INTRODUCCIÓN
VIDA Y OBRA
Infancia y adolescencia
Nació Emilia Pardo Bazán el 16 de septiembre de 1851, en A Coruña, en el seno de una familia de clase social alta y desahogada economía. Ve la luz en la calle de Riego de Agua, pero pronto la familia se traslada a la casa de la calle Tabernas, donde hoy tiene su sede la Real Academia Gallega y la Casa Museo de la escritora.
Las noticias más interesantes sobre sus primeros años nos han llegado a través de la misma pluma de doña Emilia, que evoca su infancia, adolescencia y juventud en losApuntes autobiográficos que publicó como prólogo a la primera edición deLos Pazos de Ulloa.1
Doña Emilia fue una niña feliz. Su madre, doña Amelia de la Rúa, era una mujer cariñosa y de buen carácter. Su padre, don José Pardo Bazán, de talante liberal y comprensivo, no se opuso nunca a la vocación literaria de su hija, sino que la impulsó y favoreció. Según se desprende de los recuerdos de la escritora, era un hombre que veía con simpatía las reivindicaciones feministas.
La educación de la niña, hija única, fue la propia de la época y de su clase social, con la única particularidad de que, desde muy pronto, se despertó en ella el gusto por la lectura, que pudo satisfacer sin cortapisas. En la casa hay una buena biblioteca donde la pequeña Emilia entra a saco:
Era yo de esos niños que leen cuanto cae por banda, hasta los cucuruchos de especias y los papeles de rosquillas; de esos niños que se pasan el día quietecitos en un rincón cuando se les da un libro, y a veces tienen ojeras y bizcan levemente a causa del esfuerzo impuesto a un nervio óptico endeble todavía. (p.14)
Doña Emilia siempre bizqueó un poco y se ve que atribuía ese rasgo a sus tempranas e intensas lecturas. No parece que le diera demasiada importancia, ni que lo lamentara. El placer de leer se sobrepone a su coquetería o quizá pensaba, como dirá Sender de la princesa de Éboli, que un ligero estrabismo hace más excitante el atractivo femenino. El caso es que lee mucho y que tiene muy buena memoria: es capaz de recitar «sin omitir punto ni tilde» capítulos enteros delQuijote, uno de sus libros favoritos en la infancia, junto con laBiblia. Por contarlo se gana la crítica de don Marcelino Menéndez Pidal, que la califica de pedante en una carta a su amigo Juan Valera:
Doña Emilia Pardo Bazán ha publicado el primer tomo de una nueva novela que no he leído. Pero sí he leído unos apuntes autobiográficos con que la encabeza y que, a mi entender, rayan en los últimos términos de la pedantería. Dice, entre otras cosas, que cuando era niña la Biblia y Homero eran sus libros predilectos y los que nunca se le caían de las manos.2
También José M.ª de Pereda critica esosApuntes en una carta a Galdós. Tras hacer algún elogio de la novela, añade:
Lo que refuto por insoportable e indigerible es la autobiografía del principio: aquello [...] es de una cursilería semiestúpida que tira de espaldas.3
Doña Emilia debía de temer esas reacciones porque, antes de hablar de su vida, las primeras páginas las dedica a justificar el género de la autobiografía. Empieza diciendo que lo escribe a petición de sus editores, «los señores Cortezo y Compañía», y manifiesta su agrado por ese género literario: «Siempre me gradaron los escritos de carácter confidencial, en que un autor se revela y descubre, dando al público algo de su propia vida» (p. 5).
Es consciente de que en España es un género poco estimado por el público y poco practicado por los escritores, al contrario de lo que sucede en el extranjero:
En países extranjeros he notado cuánto aprecia el público este género, tenido en concepto de sabroso aperitivo y delicada golosina, estimadísima, de los refinados sibaritas del entendimiento. (pp. 5-6)
Pone el ejemplo de Francia, donde abundan todo género de memorias, autobiografías, correspondencias y diarios y se estudian numerosos detalles de la vida personal y familiar de novelista y poetas.
Con gran perspicacia considera que es un género que beneficia a la investigación futura:
¡Y qué de da