: Mira Lobe
: Insu-Pu
: Ediciones SM
: 9788467567533
: El Barco de Vapor Roja
: 1
: CHF 5.20
:
: Abenteuer, Spielgeschichten, Unterhaltung
: Spanish
: 224
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Su país,Umbría, estaba en guerra y Terrania, país vecino, había accedido a trasladar en grandes barcos a todos los niños de Umbría. Pero algo sale mal durante la travesía y un grupo de niños naufraga en una isla desierta. ¿Cómo lograrán salir adelante? Una historia que refleja la crudeza de la guerra y la importancia de la amistad en la superación de dificultades.

Mira Lobe nació el 17 de septiembre de 1913 en Görlitz, Alemania. Su talento para la escritura lo mostró ya en la escuela. Siempre quiso estudiar periodismo, pero los tiempos que le tocó vivir con el Nacionalsocialismo adquiriendo cada vez más fuerza, la obligaron a aprender a tricotar en una escuela de moda en Berlín primero y a huir a Palestina después. Desde 1935 hasta 1950 vivió en Palestina. Desde 1950 residió en Viena, Austria, donde adquirió la nacionalidad austriaca y donde falleció el 6 de febrero de 1995.   Mira Lobe escribió más de 100 títulos dedicados al público infantil y juvenil, muchos de ellos galardonados con premios y distinciones. Fue galardonada con el Premio Nacional Austríaco de Literatura Juvenil en 1958 y en 1965, y con el Premio de la Ciudad de Viena en 1961, 1965, 1968, y 1970. Su obra ha sido traducida a prácticamente todas las lenguas europeas.

Escribiendo una carta


 

–HEMOSvuelto a tener suerte –dijeron las madres cuando las sirenas de alarma dieron la señal de que los aviones habían pasado. Por esta vez, ya no corrían peligro.

Luego cogieron a sus hijos, los subieron a casa y los metieron en la cama.

–Y ahora dormíos en seguida, que pronto amanecerá.

¡Como si fuera tan fácil dormirse en seguida! Los niños habían pasado la mitad de la noche en el sótano, sentados en el regazo de su madre, en un banco duro o incluso en el suelo. Se habían puesto jerséis gordos y abrigos encima del pijama y zapatillas de lana en los pies. Pero daba lo mismo, al cabo de un rato hacía un frío helador, y cuando los niños regresaban del sótano de madrugada solían estar ateridos. Pegaban las manos a las tazas de té hirviendo y sentían el agradable calorcito que les daba tragarlo. Cuando luego se tumbaban tan a gusto en la cama, bien arropados y con una bolsa de agua caliente a un lado, para dormir las tres horas que faltaban para empezar las clases en el colegio, se destapaban en sueños, hacían un revoltijo con el edredón y la almohada y soñaban con la guerra y los bombardeos. A veces gritaban en sueños y despertaban a la madre, que tenía que ir a calmarlos. Y nada más quedarse dormidos, sonaba el despertador: eran las siete y tenían que levantarse para llegar a tiempo al colegio.

No era extraño que los niños estuvieran pálidos y nerviosos. Apenas tenían ya ganas de corretear como antes, sino que andaban a paso lento, en silencio y con cara de enfermos. Como es natural, los adultos se preocupaban por ellos. Muchos miles de niños fueron enviados al campo, a casas de campesinos y a grandes fincas. Allí, además de poder descansar de noche, tenían tanta leche, huevos, miel y mantequilla como desearan; y cuando les apetecía, podían tumbarse en el heno y dejar que los ternerillos les lamieran la mano. Pero no todos los niños podían ir al campo; la mayoría tenía que quedarse en la ciudad.

Una noche, cuando la señora Morin llevaba ya cuatro horas con sus dos hijos Stefan y Thomas en el refugio antiaéreo y les dolía todo por estar tanto tiempo sentados en los duros bancos, le dijo a la señora Bantock:

–Señora Bantock, los mayores sabemos que esto algún día terminará. Pero a los niños les cuesta mucho entenderlo. Es una pena ver cómo se vienen abajo. El mayor de los míos ha adelgazado dos kilos. ¡Se me parte el corazón!

–Eso no está bien –dijo Thomas con decisión–. Cuando papá venga de vacaciones y vea tu corazón partido, se enfadará muchísimo y le estropearemos las vacaciones. Al fin y al cabo –añadió con tono aleccionador mirando a la señora Bantock–, mi papá es médico y lo nota todo en seguida.