: John Henry Newman
: Carta a Pusey La devoción a la Virgen María en la tradición de la Iglesia
: Ediciones Encuentro
: 9788413394497
: 1
: CHF 8.80
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: Christentum
: Spanish
: 174
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: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
John Henry Newman escribe este apasionado tratado breve a modo de respuesta a Eirenicon, un largo volumen escrito por su amigo Edward Pusey. Aquí el santo insiste en la legitimidad del puesto de María en la teología católica recurriendo a la fuente que sabía que su amigo no podría sino aceptar: la Patrística. «Cuando Mary, su hermana menor, le preguntó por qué le parecían tan importantes los Padres de la Iglesia, Newman respondió que porque poseían y expresaban un conocimiento de primera mano de los objetos de la Palabra de Dios. Y por eso, para él como para los Padres, la teología y la espiritualidad no son cosas diferentes que transcurren por caminos o vías diversas, sino que son dos caras distintas pero complementarias de una misma realidad. Y ambos aspectos, su conocimiento de los Padres y su espiritualidad, quedan de manifiesto en la Carta a Pusey y se orientan a demostrar la legitimidad del culto a la Virgen María y su devoción por parte de los católicos» (de la Introducción de Rubén Peretó).

John Henry Newman (Londres 1801 - Birmingham 1890) es sin duda uno de los pensadores cristianos con mayor influencia en la actualidad, especialmente en el mundo anglosajón. Ordenado sacerdote anglicano en 1825, durante los años siguientes fue uno de los principales impulsores del Movimiento de Oxford, cuya aspiración principal era que la Iglesia de Inglaterra volviera a sus raíces católicas. Tras un largo proceso, sus estudios sobre los Padres de la Iglesia le acaban llevando a convertirse al catolicismo en 1845, siendo ordenado sacerdote católico en 1847. En 1879 fue nombrado cardenal por el papa León XIII. Considerado por muchos como uno de los inspiradores del Concilio Vaticano II, en 1991 fue declarado Venerable por san Juan Pablo II, en 2010 beatificado por Benedicto XVI y el 13 de octubre de 2019 canonizado por el papa Francisco en Roma. Encuentro ha publicado en español buena parte de su extensa obra, de la que destacan Ensayo para contribuir a una Gramática del Asentimiento, Apologia pro vita sua, Suyo con afecto y los Sermones parroquiales (ocho volúmenes).

Introducción

En las últimas décadas, la figura de John Henry Newman ha comenzado a tener su justa apreciación en el mundo de lengua española, a través de excelentes traducciones de la mayor parte de su obra y de estudios sobre su pensamiento aparecidos en diversos medios bibliográficos. Es visto ya no solamente como un teólogo que aportó a la Iglesia nuevas ideas a partir de la sistematización de contenidos perennes que forman parte de la Tradición, tales como el concepto del desarrollo orgánico de la doctrina o el rol de los laicos en la vida eclesial, sino también como maestro de la vida espiritual. Para muchos de quienes se acercan a sus escritos, particularmente aquellos de carácter pastoral y humano, como susSermones o incluso susCartas y Diarios, Newman se delinea como un referente en el modo no solamente de entender, sino de vivir la fe católica. Una de sus particularidades justamente, es la de amalgamar la profundidad teológica con el aspecto más humano y existencial de la fe que esa misma teología expresa. Como escribía Louis Bouyer, Newman «desarrolla siempre su enseñanza dogmática no como abstracciones sino en correspondencia con la vida misma, como inspiraciones de esa vida»1.

Cuando Mary, su hermana menor, le preguntó por qué le parecían tan importantes los Padres de la Iglesia, Newman respondió que porque poseían y expresaban un conocimiento de primera mano de los objetos de la Palabra de Dios. Y por eso, para él como para los Padres, la teología y la espiritualidad no son cosas diferentes que transcurren por caminos o vías diversas, sino que son dos caras distintas pero complementarias de una misma realidad. Y ambos aspectos, su conocimiento de los Padres y su espiritualidad, quedan de manifiesto en laCarta a Pusey y se orientan a demostrar la legitimidad del culto a la Virgen María y su devoción por parte de los católicos.

Quién fue John Henry Newman

Sin duda alguna, Newman fue uno de los intelectuales más importantes y reconocidos del siglo XIX, no solamente de Inglaterra sino de todo el mundo occidental. Un hombre de genio y, además, un hombre noble que estuvo dispuesto a sufrir por sus convicciones. Intensamente seguido y amado por algunos, fue igualmente odiado y perseguido por otros. Porque nadie podía permanecer indiferente ante él.

Nació en Londres el 21 de febrero de 1801, y murió en Birmingham el 11 de agosto de 1890, cubriendo su vida casi la totalidad del siglo XIX. El mayor de seis hermanos, su familia era anglicana, pero de un anglicanismo de tendencia protestante cuyas prácticas religiosas consistían fundamentalmente en la lectura de la Biblia. Y si bien estas lecturas y conocimiento hicieron de él un niño religioso, a los quince años sufrió una crisis de fe que lo llevó a querer ser un caballero educado y gentil, pero no una persona religiosa y devota. Y aparecieron incluso dudas de la existencia de Dios, motivadas por las lecturas de ciertos libros, que años más tarde lo llevarían a exclamar: «¡Qué tremendo, pero es lo más probable»2.

Esta situación, sin embargo, desapareció por un hecho fortuito. En 1816 enfermó y debió permanecer varias semanas en cama. Para aliviar su aburrimiento, un clérigo piadoso le dejó un buen número de libros religiosos. Y fue esta la ocasión de un profundo cambio de opinión, una suerte de «primera conversión», porque a lo largo de su vida habrá varias más. Newman siempre consideró este hecho como de las gracias más importantes que recibió en su vida, y la describirá como una conciencia profunda de la presencia de Dios que lo hizo desconfiar de los fenómenos materiales y prestar una permanente atención al «mundo invisible». Esta conversión implicó su aceptación plena y de corazón de la religión cristiana. Y de ese modo, comenzó a ver con mayor profundidad la importancia de los dogmas centrales del cristianismo, tales como la Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad, la redención de Cristo, el don del Espíritu Santo y otros más. Como afirma Dassain, este fue el primer punto de inflexión de su vida: su mente juvenil fue capturada por la verdad de la revelación cristiana, y su corazón fue tocado por el ideal escriturario de la santidad3. Se dio cuenta de que la perfección cristiana no consiste solamente en una teoría intelectual, sino que se manifiesta en