: Víctor Manuel Marí Sáez
: Comunicación solidaria en el capitalismo digital Teorías, metodologías y prácticas
: Gedisa Editorial
: 9788418914782
: 1
: CHF 11.40
:
: Sozialwissenschaften allgemein
: Spanish
: 192
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
El presente libro realiza una aproximación a la Comunicación Solidaria Digital tal y como está tomando forma en el capitalismo digital o de plataformas. A partir de una aproximación teórico-metodológica y del estudio de casos significativos, se proponen vías para pensar este campo específico de la comunicación digital que ha ido ganando protagonismo con el paso de los años. En un contexto en el que predominan otros enfoques, de carácter más instrumental, centrados en el manejo de las herramientas informáticas y de las redes sociales virtuales, el presente texto aborda una mirada integradora, comunicacional y sociopolítica al sugerente escenario de las prácticas comunicativas solidarias que proliferan a lo largo y ancho del planeta.

Víctor Manuel Marí Sáez es profesor titular del área de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Cádiz, donde dirige el grupo de investigación «Comunicación y Ciudadanía Digital». Especialista en comunicación, cooperación internacional, movimientos sociales y tecnologías de la información. Ha trabajado como asesor en comunicación para varias organizaciones solidarias españolas. Investigador en proyectos nacionales e internacionales sobre estas temáticas. Algunos de sus libros forman parte de las bibliografías de asignaturas de grado y posgrado en España y Latinoamérica.

II

Las precarias relaciones entre comunicación, cooperación y cultura.Una mirada panorámica desde los Informes sobre el estado de la cultura en España (2011-2021)

Patricia Corredor Lanas

(Universidad Rey Juan Carlos, España)

A Enrique Bustamante, mi compañero de vida y maestro, que defendió la democratización de la cultura y la comunicación hasta el final de sus fuerzas.

1. La cultura, cuarto pilar del desarrollo sostenible

Las expectativas de afianzar el papel de la cultura como gozne fundamental del desarrollo sostenible en el marco de la anunciada como «amplia y ambiciosa nueva agenda universal» se vieron en parte frustradas con la aprobación del documento final «Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible». El objetivo del documento aprobado por la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York, en 2015, es configurar un marco de acción universal, con un horizonte de quince años (2016-2030), para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas en todo el mundo. A pesar del trabajo sostenido de las agencias de cooperación y los organismos multilaterales desde principios del milenio, ninguno de los 17 objetivos (ODS) ni de las 169 metas de la Agenda 2030 están dedicados de forma específica a la dimensión cultural, lo que ha provocado una oleada de protestas que reprochan a laONU no adoptar «el potencial completo de la cultura para el desarrollo», renunciando de esta forma a situarla en la misma trayectoria que las dimensiones económica, social y medioambiental, como demandaba el manifiesto de ocho redes en representación de la «comunidad mundial de la cultura». Las reivindicaciones desde entonces no han cesado en un esfuerzo colectivo que no desiste en su empeño de incorporar el enfoque cultural a través de iniciativas como la campaña «El futuro que queremos incluye la cultura» que prosigue con adhesiones más allá de la Declaración de la Cumbre.

Ciertamente, se puede alegar que la cultura aparece de manera transversal en diferentes apartados del texto. De manera explícita, se cita en el punto 36 de la Declaración:

Nos comprometemos a fomentar el entendimiento entre distintas culturas, la tolerancia, el respeto mutuo y los valores éticos de la ciudadanía mundial y la responsabilidad compartida. Reconocemos la diversidad natural y cultural del mundo, y también que todas las culturas y civilizaciones pueden contribuir al desarrollo sostenible y desempeñan un papel crucial en su facilitación (ONU, 2015).

Pero lo cierto es que el resto de referencias a la cultura son limitadas y fragmentadas. Así, sólo se recoge de forma expresa en el Objetivo 4, referido a la educación (según «la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible») o en el Objetivo 11 (redoblar esfuerzos para proteger y salvaguardar «el patrimonio nacional y cultural del mundo»).

Sin embargo, los pronunciamientos anteriores sobre la importancia transversal de la cultura para el desarrollo frente a los siete objetivos del milenio (ODM) habían sido notables, comenzando por la propiaUNESCO, que si en la Convención para la Protección y Promoción de la Diversidad de Expresiones Culturales de 2005 ya aseguraba que la cultura «nutre las capacidades y valores humanos y constituye, por lo tanto, uno de los principales motores del desarrollo sostenible de las comunidades, los pueblos, las naciones», en su Congreso Internacional de