: Pedro Calderón de la Barca
: La vida es sueño
: Ediciones SM
: 9788467596205
: Clásicos
: 1
: CHF 5.30
:
: Kinderbücher bis 11 Jahre
: Spanish
: 120
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Un encuentro casual. Una lucha contra el destino. Apariencias que engañan. El deseo de libertad. ¿Sigues pensando que los clásicos son cosa del pasado?

Pedro Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600 en Madrid. De familia de hidalgos, su padre era secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. Fue el tercero de cinco hijos. Comenzó su formación en 1605 en Valladolid, donde la familia se había trasladado al encontrarse allí la Corte. En 1608 su padre decidió que ingresara en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid, donde estuvo hasta 1613. Continuó estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, donde se formó en Lógica y Retórica, y más tarde pasó a la Universidad de Salamanca, en la que se graduó de bachiller en Derecho Canónico y Civil.   Sin embargo, no se ordenó religioso, tal y como había deseado su padre. En cambio, se decantó por la vida militar y tomó parte en varias campañas militares al servicio del duque del Infantado en Flandes y en el norte de Italia durante 1623 y 1625. Su primera comedia conocida, Amor, honor y poder, se estrenó en Madrid en 1623 con motivo de la visita del príncipe de Gales. A su regreso de la guerra continuó escribiendo y representando dramas en la capital del reino.   Lo cierto es que durante sus años mozos estuvo envuelto en varias pendencias y en broncas a causa del juego, como la violación de la clausura del Convento de las Trinitarias de Madrid en el que irrumpió persiguiendo a un rival, hecho que le ganó la enemistad de otro grande como Lope de Vega, cuya hija moraba entre aquellos muros. El éxito de sus comedias le granjeó el favor del monarca Felipe IV, quien le encargó numerosas obras para los teatros de la Corte, como El mayor encanto, amor, que inauguró el Coliseo del Palacio del Buen Retiro en 1635.   Fueron años de gran prestigio, con obras como La dama duende y El príncipe constante (1629), Casa con dos puertas mala es de guardar (1632), El médico de su honra (1635), La vida es sueño (1636), No hay burlas con el amor y El mágico prodigioso (1637) o El alcalde de Zalamea (1640).   En 1651 se ordenó sacerdote y dos años después obtuvo la capellanía de la catedral de Toledo. Continuó escribiendo dramas y comedias, pero las obras sacramentales ocuparon un lugar preponderante en su producción desde entonces, como es el caso de El gran teatro del mundo (1655). El rey le impuso el hábito de Santiago y le nombró su capellán personal. Tuvo una larga vida que se apagó el 25 de mayo de 1681 en la ciudad que lo vio nacer.

Jornada primera


 

Escena I

ROSAURA, con ropas de hombre, baja por un empinado monte.[Nota]Viste traje oscuro y lleva al cinto una espada, que brilla al atardecer. El caballo que montaba la mujer se desbocó1y arrastró[Nota]a su jinete a lo más enmarañado del monte. Allí chocó con un árbol, lo que provocó que ella cayese a tierra, y prosiguió su loca carrera. Su sirviente buscó a su ama siguiendo las pisadas del caballo y la encontró aturdida por el golpe. Ahora, doloridos y fatigados, ateridos2, temiendo despeñarse, bajan el monte buscando un camino que los lleve a algún poblado. La mujer encabeza la marcha, y tras ella desciende su sirviente, de mucha más edad, que de vez en cuando tiende la mano y le da ánimos con su charla y sus bromas.

ROSAURA:Hipogrifo3violento
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama, bruto
4sin instinto,
al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Yo, sin otro camino
que el que me dan las leyes del destino,
bajaré la ladera enmarañada.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero.
[Nota]
Bien mi suerte lo dice:
¿y dónde halló piedad un infelice
5?

CLARÍN:Di dos infelices, y no me dejes
aparte a mí cuando te quejes;
pues que dos hemos sido
que de nuestro país hemos salido
a probar aventuras,
y dos los que en el monte hemos rodado.

ROSAURA:No quise hacerte aparte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte
el derecho que tienes al consuelo.

CLARÍN:¿Y qué haremos, señora,
a pie, solos, perdidos y a esta hora
en un desierto monte,
cuando ya enfila el sol a otro horizonte?

Las sombras de la noche han envuelto el monte mientras descienden. El frío del atardecer atenaza a los caminantes. De repente, entre la confusión de rocas y malezas, descubren una tosca torre de piedra, que casi pasa inadvertida entre los peñascos que hay a su alrededor.

ROSAURA:Si mi vista no sufre los engaños
que hace la fantasía,
[Nota]
a la escasa luz que aún tiene el día,
me parece que veo
un edificio.

C