1. LAS DIFERENTES ETAPAS
EN LA CREACIÓN TEXTUAL
INICIAMOS aquí un largo y apasionante camino en el que iremos analizando los diferentes lugares por los que viaja una obra teatral, desde su concepción en la mente del autor hasta el momento de ser contemplada —o leída—.
En la creación artística se produce un complejo proceso en el que la dimensión intuitiva e inconsciente del creador provoca las ideas, y su dimensión racional y consciente aporta las formas en que su obra se va a manifestar. Depende de la personalidad del autor que haya una mayor o menor intervención de cada una de esas partes. Un escritor no decide siempre respecto a las fuentes de su creación (muchos de sus temas vienen de su vida onírica y proceden del sueño y del mito), pero sí selecciona la canalización y utilización de los materiales con los que creará su obra. En la zona fronteriza entre ambas dimensiones se sitúa el lenguaje, ya que en la palabra conviven el corazón y la razón. La búsqueda del conocimiento es una de las constantes básicas en la vida del hombre, y ese tipo de exploración y especulación se da también en los creadores, aun conscientes de los límites y simplificaciones que dichos procesos encierran. Dice Hauser al respecto:
Toda explicación científica está unida naturalmente a una simplificación del fenómeno que se trata de explicar. Una explicación científica implica descomponer algo complejo en sus elementos y, a la vez, en elementos que se dan en otras conexiones. Fuera del arte, empero, este procedimiento no destruye nada decisivo en el carácter del objeto, mientras que en el arte, en cambio, al proceder así se aniquila la única forma de manifestación valiosa en que nos es dado el objeto. Si se destruye o ignora, en efecto, la complejidad de la obra artística, el entrelazamiento de los motivos, la multivocidad de los símbolos, la polifonía de las voces, la interacción de los elementos sustanciales y formales, y las inanalizables vibraciones en el tono de un artista, puede decirse que se ha renunciado a lo mejor que el arte puede ofrecer.1
MISTERIO Y CONOCIMIENTO
No debemos temer, pues, realizar un acercamiento que trate de ser lo más lógico y riguroso posible al mundo de la creación de textos dramáticos, aun sabiendo la complejidad del campo a estudiar. Por supuesto que existen elementos de misterio en toda creación, pero ello no impide que hagamos una investigación llena de racionalidad para robarle zonas a la magia. Trataremos así de saber de qué manera construimos nuestras obras, indagando en las leyes ocultas que componen su estructura interior. El conocimiento no tiene por qué usurpar las vías de la intuición y la sensibilidad, antes al contrario, canalizará y orientará su desarrollo.
No estamos hablando de un saber clausurado y cerrado, ni de la destreza en el uso de las reglas de un oficio para poder aplicarlas sin más, sino de poseer una base de conocimientos específicos que nos ofrezca un punto de partida desde el cual el escritor pueda adentrarse en el misterioso mar de la creación.
Leandro Fernández de Moratín enLa comedia nueva critica a un escribiente que se ha metido a autor teatral sin ninguna preparación, confiando sólo en la intuición artística, y en la buena voluntad de su deseo:
DON PEDRO: Es demasiada necedad [...] que todavía esté creyendo el señor que su obra es buena. ¿Por qué ha de serlo? ¿Qué motivos tiene usted para acertar? ¿Qué modelos se ha propuesto usted para la imitación? ¿No ve usted que en todas las facultades hay métodos de enseñanza y unas reglas que seguir y observar, que a ellas debe acompañar una aplicación constante y laboriosa, y que sin estas circunstancias unidas al talento nunca se formarán grandes profesores porque nadie sabe sin aprender? Pues, ¿por dónde usted, que carece de tales requisitos, presume que habrá podido hacer algo bueno? Qué, ¿no hay más sino meterse a escribir, salga lo que salga, y en ocho días zurcir un embrollo, ponerlos en malos versos, darlos al teatro, y soy autor? Qué, ¿no hay más que escribir comedias? Si han de ser como la de usted, o como las demás que se le parecen, poco talento, poco estudio y poco tiempo son necesarios; pero si han de ser buenas, créame usted, se necesita toda la vida de un hombre, un ingenio muy sobresaliente, un estudio infatigable, observación continua, sensibilidad, juicio exquisito; y todavía no hay seguridad de llegar a la perfección.2
Podría alegársenos que tal vez por huir de ese defecto que cita Moratín, la fe en las «musas», podemos caer en lo contrario, y creer que el hecho de conocer leyes y preceptos, normas y estéticas, puede convertirnos, sin más, en buenos escritores. Nada más lejos de nuestra intención. Cuando se estudia cómo sacar petróleo de la tierra o del fondo de los mares, es obvio que se cuenta con una condición básica para que esa intención tenga un feliz resultado: qu