: Lope de Vega
: Fuenteovejuna
: Ediciones SM
: 9788467591415
: Clásicos
: 1
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: Kinderbücher bis 11 Jahre
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Una revolución social, un gobernante corrupto, una pareja enamorada, una violación. Lope de Vega estrenó Fuenteovejuna en 1612... ¿Sigues pensando que los clásicos son cosa del pasado?

Félix Lope de Vega y Carpio nació el 25 de noviembre de 1562 en Madrid, miembro de una familia humilde de origen cántabro. Cuentan que fue un prodigio ya desde pequeño, pues con cinco años de edad ya leía castellano y latín, además de comenzar a componer sus primeros versos. Su temprana perspicacia lo llevó a la escuela del músico y poeta Vicente Espinel, al que siempre tuvo un gran afecto. En 1574 pasó a estudiar con los jesuitas y tres años más tarde se matriculó en la Universidad de Alcalá de Henares, en la que permaneció hasta 1581, aunque no logró el título de bachiller. Parece que llevaba una vida un tanto licenciosa que le retiró la ayuda de sus protectores y le obligó a trabajar como secretario de varios nobles, a la vez que escribía alguna pieza teatral.   En 1583 ingresó en la Marina como soldado, a las órdenes del insigne don Álvaro de Bazán, y tomó parte en la batalla de la Isla Terceira de las Azores. Luego volvió como estudiante a la Academia Real y fue secretario del Marqués de las Navas. Asimismo, tuvo una vida amorosa bastante azarosa y promiscua a lo largo de los años. Elena Osorio, hija de un importante empresario teatral, fue su primer gran amor, la Filis de sus versos. Despechado porque ella contrajo matrimonio con un ricohombre, compuso versos difamatorios contra ella y su familia, lo que le valió el destierro de la corte en 1588.   Su pasión encontró pronto un nuevo objetivo: se enamoró de Isabel de Alderete y Urbina, hija del pintor Diego de Urbina, a la que renombró Belisa en sus poemas. Se casaron en mayo de 1588, después de raptarla con su aprobación. Apenas tres semanas después se alistó en la Gran Armada, también llamada la Armada Invencible, que tan desastroso final tuvo en su afán por invadir Inglaterra. A su regreso se instaló en Valencia junto a su esposa, donde siguió escribiéndose y codeándose con otros autores pertenecientes a la conocida como Academia de los nocturnos. En 1590 marchó a Toledo, donde sirvió primero al marqués de Malpica y luego al quinto duque de Alba, residiendo en Alba de Tormes entre 1592 y 1595, fecha en la que regresó a Madrid, tras ocho años de destierro. Sin embargo, no acabaron sus problemas con la justicia, pues solo un año después fue procesado por amancebamiento con Antonia de Trillo. Sus escarceos amorosos continuaron puesto que en 1598 contrajo de nuevo matrimonio con Juana de Guardo, hija de un rico comerciante, con la que tuvo un hijo varón y tres hijas.   Trabajó como secretario para el marqués de Sarria y futuro conde de Lemos. Vivió en Sevilla hacia 1603, y se enamoró de otra mujer, Micaela de Luján, casada por entonces, la Celia o Camila Lucinda de sus versos, con la que tuvo cinco hijos y cuya relación duró hasta 1608. Tres años antes había entrado al servicio del duque de Sessa, con quien no pudo romper vínculos ni siquiera cuando abandonó la vida seglar y se ordenó sacerdote en 1614, tras numerosas pérdidas familiares que le afectaron. No obstante, nada impidió que siguiera escribiendo profusamente, ni tampoco que mantuviera relaciones con otras mujeres, como Marta de Nevares, a la que llamó Amarilis o Marcia Leonarda en sus textos. Su incansable trabajo y el éxito le reportaron favores del rey e incluso del Papa. Sin embargo, en lo personal no vivió buenos momentos, pues su querida Marta perdió la vista en 1626 y murió demente en 1628. Uno de sus hijos, Lope Félix, también murió ahogado en 1634, en tanto que su hija Antonia Clara fue secuestrada por un novio hidalgo.   Lope de Vega murió el 27 de agosto de 1635 en Madrid, dejando atrás un rico acerbo literario, difícil de igualar. Cerca de doscientos autores le dedicaron sentidos homenajes escritos tanto en España como fuera de ella como adiós.   Entre sus numerosas obras (se le atribuyen alrededor de 3.000 sonetos, 3 novelas, 4 novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos y en torno a 1.

