Introducción
El populismo ha muerto, ¡viva el populismo!
El escritor José Miguel Rojo quizás hablaba en nombre de muchos de nosotros cuando, en su artículo de 2018 enEl Salto, mencionó el final de la secuencia populista en España.1 Rojo argumentaba que «el momento populista» había empezado en 2011, después de la crisis financiera, y comenzó a declinar con la entrada de Podemos en los gobiernos municipales. Según el autor, acabó definitivamente en 2018, con la moción de censura contra el presidente Mariano Rajoy. Curiosa tesis. Después de todo, si una parte representativa de esta secuencia fue el auge meteórico de un partido político nuevo, parece extraño argumentar que lo que causó su fin fue el éxito relativo del mismo. No obstante, después de ver alestablishment torpedeando el proyecto de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña y Bernie Sanders en Estados Unidos, es difícil resistirse a la percepción de que el momento populista se está agotando en general. Se nos presenta, aquí, una paradoja mayor. Ernesto Laclau, el pensador que más influyó en la teoría del momento populista en España, llegó a describir el populismo como «ontológico».2 Es decir, pensaba que forma parte del ser general de la política. ¿Cómo es posible, entonces, que algo que constituye la política como tal pueda dejar de hacerlo, repentinamente, en 2018? Esta contradicción se duplica en el libro de Chantal Mouffe,Para un populismo de izquierdas, que se publicó en 2019. La autora describe la urgencia abrumadora de construir un antagonismo populista que por otro lado constituye una parte «inerradicable» de todas las «relaciones humanas».3 Volveremos sobre esta paradoja en un instante.
Es importante saber qué opinan los intelectuales españoles de su propia secuencia populista, ya que España fue durante la última década el epicentro mundial de este movimiento. Uno piensa en las invitaciones de aquel momento, por parte de publicaciones tan veneradas como sonThe Guardian4 y laNew Left Review,5 al líder de Podemos, Pablo Iglesias, a esbozar sus teorías «populistas» en sus páginas. En los círculos intelectuales de Gran Bretaña, el fenómeno populista de España probablemente se vio como una extensión de su tradición fuerte deeurocomunismo, en la última parte del siglo anterior. Debemos referirnos al líder del Partido Comunista Español, Santiago Carrillo, cuyo libroEurocomunismo y estado se había considerado tradicionalmente como un texto fundamental de este movimiento.6 La conexión entre los dos espacios políticos consiste en su heterodoxia con respecto al marxismo clásico, a lo que se suma una cierta tendencia histórica en España de abrazar la estrategia política del frente popular. Si bien es cierto que la izquierda española últimamente ha tendido a pronunciar menos la palabra «populismo», cediéndola de este modo a los que prefieren usarla despectivamente. Me refiero sobre todo a la centroizquierda española, un sector que tradicionalmente ha fabricado mucha propaganda antipopulista. El líder delpsoe, Pedro Sánchez, sería buen ejemplo: en 2014, comentó que «El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad».7 Quizás puede concluirse, entonces, que el pacto político de 2020 entre elpsoe y Podemos verifica la tesis de José Miguel Rojo. La inmersión en los procesos p