: Olga Belmonte
: Víctimas e ilesos Ensayo sobre la resistencia ética
: Herder Editorial
: 9788425447990
: 1
: CHF 8.70
:
: Allgemeines, Lexika
: Spanish
: 160
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
¿Qué entendemos por víctima? ¿Quién la ha conducido a esa situación? ¿Qué lleva a una persona a someter a otra? ¿De qué depende que se conmuevan quienes no son víctimas? Estas y otras cuestiones son las que plantea Olga Belmonte en este ensayo, en el cual invita a los lectores a actuar desde la reflexión inteligente y serena. La autora pone en el centro la voz de las propias víctimas, muchas veces silenciadas, pero también la ausencia de palabras de quienes no pudieron narrar su experiencia. Un libro imprescindible para mirar de frente a un sufrimiento que nos devuelve la imagen de una sociedad que no ha conseguido evitarlo, y del cual podemos aprender sin justificarlo.

Olga Belmonte García es doctora en Filosofía por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (2008) y profesora del Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid. Sus líneas de trabajo son el pensamiento judío contemporáneo y la ética, desde los que aborda la relación con la alteridad, su negación y las posibilidades de reconciliación. Entre sus publicaciones destacan la monografía La verdad habitable. Horizonte vital de la filosofía de Franz Rosenzweig (2012) y la edición de las obras colectivas Pensar la justicia, la violencia y la libertad (2012) y De la indignación a la regeneración democrática (2014).

Presentación


¿Qué podemos entender por víctima? ¿En qué nos basamos para distinguir tipos de víctimas? Hay víctimas que se consideran inevitables, cuando lo son a causa de catástrofes naturales o de accidentes fortuitos. Incluso en estos casos, un análisis más profundo puede señalar condiciones previas que pudieron evitarse.1 Pero hay víctimas que lo son porque alguien las ha convertido en víctimas. En este ensayo hablamos de las víctimas morales, evitables, cuyas experiencias plantean otros interrogantes.

¿Quién las ha conducido a esa situación? ¿Había alguna forma de evitarlo? ¿Qué lleva a una persona a someter a otra? ¿Cuáles son las condiciones que favorecen que este tipo de relaciones puedan darse? En lo que se refiere a la sociedad, que en algunos casos es también testigo del sufrimiento ajeno, quienes no son víctimas, sino más bien ilesos, ¿tienen alguna responsabilidad ante la situación de las víctimas y respecto de los verdugos? ¿Hay algo en el presente que deba ser objeto de alguna forma de resistencia ética? ¿Cómo evitar que en el futuro siga habiendo víctimas inocentes?

Las víctimas evitables remiten a injusticias y a la voluntad o no de quienes las cometen. Una injusticia es una situación en la que las personas no son consideradas fines en sí mismas, no son tratadas con respeto, sino como medios para los fines de otra persona o grupo de personas. En este ensayo nos ocuparemos de las víctimas morales, si asumimos la distinción de Xabier Etxeberría «entre el sentido genérico de víctima —quien sufre por la causa que sea, humana o no humana— y su sentido moral e interpersonal —quien sufre por una iniciativa injusta de otro ser humano—».2 Se trata de las víctimas que sufren el mal moral: un daño causado por otra persona de forma injustificada.

Este reconocimiento del carácter injusto del sufrimiento ajeno señala una tarea irrenunciable para quienes tienen noticia de esa situación: hacer justicia con las víctimas. ¿Qué es hacer justicia? Dependerá de los casos, pero puede traducirse en una reparación personal, en el reconocimiento social o en una respuesta ética, jurídica y política. En cualquier caso, la indiferencia, el ocultamiento o la justificación no pueden ser la respuesta. Optar por este camino supone la revictimización de quien ha sufrido el daño y nos convierte en cómplices. Elegir, en cambio, la respuesta a la llamada es una forma de resistencia ética, que nos previene de caer en la inhumanidad.

Para asomarnos a la experiencia de las víctimas contamos sobre todo con sus relatos, pero también con los de algunos vic­timarios y lo que pueden aportar quienes fueron testigos. En estas páginas situaremos en el centro la voz de las propias víc­timas, que muchas veces se han visto silenciadas. Precisamente hay que contar también con la ausencia de testimonios de aquellas víctimas que no pudieron narrar su experiencia. Ese silencio también influye en los relatos, pues asoma entre las palabras de quienes sí pudieron transmitir su historia a través de la propia.

Las víctimas que finalmente logran transmitir sus experiencias se encuentran con la gran dificultad de traducirlas en palabras, porque no caben en ellas. Por eso debemos ser capaces de leer entre líneas y reconocer que los silencios también son, en ciertos momentos, formas de comunicarse. Para lograrlo es necesaria una disposición atenta y asumir que no todo podrá ser explicado racionalmente o en términos lógicos.

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