Fundamentación de la metafísica
de la pereza
B.: ¿Es necedad amar? R.: No es gran prudencia.
B.: Metafísico estáis. R.: Es que no como.
B.: Quejaos del escudero. R.: No es bastante.
Del diálogo entre Babieca y Rocinante,
enEl Quijote
Un día de febrero de 2007, Britney Spears cogió el coche y se fue a la peluquería. Quería abandonarlo todo, pero para eso tenía primero que destruir su imagen, hacerse otro rostro. Despojarse de su melena era la mejor estrategia —pensaba mientras ajustaba el retrovisor— para acabar con el vasto reinado de su nombre. Su carrera había comenzado enThe Mickey Mouse Club, cuando todavía era una chica de once años que cantaba en el coro de una iglesia en Kentwood, Louisiana, el pueblo de dos mil habitantes en que nació. Cuando su imagen como niña dejó de ser lucrativa, llegó el momento de rentabilizar su sexualidad incipiente de colegiala católica. Le desabotonaron la camisa del uniforme, le acortaron la falda, multiplicaron su imagen para hacerla aparecer en las habitaciones de todos esos adolescentes noventeros que necesitaban darle un rostro a su confuso objeto de deseo: también a ellos su soledad les estaba matando.
La presencia de Britney, caliente y cándida, rubia y bronceada, arrasaba con la fuerza de un ídolo cuantas portadas, pósteres, modas y merchandisings encontraba a su paso. La envergadura de su presencia solo era comparable con la velocidad de su agotamiento: portada de laRolling Stone en 1999, encantadora de pitones en la MTV en 2001, cowboy Denim Denim a juego con su novio Justin Timberlake, Britney estaba en todas partes y no había nada que Britney no tocara. Y que algo fuera tocado por Britney, insidiosa brujería fetichista, suponía un encantamiento, un fuego sexual que hacía bailar el valor de todos los valores. La embriaguez de su capital personal crecía, exorbitado, más allá de los límites que contienen una vida. De camino a la peluquería, Britney cruzaba los semáforos unos segundos antes de que cambiaran de color.
La princesa del pop era una slave 4 U. Su fantasma, de juventud invencible, reinaba imperturbable en el imperio global del deseo. Todas sus canciones se alimentan de su vida y de su cuerpo hasta no dejar ni las raspas. Britney se casó en Las Vegas para anular el compromiso en cincuenta horas, se volvió a casar y filmó unreality para lanzar la carrera de rapero de su segundo marido, ingresó en un centro de rehabilitación para contener su consumo de drogas y alcohol. Lo abandonó en 24 horas. Asediada por una invasión constante, todo en su intimidad se desmoronaba, pero importaba más bien poco, porque la basura y la miseria también eran Britney, otro pedazo suyo que todo el mundo quería. Todo cuanto ella pudiera ser se volvía capitalizable, siempre había un deseo que se satisfacía con la imagen mutante de Britney: Britney sexy, Britney gorda, Britney flaca, Britney pop, Britney loca, Britney católica, Britney escándalo. Su silueta femenina era el significante vacío que corría, imparable, en el circuito hiperconectado de la industria libidinal:gimme more, gimme, gimme, more. Antes de girar la esquina para alcanzar elhair salon, Britney se acuerda de que tiene que poner una lavadora, después de todo.
Mientras conducía aquel día de febrero de camino a la peluquería, resonaba en su cabeza la misma pregunta que Blanchot se formulara enLa conversación infinita: ¿cómo haremos para desaparecer? Raparse la cabeza, incluso cuando la peluquera se negó a hacerlo, y atacar a los p