PRIMERA PARTE
ORÍGENES, VOCACIÓN RELIGIOSA
Y TEOLÓGICA
–Naciste el 14 de junio del año 1937 en San Pedro de Trones (León), que es un pueblo fronterizo entre León y Galicia. ¿En qué medida influye eso en tu persona?
–Sí, nací en San Pedro de Trones, el último pueblo de la provincia de León lindando con Galicia, y creo que ese origen fronterizo me ha influido bastante. No sabría explicarlo bien, pero sospecho que ha influido porque a lo largo de mi vida he intentado ser un hombre de frontera, aunque eso a veces haya sido más deseo que realidad. Pero, aun así, hay un sustrato en mi trayectoria proveniente de esa condición geográfica. Hombre de frontera entre culturas, entre formas de pensar. Me parece que ese rasgo está de fondo presente en mi persona. Y hasta negativamente, si se puede hablar así, pues veo que no hay en mí una identidad precisa, ni geográfica, ni cultural, y menos, nacionalista. No hay un rasgo que haga decir de mí: «Este es teólogo gallego», o «este es teólogo castellano», o «este es teólogo vasco», o «este es teólogo catalán», sino que me abro a diversas opciones. Creo que eso lo da el haber nacido en un pueblo donde no hay, por una parte, una identidad neta, pero donde hay, por otra parte, varias identidades que confluyen.
–¿Sigues teniendo vínculo con tu pueblo?
–Por supuesto que sí. Voy con relativa frecuencia, aunque menos de lo que desearía. Pero aun así más de lo que se puede pensar en una persona que trabaja, en un teólogo. Los hermanos nos juntamos todos los años, al menos una vez al año, para celebrar la vida, celebrando la eucaristía por los padres y por los hermanos y cuñadas fallecidos. Por lo tanto, al menos una vez al año nos juntamos todos. En Navidad también voy al pueblo. Y en verano casi seguro otra vez. Además, en todos los acontecimientos que lo requieren. En definitiva, hasta unas tres o cuatro veces al año me acerco al pueblo y me siento muy integrado en él, dado que también la gente del pueblo es muy cariñosa conmigo y con mi familia, también con mi hermano Senén, sacerdote.
Hubo una época, hace años, cuando yo era muy joven, en que del pueblo eran bastantes teólogos. No sé si tú te acuerdas del padre claretiano Domiciano Fernández, que fue un gran teólogo y un gran historiador de la teología. Y del padre Jesús Álvarez, también claretiano, que era un magnífico historiador de la vida religiosa, y que fue un gran profesor aquí, en Madrid, en el Instituto de Vida Religiosa, de los Padres claretianos. Estaba mi hermano Senén, de Sagrada Escritura; Primitivo Fernández, que era psicólogo; Felipe Fernández, sociólogo; y algunos otros más. Tanto es así que se decía que se podía hacer una especie de Facultad de Teología en nuestro pueblo. De los nombrados quedamos únicamente mi hermano Senén y yo; él acaba de publicar una edición del Nuevo Testamento con traducción y notas; además ha publicado diversos libros sobre los distintos escritos del Nuevo Testamento.