: Francisco Contreras Molina
: El cristo de San Damián
: PPC Editorial
: 9788428826518
: Sauce
: 1
: CHF 9.00
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: Bildende Kunst
: Spanish
: 192
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: ePUB
Para un cristiano, contemplar al Señor no es un lujo o un pasatiempo piadoso, sino una necesidad. Estas páginas nos invitan a contemplar juntos un verdadero tesoro escondido en la Iglesia, el Cristo de San Damián, el mismo que fue testigo de la conversión de san Francisco de Asís. El Crucifijo que se halla en la capilla de Santa Clara, es un  icono que expone íntegro el misterio de Jesús, a la vez crucificado, muerto, resucitado, glorioso y dador del Espíritu Santo.

Francisco Contreras Molina era misionero claretiano y catedrático de Sagrada Escritura. Enseñaba escritos joánicos en la Facultad de Teología de Granada. Autor de numerosos libros, su obra escrita se reparte entre los campos de la exégesis y la poesía. En PPC ha publicado: 'El Cristo de San Damián' (2005, 2ª ed.), 'Apocalipsis' (2005), 'La Virgen del Perpetuo Socorro' (2006), 'El Señor resucitado y María Magdalena' (2009) y, póstumamente, 'El cáncer me ha dado la vida' (2009) y 'Confesiones de un cura rural' (2010). Falleció en mayo de 2009.

INTRODUCCIÓN


 

CONTEMPLAD EN EL ICONO A CRISTO, NUESTRA ALEGRÍA
Y NUESTRO TESORO.
CONTEMPLADLO Y QUEDARÉIS RADIANTES

 

Esta invitación forma parte de un salmo que tratamos de proyectar sobre el Cristo de San Damián:

 

Contempladlo y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará...

Gustad y ved qué bueno es el Señor:

dichoso el que se acoge a él (Sal 34,6.9).

 

Quien contempla al Señor se impregna de resplandor (tal es la significación del verbo hebreonahar); como Jerusalén, ciudad iluminada por una nueva aurora (Is 60,5). Ya no puede estar triste o avergonzado, como «eclipsado al irse el sol» (verbo hebreohapar;Jr 15,9; Miq 3,7). Se siente libre de toda sombra, porque una nueva luz inunda su rostro y alegra su corazón.

El salmo incita a una experiencia profunda del Señor: verificar la aplicación de los sentidos, conforme a la doctrina del franciscano san Buenaventura. El gusto quiere decir discernimiento o sabiduría, y la sabiduría es el sabor de la fe. Se trata de una experiencia de fe sabrosa. Se nos exhorta a apreciar y paladear la bondad del Señor (Sal 25,7; 145,7). Y no solo la bondad, sino su hermosura, pues el adjetivo hebreotobno significa solo “bueno”, sino también “hermoso”.

Nuestra contemplación constituye un acto de fe. Nos unimos a la confesión creyente de la Iglesia y recitamos lo que proclamamos en nuestro Credo: que Cristo fue crucificado y resucitó de entre los muertos. Pregonamos por entero el misterio pascual de Jesucristo.

Nos asociamos también al momento que vive la Iglesia. ¡Qué oportunas resultan las palabras del papa Juan Pablo II en su carta apostólicaNovo millennio ineunte, que se concentran en estas: «En el rostro de Cristo, ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegría». Antes de remar mar adentro, la Iglesia necesita contemplar el rostro de Cristo para ser santa y realizar su misión:

 

Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no solo “hablar” de Cristo, sino en cierto modo hacérselo “ver”. ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resp