: Laura Gallego
: Retorno a la Isla Blanca
: Ediciones SM
: 9788413927633
: 1
: CHF 6.10
:
: Kinderbücher bis 11 Jahre
: Spanish
: 136
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Única es diferente a todos los habitantes de Bosque Verde: no se parece a los duendes, ni a las hadas, ni al resto de la Gente Pequeña. No. Ella es una Mediana de piel azul. El día que su amigo Fisgón encuentra una ciudad de Medianos abandonada, Única comprende que, para encontrar a los suyos, deberá abandonar su hogar y aventurarse en tierras extrañas. Esta es la historia de Única, Fisgón, Liviana y Cascarrabias. Pero también la de Mattius, un misterioso juglar, y de cómo sus destinos se entrelazaron para siempre.

Laura Gallego García nació en Quart de Poblet, Valencia, el 11 de octubre de 1977. Con once años decidió escribir un libro de fantasía con una amiga. Tardó tres años en terminarlo y, aunque nunca se ha publicado, guarda un cariño especial a ese relato. Entonces ya tuvo claro que quería ser escritora y durante años envió sus escritos a diversos concursos literarios. Durante este tiempo estudió Filología Hispánica, especializándose en Literatura. Fundadora de la revista universitaria trimestral Náyade, ha sido codirectora de la misma desde 1997 hasta 2010. En la actualidad vive en Alboraya, donde continúa escribiendo. Su tesis doctoral gira en torno al libro de caballería Belianís de Grecia, de Jerónimo Fernández, publicado en 1579. Cuando contaba 21 años recibió el Premio Barco de Vapor 1999 por Finis Mundi. Fue su primer galardón y el comienzo como escritora profesional. Después vendrían más novelas y cuentos, muchos de los cuales han sido publicados por Ediciones SM: como Las crónicas de la Torre, La leyenda del Rey Errante (Premio Barco de Vapor 2002), o la saga Memorias de Idhún.En 2011 fue galardonada con el Premio Cervantes Chico, que reconoce la labor de autores de Literatura Infantil y Juvenil. Sus libros se han traducido a varios idiomas y se venden internacionalmente.

I

BOSQUE VERDE


 

–¡Única, despierta!

Única abrió los ojos con sobresalto. El corazón le latía muy deprisa, y le costaba respirar.

–El trueno... –murmuró.

–Era una pesadilla, Única –explicó una vocecita jovial.

Única se restregó un ojo, se estiró sobre su cama de hierbas y se volvió hacia la pequeña figura que se recortaba contra la luz del exterior, en la puerta de su agujero. Reconoció a su amigo Fisgón, el gnomo.

–Buenos días, hermosa dama –saludó el hombrecillo, quitándose ceremoniosamente su elegante sombrero.

–Fisgón, ¿qué pasa? –preguntó Única, aún algo adormilada–. ¿Es tarde?

El gnomo saltó al interior del refugio y le tiró de la ropa para levantarla.

–¡El sol está ya muy alto! Todos estamos esperándote.

Única se incorporó. Entonces se dio cuenta de que aún sujetaba con fuerza su talismán de la suerte, una flautilla de caña que, hasta donde ella podía recordar, siempre había llevado colgada al cuello. La soltó y, gateando, se apresuró a seguir al gnomo, que ya brincaba hacia la salida.

Única vivía en un agujero al pie del que, según ella, era el árbol más grande de Bosque Verde. Claro que ella no había recorrido Bosque Verde todo entero, porque era inmenso, ni conocía a nadie que lo hubiera hecho.

Pero, de todas formas, Única necesitaba el árbol más grande de Bosque Verde, porque ella misma era la criatura más grande del lugar, más que cualquiera de los miembros de la Gente Pequeña. Los gnomos decían que Única tampoco era como la Gente Grande que vivía fuera del bosque, así que la solían llamar «la Mediana». A ella no le importaba, porque siempre la habían aceptado entre ellos.

Única parpadeó cuando el sol primaveral le dio en plena cara. Una criatura alada revoloteó hasta ella.

–¡Buenos días, Única! –canturreó–. Hemos tenido que venir a buscarte, y Cascarrabias está muy enfadado.

–Buenos días, Liviana –saludó Única.

El hada se posó con elegancia sobre una flor, batiendo sus delicadas alas, que desprendían un suave polvillo dorado.

Única salió al aire libre y se puso en pie, escuchando el canto del viento entre los árboles. Bosque Verde relucía aquella mañana como una esmeralda de múltiples caras. Aspiró la fresca brisa que mecía sus cabellos rubios y se dispuso a seguir al hada y al gnomo, que ya se alejaban entre los árboles.

No le costó mucho trabajo alcanzarlos, porque era bastante más grande que ellos. Liviana medía unos diez centímetros de estatura, lo cual no estaba mal para su raza; Fisgón alcanzaba los quince, y Cascarrabias, el duende, llegaba a los treinta. Pero Única los superaba a todos: medía nada menos que un metro.

Los gnomos, raza inquieta y viajera, habían recorrido mucho mundo. Algunos de los de Bosque Verde incluso habían vivido en casas humanas. Fisgón decía que los humanos eran más grandes que Única, y que los únicos Medianos que los gnomos conocían eran los barbudos enanos de la Cordillera Gris.

Pero Única tampoco se parecía a ellos.

Era delgada, de brazos largos y grandes ojos violetas. Su piel era de un pálido color azulado, y su cabello rubio, fino y lacio, le caía sobre los hombros, enmarcándole e