: Roberto Santiago
: La aventura de los Balbuena y el último caballero
: Ediciones SM
: 9788467591316
: Los Forasteros del Tiempo
: 1
: CHF 6.20
:
: Kinderbücher bis 11 Jahre
: Spanish
: 256
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
El autor y el ilustrador de Los Futbolísimos presentan un nuevo libro de la serie Los Forasteros del Tiempo.¿Qué hace un niño de once años enfrentándose a más de cien soldados asesinos? Para contestar, tendría que hablar un poco del castillo de Barlovento. Del Bosque Maldito. De la Real Orden de los caballeros. Y de los Dragones Durmientes.No, no estoy loco. Yo soy de Moratalaz, que es un barrio de Madrid, y allí no tenemos arqueros asesinos, ni castillos, ni bosques malditos, ni dragones de ninguna clase. Pero ahora estoy muy lejos de mi casa. He viajado en el tiempo y en el espacio con mi hermanos, mis vecinas y mi padre. Ahora estamos en la Edad Media. Una nueva aventura acaba de comenzar.

Roberto Santiago nació en Madrid en 1968. Estudió Imagen y Sonido en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid y Creación Literaria en la Escuela de Letras de Madrid.Ha sido guionista de televisión, redactor para agencias publicitarias de Madrid, realizador de vídeo clips y ha publicado varias novelas. Entre otras, la colección Los Futbolísimos, un fenómeno editorial que se ha convertido en una de las colecciones de literatura infantil más vendidas en nuestro país en los últimos años, y que ha sido traducida a varios idiomas. Su primera novela, El ladrón de mentiras, fue finalista del Premio El Barco de Vapor. Y ganó el Premio Edebè de Literatura Infantil con Jon y la máquina del miedo. Recientemente ha comenzado la saga Los forasteros del tiempo.Ha escrito y dirigido, entre otras, las películas El penalti más largo del mundo (nominado al Goya al Mejor Guión), El club de los suicidas (basada en la novela de Robert Louis Stevenson), Al final del camino (rodada íntegramente en el camino de Santiago), la coproducción internacional El sueño de Iván (patrocinada por Unicef por su valores para la infancia), o la comedia de terror independiente La Cosecha (premio al mejor film en el Festival de Terror de Oregón). Su cortometraje Ruleta participó en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Además, ha colaborado como director y guionista en varias series de televisión.En teatro ha escrito las adaptaciones de Ocho apellidos vascos y El otro lado de la cama (premio Telón al Autor Revelación). Así como los textos originales Share 38 (premio Enrique Llovet), Desnudas (accésit Premio Sgae), La felicidad de las mujeres, Topos, El lunar de Lady Chatterley o Adolescer 2055.

Los seis retrocedimos asustados.

El hombre de la armadura levantó aún más la enorme espada.

La levantó con tanto ímpetu que...

¡CATACLONC!

Se cayó de espaldas.

Y se pegó un tremendo golpe contra el suelo.

El peso de la espada, o de la propia armadura, había hecho que perdiera el equilibrio y se desplomara hacia atrás.

Se quedó tirado entre las hierbas, inmóvil.

Emitió un leve quejido:

–Ay...

Después pataleó un poco, intentando levantarse.

Pero aquella enorme armadura le impedía moverse.

Quedó tumbado en una posición ridícula.

Podíamos escuchar su respiración.

Grave y profunda.

Intentó moverse varias veces sin conseguirlo. Era como una de esas tortugas que se quedan bocarriba sobre su caparazón, moviendo los brazos y las piernas, incapaces de levantarse.

–¿Necesita ayuda, buen hombre? –preguntó mi vecina María, acercándose.

–María, ven aquí –le ordenó Mari Carmen–. No sabemos quién es... y hace un segundo quería partirnos en dos. No creo que sea buena idea ayudarle.

–¿Aprovechamos que no se puede mover para rematarle? –preguntó ahora mi hermano Santi, cogiendo un palo que había bajo un árbol.

–Eso tampoco –dijo mi padre.

Mari Carmen dio un paso adelante.

–Escúcheme, señor, tiene usted dos posibilidades –dijo ella–: o nos explica ahora mismo quién es y por qué quería atacarnos con esa espada, y nos pide disculpas, o... o le dejaremos ahí tirado y nos iremos por donde hemos venido.

–Ya te digo –añadió mi padre.

La frase favorita de mi padre es «Ya te digo». La dice a cualquier hora, aunque no venga a cuento.

–Por donde hemos venido no podemos irnos, mamá –la corrigió María.

–Bueno, es una forma de hablar –respondió Mari Carmen.

–Ya te digo –repitió mi padre.

El hombre de la armadura se apoyó con fuerza en los dos brazos e intentó levantarse una vez más.

Parecía que estaba a punto de conseguirlo.

Se incorporó ligeramente, un poco más, otro poco...

Pero de nuevo cayó al suelo.

Allí seguía, boca arriba, respirando con dificultad.

–¡Aaagggggggggggggg! –exclamó–. ¡Maldito herrero Samuel el Cojo! Le he dicho mil veces que esta armadura pesa demasiado. Ayúdenme a levantarme y puede que les perdone la vida.

–Huy, huy, huy –dijo enseguida Mari Carmen–. Esa no es forma de pedir las cosas. ¿No le han enseñado que las cosas se piden por favor?

El hombre emitió un gruñido.

A continuación, agarró su casco con ambas manos, tiró de él y se lo quitó. Lo arrojó lejos de sí y el casco fue rodando justo hasta nuestros pies.

Aunque el hombre seguía tirado en el suelo, al fin pudimos verle el rostro.

Apenas tenía pelo. Una poblada barba blanca le cubría el rostro. A primera vista, parecía bastante mayor.

–Me presento –dijo muy serio–: soy el duque de Almansa, hijo, nieto y bisnieto de una larga estirpe de caballeros con sangre azul; también soy conocido como el caballero Valiente, favorito del rey, comandante de la Guardia de los Últimos Días y gran maestre de la famosa y nombrada Orden Real de los Caballeros de Barlovento.

Tras unos instantes de silencio, Mari Carmen dijo:

–Yo soy Mari Carmen, de Moratalaz. Encantada.

–Yo soy Sebastián, aunque todo el mundo me llama Sebas –aproveché para decir–. Ah, y también soy de Moratalaz.

–Y yo, Susana, la hermana de este. Sé tocar el trombón, jugar al fútbol y tengo el récord de saltos a la comba de mi colegio.

–Bueno, bueno, eso del récord habría que verl