, lingüísticas, políticas o culturales extraordinariamente diversas, constituyen un terreno privilegiado para el análisis comparativo. Esas aproximaciones resultan, sin embargo, poco frecuentes, incluso en los segmentos más coherentes dentro de la región como el que integran las Antillas hispanoparlantes. Es así que la literatura histórica, económica y sociológica sobre el dulce antillano, muy nutrida como cabe esperar, está compuesta casi en su totalidad por obras ajustadas a los marcos nacionales, cuando no constreñidas al examen de localidades o empresas. Los estudios de conjunto son escasos y suelen corresponder a etapas relativamente breves —como la monografía de César Ayala sobre l