A los que corren en un laberinto,
su misma velocidad los confunde.
SÉNECA
Entre los diferentes mecanismos de defensa con los que los seres humanos contamos está el de la huida hacia la actividad. No deja de ser un intento de reforzar alguna forma de negación. En ocasiones, enfermar desencadena ese intento de huir, no solo interiormente, negando la realidad que se va imponiendo, sino también exteriormente, mediante la entrega afanosa a la actividad abundante o vivida de manera estresante.
Tormentas de ira desatadas, lluvia intensa y triste, relámpagos y truenos de cólera, tornados furiosos, días alegres de sol, nieblas de confusión que impiden ver; días despejados de claridad mental, atardeceres serenos, arco iris de esperanza chispeantes de colores… Nuestro mundo interior, de forma parecida a nuestro mundo exterior, goza también de una variada meteorología que es importante conocer y aprender a gestionar3.
Y es que, como dice Xavier Guix, cuando los humanos buscamos la manera de defendernos, de controlar, podemos llegar a ser altamente creativos… así como perversamente rebuscados. En efecto, uno de los modos como podemos vivir la enfermedad es entregarnos al activismo y su fantasía de omnipotencia. Y cuanto más alto pongamos nuestra meta de conseguir cosas, más grande será la frustración de experimentar que no podemos llevarlas a término con la autoridad que impone el límite de la enfermedad.
En ocasiones, enfermar no nos lleva tanto a usar este mecanismo de huida cuanto el dinamismo de ser sufrido, negando también parte de la realidad que nos lesiona y promoviendo dinamismos de soporte por encima de lo razonablemente aceptable, dadas las posibilidades de alivio o intervención sanitaria, psicológica, social o espiritual a nuestro alcance.
Todo es comprensible como reacción a la enfermedad. Y todo es revisable en términos de cuánto nos ayuda a vivir saludablemente nuestra nueva «no cotidianeidad», porque la «vida normal» quedó truncada por la aparición de una visitante incómoda: la enfermedad.
No nos estamos refiriendo al trastorno por hiperactividad, que es un síndrome conductual de causa poco clara, en la que probablemente intervienen factores genéticos y ambientales y en el que existe una alteración en el sistema nervioso central, que se manifiesta mediante un aumento de la actividad, impulsividad y falta de atención.
Más bien pensamos en las defensas maníacas de las que M. Klein dice: «Se desarrollan durante la posición depresiva como defensa contra la experiencia de ansiedad depresiva, culpa y pérdida. Se basan en la negación omnipotente de la realidad psíquica, y las relaciones objetales se caracterizan por triunfo, control y desprecio»4.
Testimonio
Ahora, a