Comenzamos a ser verdaderamente conscientes de que el ser humano es lo que la educación hace de él. Sin duda esto no es algo nuevo, pues fue puesto encima de la mesa de discusión de la filosofía alemana hace mucho tiempo. Pero sí es cierto que es ahora, en los últimos pocos años, que este aserto se viene aceptando por evidente de una manera más sólida, más allá de observaciones, opiniones o elucubraciones filosóficas. Y esto está ocurriendo gracias a la convergencia que existe entre Ciencias y Humanidades. Convergencia que, precisamente, está dando lugar al alumbramiento de una nueva cultura.
Cultura nueva, neurocultura, que junto con los conocimientos que siguen aportando la Filosofía, la Sociología y la Psicología, fundamentalmente, se alimenta de las aportaciones de la genética, la epigenética y, desde luego, la Neurociencia. Y en esta última, y de modo sobresaliente para la educación, el saber acerca de cómo funciona el cerebro y su aplicabilidad directa en el aula.
En cualquier caso, es este un caminar que nos lleva hacia la creación de un mundo social nuevo. Mundo nuevo producido por conocimientos procedentes no solo de la ciencia en general, y de lo que de ello se deriva que es la tecnología sino, sobre todo y fundamentalmente, de conocimientos que cada vez más nos hablan de nuestra propia naturaleza, de la naturaleza humana, cuestionando, criticando, analizando cuanto creíamos saber a la luz de la evolución biológica, la neuropaleontología y la propia biología del ser humano y su cerebro. Estos nuevos conocimientos están presidiendo hoy un cambio acelerado de la educación. Cambio que está comenzando a ser tomado como referencia en todos los órdenes y rincones de las sociedades de los países occidentales, de los países democráticos.
De la Neurociencia, y en particular de la Neurociencia Cognitiva, se espera conocer las edades que durante el desarrollo y maduración cerebral se correspondan con los mejores tiempos para introducir enseñanzas con más eficiencia y lograr enraizar de manera sólida aspectos tan importantes como son los valores, las normas y los fundamentos más básicos de la ética. Y más allá, conocer los cambios que sobre el cerebro produce en el ser humano todo aquello que le rodea. Con esto último me estoy refiriendo a ese gran capítulo de la Neurociencia que es la plasticidad cerebral, y que estudia los cambios sinápticos del cerebro que ocurren como resultado principalmente de lo que se aprende y memoriza. De hecho, aprender y memorizar es eso, “cambiar el cableado del cerebro”. Esto último está muy en consonancia con el título de este libro que estamos comentando en este prólogo: “Implicar al cerebro reconectado”.
David Sousa contribuye a todo esto de una manera sobresaliente. Un libro que aparece en punto y momento necesario, en lengua española, ocupando un espacio que era muy necesario. Es un libro de lectura fácil, corto, directo y actualizado. Un libro que no solo traza, de modo crítico, los acontecimientos que se avecinan en la enseñanza, sino que ayuda a ente