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Ninguna época acumuló tantos y tan ricos conocimientos sobre el hombre como la nuestra. Ninguna época consiguió ofrecer un saber acerca del hombre tan penetrante.
Ninguna época logró que este saber fuera tan rápida y cómodamente accesible.
Y, no obstante, ninguna época supo menos qué es el hombre.
Martin Heidegger
Se me ocurrió preguntar si alguien podía explicar el concepto de «infinito»,
y va un gracioso y me salta: «Infinito es un buen colocón». ¡Qué tiempos estos!
MARÍA DEL MARG., profesora de Matemáticas en la ESO.
A las nueve de la mañana del 11 de septiembre de 2001, dos aviones impactaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York y las destruyeron. María del Mar, que ya era profesora de matemáticas en un instituto andaluz, vio caer en directo aquellas torres. Estaba frente al televisor de su casa en Almería y eran las tres de la tarde. En aquel momento comprendió que se habían abolido dos referencias básicas para el hombre: el espacio y el tiempo. A miles de kilómetros de distancia, con varios husos horarios de diferencia, un suceso la conmocionaba tanto como a quienes lo vivían en realidad, y lo hacía a la vez, en el mismo instante. El espacio –la ubicación física del ser humano– y el tiempo –la ubicación psíquica– dejaban de ser intuiciones puras y propias para sumarse a un magma común que comenzaba a denominarse «globalización». Desde entonces hasta hoy hemos profundizado en ese proceso y ya para los jóvenesaquíes todo el planeta yahoraes siempre.
Cuando María del Mar entra en cualquiera de las aulas de su instituto encuentra un panorama muy diferente al de hace veinte años. Los valores que ella representa –el conocimiento, la autoridad– han perdido el crédito que los investía y ahora, cada mañana, esta profesora debe ganárselo todo: la atención, el interés de los chicos, la credibilidad, la confianza, el respeto. ¿Son peores estos jóvenes que los de hace veinte años? Por supuesto que no. Cuando María del Mar siente la tentación de evocar algo como: «En mis tiempos estas cosas no pasaban», procura recordar que sus alumnos crecen y se desenvuelven hoy «en sus tiempos».
En 1930, José Ortega y Gasset describió en su libroLa rebelión de las masasel perfil de sus contemporáneos. Los calificaba como vaciados de su propia historia, sin intimidad, dispuestos a fingir cualquier cosa, incapaces de entender que haya vocaciones particulares, abandonados a la impresión de que la vida es fácil, convencidos de que lo dominan todo, acostumbrados al exceso en lo material, sin autocrítica ni escucha, cerrados a toda instancia exterior, que ni ponen en tela de juicio sus opiniones ni cuentan con los demás. ¿Verdad que el retrato parece actual? Como casi todos los docentes, María del Mar identifica en estas palabras de Ortega a muchos de sus alumnos, pero no los culpa. Al fin y al cabo, los adolescentes reflejan la actitud general de la sociedad, y sus modelos éticos son los que esta les presenta. Esos chicos y chicas preguntan cada día a sus profesores algo muy difícil de responder: «El esfuerzo que me pides, ¿para qué sirve?». El propio Ortega se lo preguntó también: «¿Puede hoy un hombre de veinte años formarse un proyecto de vida que tenga figura individual y que por tanto necesite realizarse mediante sus iniciativ