Luz en la oscuridad
El objetivo de este libro es muy sencillo. Trata de expresar, de forma clara e inteligible, los principales elementos de la enseñanza de Eckhart sobre la vida espiritual para que el lector de hoy pueda captarlos y utilizarlos. ¿Hay necesidad real de hacerlo? Creo que sí. Aunque Eckhart fue condenado ya en vida y casi completamente olvidado en los siglos posteriores, nunca llegó a desaparecer por completo del panorama, y durante los últimos cien años ha crecido el interés por él, llegando, de nuevo, a emerger su figura.
Sus escritos tienen una fascinación y un atractivo únicos para gran número de personas muy diferentes entre sí. Protestantes y católicos, creyentes y no creyentes, budistas e hindúes, sin mencionar al gran experto en la mente humana, el psicólogo C. G. Jung; todos han sentido el magnetismo de Eckhart y han respondido a su manera. Hay algo en él que atrae a los habitantes del mundo moderno; hay una necesidad ampliamente sentida que parece capaz de responder. ¿Qué es?
Vivimos hoy en una era de transición, en la que las formas tradicionales de pensar y vivir están desapareciendo, pero aún no se han encontrado nuevas formas de reemplazarlas. Esto genera dudas y confusión y, sobre todo, una sensación de profunda insatisfacción. ¿No es eso, más que pura malicia y destructividad, lo que subyace a mucha violencia contemporánea: la violencia a menudo esporádica e inútil de los terroristas o la de los jóvenes en las calles de las ciudades? Cuando una sociedad y una cultura han envejecido, automáticamente se genera inquietud y un deseo de cambio radical, incluso, si es necesario, por medios violentos y despiadados... No es necesario que un profeta o un visionario reconozca que el Apocalipsis está flotando en el aire, que la convicción de que la sociedad y la cultura tal como la conocemos está llegando a su fin, que su tiempo se acaba.
Este tema aparece constantemente en películas, pintura, poesía y, especialmente, en novelas, sobre todo en algunas de ciencia ficción, y no falta en trabajos más serios y reflexivos comoEsa horrible fuerza de C.S. Lewis. Cualquiera que se haya movido en círculos eclesiales ha visto cómo la gente, de inmediato, presta atención cuando se leen las profecías amenazantes del Libro del Apocalipsis, aunque no parece tranquilizarse por la visión de la Jerusalén celestial que sigue a continuación. ¿Por qué sucede algo así, si ambas profecías pertenecen a las Escrituras y, por lo tanto, presumiblemente, las dos están inspiradas?
En un mundo amenazado por la injusticia, la violencia y la posibilidad de una guerra bacteriológica, la profecía pesimista es la que más nos llega porque está más cerca de la experiencia..., y también, quizás, del deseo.
Esta insatisfacción, inquietud y deseo de cambio radical se extiende también a la esfera espiritual, y parece que tiene que ser así. La religión se ocupa de las aspiraciones más profundas del ser humano, toca los niveles más profundos de su corazón. Al hacerlo, desarrolla métodos específicos de aprendizaje, de comportamiento ritual, de orientación y de ayuda que llevan la impronta de una sociedad y una cultura en particular, y puede llegar un momento en que estos métodos, estas formas externas, ya no respondan a las necesidades más profundas de la humanidad. Aparece entonces una brecha entre lo que las personas, por oscuras que sean, sienten que necesitan y lo que las religiones son capaces de darles. De este modo, en el corazón de la Iglesia misma, y también en el corazón de las comunidades religiosas no cristianas, se desarrolla el síndrome apocalíptico, el anhelo de un cambio radical a toda costa.
Esta es, seguramente, la razón principal que está detrás de nuestras iglesias medio vacías y del declive general del interés religioso, espe