Acto segundo


 

CUADRO I

La acción de desarrolla en la plaza de Fuenteovejuna.

(Están en escenaESTEBAN, el alcalde, y Cuadrado,REGIDORde Fuenteovejuna.)

ESTEBAN:Se acaban reservas, según parece,
que no se saque trigo del acopio
1.
El año apunta mal, y el tiempo crece,
y es mejor que el sustento esté en depósito,
aunque lo contradicen más de trece.

REGIDOR:Yo siempre he sido, al fin, de este propósito,
en gobernar en paz esta república.

ESTEBAN:Hagamos de ello a Fernán Gómez súplica.
No se puede sufrir que estos astrólogos
en las cosas futuras ignorantes
nos quieran persuadir con largos prólogos
de sus augurios, cuando son farsantes
que, presumiendo de sabelotodos
y creyéndose ser muy importantes,
clima predigan unos meses antes.
¿Parecen sabios? Pues ¡son ignorantes!
¿Tienen ellos las nubes en su casa
y el proceder de las celestes luces?
¿Por dónde ven lo que en el cielo pasa,
para darnos con ello pesadumbres?
A la hora de sembrar nos ponen tasa;
pues que ellos nos den trigo, legumbres,
y cebada, pepinos y mostazas...
¡Que ellos son aquí los calabazas
2!

(Llegan a la plaza el estudianteLEONELOyBARRILDO, hablando entre ellos.)

BARRILDO:¿Cómo os fue en Salamanca?

LEONELO:Es larga historia.

BARRILDO:¡Muy instruido seréis!

LEONELO:Ni aun un barbero.
Es, como digo, cosa muy notoria,
después que vemos tanto libro impreso,
pareciendo la imprenta una victoria,
[Nota]
¡provoca más confusión por exceso!,
y aquel que de leer tiene más uso,
de ver letreros solo está confuso.
Mas muchos que opinión tuvieron grave,
por imprimir sus obras la perdieron;
tras esto, con el nombre del que sabe,
muchos sus ignorancias imprimieron.
Otros, en quien la baja envidia cabe,
sus locos desatinos
3escribieron,
y con nombre de aquel que aborrecían,
impresos por el mundo los envían.

BARRILDO:No soy de esa opinión.

LEONELO:El ignorante
es justo que se vengue del letrado.

BARRILDO:Leonelo, la impresión es importante.

LEONELO:Sin ella muchos siglos se han pasado,
y no vemos que en este se levanten
ilustres pensadores y grandes sabios
relevantes como el santo Agustino
4.

BARRILDO:Dejadlo y sentaos, que estáis mohíno.

(LleganJUAN ROJOy unLABRADOR, hablando entre ellos.)

JUAN ROJO:Hay pocos bienes y pocas cosechas
–a juzgar por lo que puede ver uno–,
no hay para una dote
5ni en cuatro haciendas,
aunque en esto anda el pueblo muy confuso.

LABRADOR:¿Qué hay del comendador, si va de afrentas6?

JUAN ROJO:¿Cómo a Laurencia hacer lo que hizo pudo?

LABRADOR:¿Quién fue cual él tan bárbaro y lascivo?
Colgado le vea yo de aquel olivo.

(Llegan a la plaza elCOMENDADOR,ORTUÑOyFLORES.)

COMENDADOR:¡Dios guarde la buena gente!
Con ustedes quiero hablar.
Ya presto voy a empezar,
sin demora alguna. ¡Siéntense!

ALONSO:En pie estaremos muy bien.

COMENDADOR:¡Digo que se han de sentar!

ESTEBAN:De los buenos es honrar,
que no es posible que den
honra los que no la tienen.

COMENDADOR:Siéntense; hablaremos algo.

ESTEBAN:¿Vio su señoría