: Boris Cyrulnik, Louis Ploton
: Envejecer con resiliencia Cuando la vejez llega
: Gedisa Editorial
: 9788497849579
: 1
: CHF 10.50
:
: Angewandte Psychologie
: Spanish
: 256
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
La antropóloga Germaine Tillion, miembro de la Resistencia francesa y deportada a un campo de concentración, todavía estaba trabajando la víspera de su muerte. De vuelta de aquel horror, decidió reír hasta el último minuto, despertando a su alrededor un grupo de amistad, de ayuda mutua y de alegría que duró hasta que ella cumplió 101 años. Para muchos, la entrada en la vejez hace que todo sea pérdida: memoria, frescura, cerebro..., pero este libro muestra, por el contrario, que la resiliencia también es posible en los ancianos. Los psicólogos, neurólogos, psiquiatras, geriatras, y hasta un veterinario, que reúne esta obra nos ayudan a comprender cuán involucrados en este proceso vital están los lazos del apego, las interacciones o la memoria, pero también las emociones, la motivación, el humor y la música. Un libro con valiosas lecciones que merece la pena incorporar al equipaje de nuestras vidas.

¿Resiliencia en la vejez?

Boris Cyrulnik

Los signos aparentes de la vejez son pérdidas: pérdida de frescura, de músculos, de memoria, hasta el naufragio final. ¿Cómo quieren pensar la resiliencia, que consiste en reanudar un nuevo desarrollo, con tal imagen de la vejez?

De hecho, se constata que con la inevitable vejez, el proceso de adaptación lógico consiste en renunciar y optimizar. La persona mayor renuncia, con una sonrisa, a participar en los Juegos Olímpicos, pero optimiza los puntos fuertes que ha adquirido a lo largo de su desarrollo y de su historia: la aptitud para construir un relato de su representación de sí mismo y dar sentido a las inevitables pruebas y a los traumas de su existencia. Ahora bien, dar un sentido a un acontecimiento que se percibe es metamorfosear la connotación afectiva de dicho acontecimiento: «Me sentí muy desgraciado cuando me eliminaron de la carrera de medicina», dice el señor M., de 76 años, «y finalmente me doy cuenta de que eso me permitió empezar una aventura literaria. Me convertí en especialista en Aragon en el CNRS... Una gran felicidad... Pero todavía siento alguna tristeza por no haber sido médico».

Nos encontramos en plena definición de la resiliencia en la vejez: en el momento del desgarro, a los 20 años, cuando el señor M. fue eliminado de la carrera de medicina, únicamente sintió pena, un enorme sentimiento de pérdida, una imagen de sí mismo degradada para toda la vida. «Nunca seré médico». Luego, renunciando a aquel sueño perdido, optimizando otro punto fuerte de su personalidad, el amor por la literatura, fue feliz en el CNRS. Cuando se alcanza la vejez, la «edad de la sensatez», decía Saint-John Perse, «se ven la cosas de otro modo».

La ralentización psicomotriz es una constante en la existencia de todos los seres vivos, animales y humanos. En un contexto apacible no resulta un hándicap. El declive cognitivo es más difícil de evaluar, puesto que depende del desarrollo de los individuos y de los contextos técnicos que pueden estimular o disminuir los rendimientos. Las creencias culturales organizan el modo de dirigirse a las personas mayores, de aportarles seguridad, de movilizarlos o abandonarlos. La cognición en la edad avanzada es la consecuencia de todos estos determinantes heterogéneos.

El sentimiento de vejez, ¿puede ser el mismo en el sigloxxi que en la Edad Media? Una niñita que llega al mundo hoy en día será probablemente centenaria. Controlará su fecundidad, consagrará dos o tres años a la maternidad, en un contexto en el que la tecnología permite que lo social ya no se tenga que construir con los músculos de los hombres y el vientre de las mujeres. ¿Qué hará esa niña de los noventa y siete años de vida que le quedan? ¿Atribuirá a la maternidad el mismo valor que las mujeres que, en el sigloxix, morían a los 36 años después de trece embarazos? ¿Atribuirá a la pareja la misma significación que en la época en que los hombres, sacrificados —y en consecuencia heroizados— bajaban con orgullo a la mina para trabajar en ella quince horas diarias?

A estos cambio