: Carlos Díaz
: Maestros somos todos Incluso quienes no lo somos
: Narcea Ediciones
: 9788427729216
: 1
: CHF 13.50
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: Sammeln, Sammlerkataloge
: Spanish
: 188
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Esta obra es la de un hijo de maestros, maestro él mismo, y quiere ser un firme alegato en favor de la persona como ser capaz de aprender y de enseñar, actividades que requieren la figura científica y moral del maestro, su adhesión a una escala de valores, y su compromiso existencial con la humanidad. En palabras del autor: 'Desde el primer día en que enseñé, quise siempre hacer crecer en humanidad a cuantos se cruzaban conmigo. Solo busco enseñar lo universal que puede brotar de lo contingente; no son primero las ideas y luego la vida social, sino al mismo tiempo, y por eso quien enseña para lo comunitario verdadero que hay en cada ser humano, funda comunidad. Por eso escribo, viajo, buscando a la humanidad'. La escuela la hace el maestro. Afortunadamente los maestros hacen que sus alumnos sean más, de lo que hubieran sido sin ellos. La escuela para la comunidad, en tanto que escuela para la vida, solamente será posible si sus fundamentos tienen real solidez y van más allá de la inmanencia pragmática y rompen los muros de las aulas. Cuando se abre un aula con un buen maestro, la creación entera vuelve a latir.

Carlos Díaz es Doctor en Filosofía, en Derecho y en Psicología, y como profesor universitario y autor de más de trescientos libros es una figura reconocida en España y en toda Latinoamérica. Sus obras han sido traducidas a nueve idiomas.

1. El contagio emocional de los valores del maestro


Maestros somos incluso quienes no lo somos

Ciertos maestros imantan a los escenarios y mantienen atentos a sus alumnos y al público en general. Para eso hace falta vivir lo sabido transmitiéndolo con emocionada pasión intelectiva. En cierto modo, semejante disposición anímica por parte del maestro le convierte en un alumno, porque al decir lo dicho es dicho él mismo por lo que él mismo dice.

Esto no lleva a tal maestro (digomaestro, pero al decirlo digo maestro/maestra) a considerarse por encima de nadie, antes al contrario, le consagra como tributario de una obediencia a los valores que él mismo encarna y a los que se entrega, llevándole a percibirse a sí mismo como su servidor y su mediador, aceptando el diálogo y llamando aconvocatoria, voz conjunta de búsquedasconjuntas.Cada persona es directamente responsable de sus propios actos individuales, y al mismo tiempo corresponsable de los actos de los demás. Las personas se viven en cada una de las realizaciones de sus actos comomiembros de unacomunidad de personas que las excede en duración, contenido y margen de acción.

La persona particular no sólo es corresponsable en la colectiva como miembro de aquélla y como representante de un cargo, de una dignidad o de otro valor de posición dentro de la estructura social, sino que también lo es y en primer lugar comoindividuo personal y único distinto de cualquier otro.

Amor y odio son actos intencionales de una intensidad especial en los cuales se ensancha o estrecha el mundo de los valores, y esto se reconoce de manera muy especial en el maestro.

El amor magisterial desempeña el papel de unexploradorque prepara para laaprehensiónde los valoreshaciendo abrir los ojos,que de otro modo hubieran permanecido cerrados.

La autenticidad delamor sim-pático se manifiesta en la enseñanza en que, aun viendo el maestro los defectos propios y ajenos, ama pese a ellos y con esos defectos. El amor a los valores buscados no cesa, aunque no se encuentren en el mundo; junto a loamado-sabido surge otroamor-que-qu